29 de diciembre de 2009

Río Cuervo (Algo nacional)

El llamado nacimiento del río Cuervo (Cuenca) es, en realidad, el-resurgir de las aguas tras un largo recorrido subterráneo y el-lanzarse chorreando por una pared repleta de musgo. Eso sí, el espectáculo es fascinante y la sensación de frescor es, como el arco iris, luminosa.
Del río Cuervo se podría pensar lo que dijo Rusiñol de uno de ‘sus’ ríos catalanes, “no es un río gandul, es un río que trabaja, que se gana el pan”. De esos calificativos se adueña el río Cuervo en su conocido nacimiento. Se trabaja sus formas; sus humedades verdes de musgo reluciente; sus diminutas cavernas rocosas y húmedas; sus brillantes y chiquitas cascadas, llenas de claroscuros y fuerza.
Era un día de otoño con neblina, de sol oculto por la humedad natural. El sol abrió más tarde, después de varias peleas ‘a navajazos’ con la terrible niebla mañanera.
Venció.
Todavía le brillan los ojos al viajero insatisfecho por la sorprendente belleza, digna de un cuadro romántico, de David Friedrich, y le chisporrotea el cerebro de recuerdos de aquellos viajes, nada mochileros, pero llenos, eso sí, de empresas y perdidas batallas.

Se merece un paseo, una visita, y un perderse suavemente.

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21 de diciembre de 2009

La Ciudad Perdida, perdida (II). Fotos.

Unas cuantas fotografías del trayecto del viajero insatisfecho al encuentro con la Ciudad Perdida, de los antiguos tayronas:
  • El primer vestigio de civilización antigua que encontró el mochilero: un poblado kogis o arzario, no recuerda. Ambos, descendientes de pueblo tayrona. Faltaba jornada y media de marcha.
  • Mujer e hijo/a kogis.
  • El arzario ‘Valencio’. Muy difícil fotografiarle, según el guía, pero el viajero le convenció.


  • Caravana de mulas, adelantando por la izquierda, camino de algún poblado, y el guía a la derecha, mochila en ristre, trasportando el condumio. En ciertos lugares, la vereda iba por el cauce del río.

  • Dos instantáneas de la Ciudad Perdida.


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16 de diciembre de 2009

La Ciudad Perdida, perdida

Después de tres días en un permanente sube y baja, culebreando por montañas, laderas y valles, con los mosquitos acechando a cada paso (y materializando sus ataques), el destino final se encontraba en lo alto de una larga y empinada escalera tayrona, labrada en la ladera tupida de vegetación y bien conservada a pesar de los años, la humedad y el trasiego de los guaqueros, muy activos en aquella Sierra Nevada colombiana. Son éstos, buscadores incansables de vestigios precolombinos, que abordan como moscones a los escasos viajeros que deciden acercarse por aquel perdido lugar. Pueden intentar vender un falso objeto como si procediera del mismo jefe indígena tayrona de hace mil años.
Al final de aquella escalinata -cuasi asesina para los agotados mochileros- aparecía, entre una maraña de árboles, la Ciudad Perdida.
Sus restos, claro.
Ruinas reconstruidas de poblados precolombinos que son una muestra de la sofisticada arquitectura e ingeniería de piedra, que incluye multitud de terrazas en la ladera de la montaña -sobre ellas, sus edificaciones de madera que el paso del tiempo ha borrado- muros de contención, caminos, puentes, escaleras y canales. Toda una ciudad enmarañada y olvidada.
El viajero insatisfecho y su guía colombiano, dos o tres vigías (soldados) asentados en un chamizo en lo alto y algún que otro niño kogi (del poblado cercano, descendiente de los antiguos tayronas) componían -o al menos lo parecía- todo el elenco humano en kilómetros a la redonda.

El resto de seres vivos eran los diminutos mosquitos que mostraban, con tremendos picotazos, su repulsión por los extraños.

