Nada.
Y
fue un recorrido suave, pero intenso, a la vez; bello, pero un poco deprimente,
e interesante, aunque había que positivar el recorrido.
Este
mochilero habla en estos términos porque nada más entrar coció la idea de que
allí debía cuajar un clima desértico en cualquier estación del año: veranos
calurosos, fríos inviernos y ausencia casi total de lluvias. ¿De qué vivirían
los labriegos que allí estuvieron asentados? Al menos sus casas, aparecían
sembradas y desperdigadas por aquella extensión de tierra seca, polvorienta y,
en algunos puntos, pedregosa y desapacible. Aquellas casas solitarias, sus
grandes chimeneas, escasa altura del suelo y su construcción mimetizada, hacían
pensar en una dura batalla de supervivencia de sus moradores.
Las
Bardenas
Reales conocidas hace años -de oídas- por el viajero insatisfecho, han sido siempre nombradas como campo de tiro
y lugar de maniobras aéreas y terrestres. Y precisamente aquel día de la visita
parte de la zona estaba cerrada porque ‘cazas’ del ejército estaban practicando
con sus arsenales, o experimentando sus habilidades.
Según el plano informativo que ofrecían a la entrada del parque, hay tres zonas muy definidas: La Bardena blanca, el Plano y la Negra. El recorrido en coche se centraba únicamente en la Bardena blanca que era la depresión central de suelos a menudo blanquecinos, desnudos y de aspecto desértico. Al rodar por aquel territorio parecía estar uno inmerso en una película del oeste americano sin diligencias, ni vaqueros, ni manadas de terneros atravesando la llanura. Se han filmado películas en sus agrestes paisajes, sesiones de fotos con modelos renombradas y hace poco ante estos ojos han pasado imágenes en un videoclip.
La
visita era totalmente intuitiva, no necesitaba guía y pocas sugerencias
previas. Era dejarse llevar por la ruta, por el camino pedregoso y polvoriento
y dejarse sorprender por lo que pudiera aparecer detrás de aquellos montículos
planos o al lado de las formaciones rocosas.
Lo
más fotografiado era el ‘Cabezo de
Castildetierra’, icono del parque. Se trataba de un gran pináculo rocoso, tipo
de formación denominada cabezo. Hay
más en la zona, pero éste era tan fotogénico como Kate Moss. Un cabezo es el resultado y mejor ejemplo
del proceso de erosión -viento, lluvia y frío- que durante millones de años han
sufrido estos parajes. Se producen porque en la parte superior de la formación
rocosa quedan materiales más resistentes a la erosión, como pueden ser la
piedra caliza o la arenisca, y en la inferior hay materiales más blandos, como
las arcillas.
Se
veían muchos coches haciendo la ruta, pocas motos y, menos aún, bicicletas.
En las paradas, fotos, subidas y bajadas.
Poses fotográficas, para dejar huella del paso por allí.
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