23 de diciembre de 2013

El ghanés se siente africano….

África nunca será la misma para quien la abandone y regrese años más tarde. Aunque no es tierra de cambios, y si hubiera alguno, tal vez sería para peor. No es veleidosa (si bien, ¡es dura la violencia africana!, ¡la más dura!.) pero al haber alumbrado no solo hombres, sino razas, y criado no solo ciudadanos, sino civilizaciones -unas mueren y al instante otras resurgen- África puede ser desapasionada, indiferente, cálida o cínica, repleta de una sabiduría excesiva.
Ha atravesado por diferentes etapas: hoy, podría ser la tierra prometida; mañana, podría volverse de nuevo una tierra oscura, retraída, desdeñosa e impaciente, y así hasta el infinito. En la familia de los continentes, África es la hermana callada y meditabunda, cortejada durante siglos por imperios de caballeros errantes, a los que ha rechazado uno tras otro, en virtud de su sabiduría y de cierto hastío por la inoportunidad. Ayer, cortejada por anglosajones, portugueses, alemanes o belgas; hoy, cortejada y explotada por chinos. Y el ciclo de los cambios, sin haberlos, continúa.
Todas las naciones se arrogan su derecho por África, pero ninguna la ha poseído por completo. Con el tiempo, no muy lejano, la tomarán o, quizás, la asfixiarán, que puede convertirse en sinónimo.
¡Cuantas veces ha escuchado el viajero insatisfecho decir a un africano en momentos de contrariedades: “Esto es así, esto es África”!, con ese sentido continental que tienen sus gentes.
El ghanés se siente africano.
El etíope se siente africano.
El tanzano se siente africano.
El beninés se siente africano.


Copyright © By Blas F.Tomé 2013

15 de diciembre de 2013

¿Alpacas o vicuñas?


Era (y sigue siendo) difícil diferenciar a lo lejos en la puna alto-andina a la alpaca, la llama, el guanaco o la vicuña, y esta pregunta era muy recurrente en determinadas excursiones por el altiplano peruano. La puna es un territorio andino hosco, un herbazal de alta montaña y pastizal de áspero alimento para esta fauna local. Suele albergar muchas plantas endémicas y distintivas que han evolucionado en respuesta al clima de montaña, frío y soleado.
Cuando el bus paró en lo alto, la mente del mochilero pensó en un paraje inhóspito, y la 'rasca' que venía de las cercanas montañas heladas quitaban la inspiración. Allí, como en personal parcela, se movían estos cuatro animales andinos.
La llama y el guanaco eran los más grandes y, de la primera, decían que se caracterizaba por ser rústica, versátil, tímida, mansa, dócil y por reconocer fácilmente al dueño.
La alpaca era de tamaño mediano y no se utilizaba como animal de carga. Mientras, la vicuña era el más pequeño de estos camélidos.
Después de explicaciones más o menos concretas, el viajero insatisfecho al divisarlas entonces pastando en la lejanía en el altiplano, y ahora viéndolas en una foto, siempre se pregunta ¿son llamas o alpacas?. Quizás las dos más difíciles de diferenciar. 
¿O serán vicuñas?.
Con la distancia del tiempo transcurrido cree recordar que las vicuñas eran complicadas de encontrar y las alpacas eran las más explotadas por la gente local para enternecer al turista. Tiernas, sencillas, casi de peluche, y admitían caricias y arrumacos.
Las de las fotografías -tomada a una altura aproximada de 4.500 metros, camino del valle del Colca (Perú)- deben ser alpacas.
Copyright © By Blas F.Tomé 2013

7 de diciembre de 2013

Mandela/Madiba

Ha muerto Mandela, o Madiba como algunos le llamaban. El viajero insatisfecho piensa ahora por qué pasó de puntillas sobre la realidad sudafricana de hace 5 o 6 años. Su viaje era a Mozambique y había utilizado Johanesburgo como ciudad de llegada a la zona. Allí conoció un pelín esa realidad. A la vuelta del vecino país, en Nelspruit, ciudad obligada si se quiere conocer el Parque Nacional Kruger, conoció otro poquito. Los pubs y supermercados en los “mall” eran territorio blanco. Las diferencias económicas entre el rico (blanco) y el pobre (negro) seguían siendo evidentes, varios años después del paso de Mandela por la jefatura de Estado. Había progresos en cuanto a igualdad pero aún faltaba mucho.
Entrada a uno de los "mall" de Nelspruit / territorio blanco