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10 de diciembre de 2009

Emancipation Day

  • Gritos de libertad sonaron desde las cimas de las montañas y de los llanos, de los hombres, mujeres y niños que se habían enterado que eran finalmente libres del opresivo sistema social y económico en el que eran tratados como menos que humanos”, así escribía Tanesha Ramdanie, en ‘The Road to Freedom.

El 1 de agosto, Día de la Emancipación en Trinidad y Tobago, y en muchas otras islas orientales del Caribe, se celebra el fin de la esclavitud, cuando todos los esclavos negros fueron legalmente declarados libres.
Ahora sí, la frase inicial de Tanesha Ramdanie cobra sentido.
El viajero insatisfecho vivió de cerca ese día (de un año cualquiera) en Port of Spain. Fue una jornada de mezclas; negros, blancos, indios, mestizos. Toda la mixtura de las islas tenía cabida.
La ciudad se disfrazó, ‘procesionó’ y bailó africano, con orgullo de sus orígenes pero también con respeto por haber sido territorio esclavo durante tantos siglos. Conociendo como conocía todo lo que significaba para Trinidad entera, su mirada a la fiesta fue diferente y digna, pero nada en ésta aparecía majestuoso ni grandioso.
Fue alegre, eso sí.
También fue normal en su mente de espectador blanco. ¿La libertad quizás le había vuelto insensible a lo que la esclavitud representó realmente?.
A ellos, no.
Nadie vivió impasible el Emancipation Day.

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1 de diciembre de 2009

¿Mentiroso?. No. ¡Lo juro por Snoopy!.

El otro día -hace pocos días- leía en El País un artículo de esos que pretenden ser una investigación periodística sobre las diferentes dosis de mentira en los escritos diarios y, claro, inmediatamente este lector lo extrapoló a los ‘pinitos’ que está haciendo en su vida como blogger. “Todos mentimos. Engañamos por cordialidad, por convivencia, por ocultar delitos o por egocentrismo”, decía -y destacaba- la periodista Silvia Blanco. ¿Y cuántos nuevos bloggers -se preguntó entonces este lector- habrán caído en la trampa de mentir, por egocentrismo, por ejemplo? O por edulcorar su vida social. ¡Vete a saber!. “Detrás de un impostor hay una ‘insatisfacción’ personal”, apuntaba uno de los expertos en ética, que recogía el citado trabajo periodístico, unas líneas más abajo.
¡Date!, esto ya le afecta al mochilero.
¿No habrá caído el viajero insatisfecho en la trampa de modular-trastocar la realidad a su antojo por su ‘insatisfacción’ (vuelta otra vez la palabreja) enfermiza?
En esta ventana al mundo que son los blogs, el mochilero ha contado vivencias personales, viajes con encanto, recorridos inmundos, robos sufridos a punta de navaja, subida al Wayna Picchu, visita a la muralla china, bamboleos en largas lianas naturales, encuentros palpables con la vergonzosa historia de la esclavitud, cita sorpresa con la desnudez de una joven tanzana, largo descenso por el Amazonas, miedoso en la frontera de Guinea-Bissau, jinete en Petra (Jordania) y en su terruño natal, … Pero todo esto, y más ¿verdad, o ha sido fabulación?. Mentira, al fin y al cabo.
¡¡Lo jura “por Snoopy”!!. Todo han sido momentos vividos de felicidad y riesgo, de aventura y desfachatez, de trompicones y relajos.
En resumen, viajes reales.
¡Por Snoopy!.

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24 de noviembre de 2009

¡Malditas simbiosis raras!

















