Kumasi, con el mercado al fondo lleno de tenderetes
Los
‘asante’ o ‘ashanti’
eran el mayor y más poderoso grupo étnico de Ghana. Ateniéndose uno a la
diversidad dialectal, esta etnia ocupaba el centro-sur del país, en la
provincia de Ashanti. La base de su poder inicial fue el comercio del oro pero
durante los siglos que duró el tráfico de esclavos obtuvieron grandes
beneficios actuando como intermediarios, sobre todo comprando esclavos a los
‘hausa’ y cambiándolos a los comerciantes europeos por armas que reforzaban su
ya estable poder. Tradicionalmente también habían exportado el fruto del árbol
de cola muy apreciado como estimulante por los musulmanes del norte. El actual
centro neurálgico de este tradicional pueblo era la ciudad de Kumasi.
Murciélagos de la fruta, colgados de las ramas
Allí,
a Kumasi,
llegó un día el viajero insatisfecho
en un autobús que paraba y paraba en cada pueblo, en cada bache de la carretera
-y había muchos- desde el norte del país. Era una ciudad grande, populosa, con
un mercado inmenso de tenderetes de lona, tela y latón. Grandes árboles
centenarios con miles (millones, diría) de murciélagos de la fruta colgados de
sus viejas y retorcidas ramas. Cientos de puestos artesanales fabricando cosas
inverosímiles. Toda una amalgama de productos, cachivaches, suciedad, desorganización
y movimiento. Pero así era (y es) África, y así le emocionaba al mochilero
transitar por sus calles. Una mañana se internó por los callejones del mercado,
por los pequeños y estrechos pasadizos que dejaban los puestos callejeros
amurallando laterales y disfrutó con esa vida que se mueve debajo de lonas y
hojalatas, y paseó con cierto miedo debajo de aquellos árboles repletos de
murciélagos. No obstante, su verdadera intención era conocer algo sobre la
civilización ‘asante’, de la que desconocía todo. Y cuando dice todo, era todo.
Según
su libro-guía, a las afueras de Kumasi, en concreto en la localidad
de Ejisu,
había varios edificios tradicionales. A ello se dedicó una mañana, a visitar
algo de esa cultura. Para ello tenía que atrapar un bus/minibús pero era
necesario saber dónde tenía parada. Tuvo que atravesar la vía del tren, en
aquel momento llena de tenderetes, en apariencia temporales, que eran una especie
de extensión del mercado diario, y colocarse en el arcén de una de las
carreteras de salida. Allí, dar el alto a unos de los minibuses. Recuerda que
no esperó mucho y, en poco tiempo, descendía en Ejisu.
Casa tradicional del pueblo 'asante'
Se
acercó a uno de estos santuarios de la cultura ‘asante’ y de un primer vistazo ya
se percató de su sencillez. Estos tradicionales edificios estaban construidos
de madera, bambú y yeso de barro. Originariamente, con techos de paja. Los
únicos bajo-relieves decorativos que adornaban las paredes representaban una
amplia variedad de motivos, animales, pájaros y plantas, y vinculados a símbolos
tradicionales. Los edificios, su rico color y la diversidad de sus decoraciones
eran los últimos ejemplos que sobrevivían de un estilo tradicional
significativo de la arquitectura que personificó el influyente, poderoso y rico
‘reino asante’ de finales del siglo XVIII.
Un
viejo personaje le recibió a la entrada y le despidió al salir.
Una pequeña aportación a
la causa y abandonó el lugar.
Patio interior de una casa tradicional 'asante'
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