Y recuerda momentos.
Se encaminaba a la Park Station de Johanesburgo en un taxi (más bien una ‘van’ que le había recogido en aquel hotel de mochileros, junto a otros colegas de mochila o petate que se dirigían ‘dios sabe dónde’) para tomar un ‘buseto’ a Mozambique. Los alrededores de la Park Station eran a aquella hora temprana pura Sudáfrica-negra. La circulación era entonces lenta y desde la ‘van’ observaba la viva realidad. Negros, quizás de la humillada raza koisan (más conocidos como hotentotes), vivían en sus destrozadas tiendas de campaña en el medio del seto central de enmarañadas carreteras. Habitaban, unos, en los cobertizos instalados en las aceras, en las cabañas de cartón y plástico, casuchas elaboradas con ingenio y madera; algunos dormían arremolinados como lobeznos; otros, solos y apoyados en los postes eléctricos, todos negros; los vagabundos, algunos tullidos otros desesperados, los desconcertados por la vida, los indiferentes a ella, los venidos de fuera en busca de un territorio ilusorio, todos ellos merodeaban por los alrededores de la Park Station. Uno de los lugares -dijeron- más peligroso.
Las diferencias después del gobierno Mandela seguían (y siguen, cree ahora) existiendo. Pero Mandela consiguió revitalizar la ilusión africana, la esperanza de la nación negra.
¡Viva África!.
Copyright © By Blas F.Tomé 2013

1 de diciembre de 2013

El dinero les convierte en terrenales

-Círculo de espectadores-
Al viajero insatisfecho le extrañó un tanto que en aquella populosa celebración del vudú en Ouidah (Benín) no hubiera más público ‘blanco’. Hizo una pasada visual por el multitudinario círculo y no encontró ninguno. Precisamente era 12 de enero, un día después de la festividad del vudú más importante de todo África, más internacionalmente conocida y visitada, pero como segunda jornada festiva también lo era de celebraciones.
Considerado como la cuna del vudú, la ciudad costera de Ouidah atrae a seguidores de todo el país, así como de Togo y Nigeria, que asisten creyentes a las ceremonias religiosas.
El mochilero leonés tuvo ciertos problemas a la hora de hacer fotografías pues se pusiera donde se pusiera, alguien al lado le hablaba de la prohibición. Se cambió de ubicación varias veces y siempre le recordaban lo mismo. Nunca llegó a creer tal cosa, y menos en un lugar público, aunque bailaran allí los espíritus Egungun (?), bailarines enmascarados representando los espíritus ancestrales del clan de los yoruba que regresaban para poseer y ofrecer orientación.
-Espíritus Egungun, bailando-
Para ojos ignorantes y extraños era un baile multicolor. Resultaba difícil entender lo que estaba ocurriendo en el centro del círculo. Bailaban ufanos, aunque de vez en cuando descansaran junto a otros danzantes en su particular palco de honor. Los espíritus, mientras danzaban, eran acompañados en todo momento por un guía que especialmente actuaba cuando se acercaban al público. Con una vara, el terrenal-guía impedía que el espíritu danzante tocara con sus manos o ropas a las personas congregadas en el círculo.
Eso sí, uno de los espíritus Egungun (danzante enmascarado) cuando se percató del ‘blanco’ que le observaba, se acercó raudo, alargando en silencio su mano para solicitar ese oscuro objeto del deseo: el dinero.
Hasta los espíritus del vudú cuando ven al ‘blanco-cajero-automático’ se convierten en terrenales.
-Palco de honor de los danzantes descansando-

-Espíritu Egungun se acerca a pedir dinero al 'blanco'-


Copyright © By Blas F.Tomé 2013