Simbiosis raras. Produce hasta cierto susto, o vergüenza, comprobar que existen. En aquella ocasión se produjo entre un mono, cualquier tipo, cualquier clase -son todos iguales de sinvergüenzas y caraduras- y un pájaro, similar a una urraca negra o cuervo africano.
¡Vaya simbiosis!.
En una de las paradas de descanso en el cráter del Ngorongoro, el guía, el cocinero, el conductor, una pareja de alemanes y el viajero insatisfecho se sentaron en una aparente tranquila arboleda para dar cuenta del matinal bocadillo. A los pocos minutos y frontalmente, un estúpido babuino se fue acercando a las inmediaciones del viajero, apartado éste unos metros del resto del grupo. El simio traía un paso remolón y lento, con pequeñas volteretas, interrumpidas de vez en cuando por sentadas en las que aprovechaba para rascarse sus asquerosas partes impúdicas, como provocando al solitario viajero. En esas paradas y silencios, el atrevido mandril (da igual, mono, babuino o mandril) le miraba fijo, tal como si le reconociera de improbables noches locas madrileñas de rondas de cerveza y ron.
Justo en el momento en que el cansado mochilero daba un trago al agua, dejando primero su bocadillo en el suelo sobre el envoltorio, su amigo primate bostezó, enseñó sus grandes caninos, se estiró y con uno de los brazos señaló hacia la espesura que había en uno de los lados. Como si estuviera emparentado con el bicho o hubiera compartido, quizás, extraños momentos de sinceras confidencias o jolgorios varios, miró crédulo hacia aquel lado. Momento de distracción que aprovechó aquella especie de urraca negra, invisible hasta entonces en algún árbol cercano, para hacer una pirueta en vuelo rasante y llevarse el bocadillo en sus garras.
Maldito.
¡Maldita ‘rata con alas’!.
¡Maldita simbiosis de babuino y negra urraca!.
.....................
PD.- El lago de la fotografía era un 'nido' de hipopótamos. Al fondo de la charca, se ven varios.


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17 de noviembre de 2009

Los chinos en África, o cómo enmascarar una invasión





  • Aviso para los que piensan que los chinos en África sólo se interesan por las materias primas a cambio de gigantescas obras de infraestructura financiadas por su gobierno: también son los nuevos inversores del continente negro, unos negocios privados muy florecientes. ¿Por qué los chinos intervienen donde los occidentales se abstienen por exceso de prudencia o indeferencia? Porque a los chinos les falta sitio en su país y África les parece un territorio virgen, lleno de promesas, y no tienen miedo a las pequeñas inversiones; al contrario: un salón de masajes, un restaurante, un pequeño taller de costura, una farmacia, todo es bueno para que se multiplique rápidamente el dinero que a menudo ha reunido toda una familia en China para enviar a uno de los suyos a la aventura”. (Michel, Serge y Beuret, Michel. China en África. Pekín a la conquista del continente africano. Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2009. Pág. 42).

Estos dos investigadores periodísticos lo dicen muy claro, aunque de manera políticamente correcta. Y, bien -podrán argumentar los defensores del imperio chino- pero son frases sacadas de un libro que pueden tener muchos matices e interpretaciones. Pero el volumen es muy interesante y crítico, o mejor dicho, esclarecedor de una realidad palpable, como puede ser que los chinos están provocando el agotamiento de materias primas africanas, recursos mineros y forestales.
A la larga, empobrecimiento para el sufridor continente.
Los culpables de esta diáspora china, aparte de las cuestiones económicas: el dirigismo estatal de los timoneles chinos y el obsesivo orden impuesto, que está por encima de valores tan importantes como las libertades y el individuo.
………………….
P.D.: El viajero insatisfecho quiere ser objetivo y anotar la sugerente frase dicha por un hombre angoleño, que recoge el libro:



  • [los americanos] No hacen más que hablar de family values, pero cuando llegan a Luanda [Angola] se ponen hasta las cejas y se van de putas. Los chinos son disciplinados, modestos y respetuosos. Si tocan a una angoleña, les devuelven a su país, y eso está muy bien”.


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11 de noviembre de 2009

Mangrove River

Los manglares son esas formaciones vegetales compuestas por un conjunto de árboles-arbustos que tienen especiales características para sobrevivir y desarrollarse en terrenos costeros inundados o zonas con agua de altos niveles de salinidad. Protegen a las costas de la erosión y han proporcionado durante siglos multitud de recursos a las poblaciones locales. Conforman también zonas de apareamiento y cría de muchas especies, además de ser refugio para peces, otras formas de vida marina y multitud de serpientes. Armonizan en sí mismos, a veces, un paisaje verde; silencioso, otras, y misterioso, las más.
¿Qué son los manglares para el viajero insatisfecho? Muy sencillo, áreas con mucho atractivo.
Ha visitado varios.




























Port Barton, en la isla de Palawan (Filipinas), era una tranquila playa. Era la playa del ‘nada-que-hacer’ y vaguear con el cuerpo tostado al sol. Pero había otras posibilidades. Muchas. El Mangrove River (Río de manglares) era una de esas opciones cercanas que los barqueros del lugar se encargaban de promocionar.
‘Aceptar lo que ofertan’ es una de las máximas de este mochilero. ¿Qué puede pasar?.
Y aceptó.
Mientras subía a la pequeña barquichuela que le llevaría desde la playa a la desembocadura del río, no dejaba de mirar los verdes islotes lejanos y soñaba, ya, con su conquista de un nuevo territorio de manglares. Una vez allí, en las zonas misteriosas del Mangrove River, se sentía la humedad, la sombra y, de vez en cuando, un cierto temor. En sus zonas verdes, se palpaba la presencia de serpientes, de anillos de colores, venenosas y tan peligrosas como la prudencia que mostraba el barquero al observarlas, quietas, sesteando colgadas del follaje (ver fotografía arriba).
'Acércate un poco a la rama para sacarle la foto', le decía al barquero. No, no, que se pueden descolgar y caer en la barca.
Poco probable, pero quedó dicho.

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4 de noviembre de 2009

Dos pueblos, dos hechos, dos diferencias



Fotografía tomada a las afueras de Manica.

Hace unos días leía en ‘El País’ la posible comercialización de la vacuna contra la malaria. El anuncio venía del prestigioso médico español, director del Centro de Investigación de Manhiça, en Mozambique. Al viajero insatisfecho le vienen imágenes de situaciones vistas, unas; intuidas, otras, sobre esta terrible pandemia. "Será una vacuna de primera generación. Su eficacia será moderada y no se administrará a todos los grupos de población, habrá que definir bien cuáles", decía el doctor Alonso.
Esperanza.
Esperanza.
En alguna ocasión anterior oyó hablar de ese Centro, y de ese doctor, pero nunca había investigado si ese pueblo mozambiqueño era ‘el manica’ que visitó el mochilero en su ruta por el país, y en el que estuvo dos completos días intentando conocer las cercanas y antiguas pinturas rupestres de Chinamapere.
Nada que ver Manhiça con Manica.
El primero, en los alrededores de Maputo; el otro, mucho más al norte, muy cerca de la frontera con Zimbabwe y, como pueblo fronterizo, de abundante trasiego de materiales y personas, no todas de loable ‘buen vivir’. Usureros, cambistas, prostitutas, ladronzuelos y, seguro, estafadores. Al bajar del autobús, un loco le asedió dando gritos incomprensibles y moviendo los brazos amenazantes, como indignado de su presencia en la población.
No tuvo suerte con las pinturas rupestres, muy cercanas. Por ellas preguntó en el bar-restaurante del hotel donde se hospedaba. Nadie quería saber nada del lugar y cuando insistió le observaron raro. Para visitarlo -decían- había que pedir permiso a una bruja/bruxa que vivía cerca de Chinamapere.
Al final del día, relajado, no muy convencido de la belleza de las pinturas y sin mucha convicción pidió ayuda para alcanzar el sitio. Un lugareño, con el atrevimiento que dan las cervezas ya entrada la noche, se ofreció a ser el conductor-guía por un razonable precio, pero, al día siguiente y a la hora acordada, no se presentó a la cita.
¿Plantón, o miedo y superstición?.


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28 de octubre de 2009

...soledades nevadas del Yukon

Ha sido una arribada silenciosa. Sorprendía ese mutis viajero desde su último libro sobre el Amazonas, y este mochilero no paraba de preguntarse dónde apoyaría ahora el escritor sus posaderas de ‘culo inquieto’. Supo por un correo electrónico, hace ya más de un año, que se iba a Alaska, pero a Alaska ¿a celebrar con su mujer las bodas de oro? o ¿a un congreso internacional sobre Marcial Lafuente Estefanía y la influencia de sus novelas en el oeste americano?. Entonces recordó unas frases suyas (de él) escritas en el prólogo del libro “La aventura de viajar:
  • Cuando yo tenía unos diez años, comencé a asomarme a los libros de aventuras escritos por Edgar R. Borroughs, Zane Grey, Oliver Curwood… Ellos hicieron crecer y ampliar la geografía de mis hazañas imaginarias. Una tarde combatía hasta la muerte contra el gran mono Kerchak [….] y una tercera me internaba en las inmensas soledades nevadas del Yukon, perseguido por miríadas de lobos hambrientos, en busca de una mina de oro”.
Efectivamente, hace un rato cuando el viajero insatisfecho pasaba por la librería “Altair” vio su libro. Cumplía así -cree- con su hazaña imaginaria de internarse “en las inmensas soledades nevadas del Yukon”, y lo iba a contar.
El libro se titula “El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá” y el periodista, novelista, viajero incansable es Javier Reverte. Lo tomó de la baja estantería -siempre los colocan allí- lo palpó, lo abrió y olió -siempre lo hace- lo pagó (obligada aclaración para los que no conocen a este blogger) y se lo llevó feliz a su guarida.
Hace unos minutos.

Ahora, sin leerlo, lo recomienda a todo ‘bicho viviente’.

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21 de octubre de 2009

No es Mary Kinsgley, es su ídolo

Sólo se habían colado referencias de personas que conocen al viajero insatisfecho pero nadie sabía de su ídolo secreto: otro viajero, en este caso, viajera.
¿Quién duda de ella? ¿De su capacidad como trashumante?.¿Quién no ve su mochila al hombro?. ¿Quién no aprecia su incipiente paso al caminar?. ¿Quién no observa su pasión viajera?. ¿O sus sandalias Clark de nómada existencia?.
¿Y sus braguitas, recién lavadas en el viejo barreño de un barato hotel?.
¿Y su sonrisa y pasión errante en el gesto?.
Toda ella, olvidada en un rincón del polvoriento salón, recuerda a Freya Stark, o a Mary Slessor, o quizás a Mary Kingsley.
Son muchas tardes de miradas cruzadas, muchos días de compartir espacios, de admirar su rutilante brillo y percibir su insistente curiosidad para que esta bella y estática viajera no se convirtiera en el mito de un insatisfecho vivir.
Ella le espera paciente a que vuelva de cada uno de sus viajes y le recibe con la misma expresión de rostro con el que en su día le despidió desde su misma posición y el mismo rincón. Hierática mirada. Aunque a su regreso al mochilero le gustaría que su ídolo supiera agradecer sonriente los ecos de melodías que el viento la debió de traer, a través de kilómetros y kilómetros de distancia, desde el lugar que él mismo se las envió.
Pero…., es así.

Así es su ídolo.

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15 de octubre de 2009

El escarabajo egipcio


Este escarabajo en relieve lo fotografió el viajero insatisfecho en una de las piedras del templo Hatshepshup (Egipto), que un equipo de investigadores polacos, restauradores de este mausoleo (fotografía de abajo), no consiguió colocar en un lugar concreto. La piedra está allí, apilada como otras muchas, hasta que algún ducho ose encontrar su originario lugar.
[Dicho sea de paso, la restauración, a ojos de inexpertos, parece demasiado forzada para alcanzar una determinada grandiosidad arquitectónica, quizás NO muy documentada].
Hatshepshup fue, mucho antes que Cleopatra, emperatriz del Antiguo Egipcio [Si algún lector quiere entretenerse con su historia, fue novelada por Pauline Gedge, en “La dama del Nilo”] y el escarabajo, un símbolo para este ancestral pueblo.
Existen muchas interpretaciones sobre lo que significaron estas representaciones de coleópteros -hay variedad de ellas- para los antiguos moradores del imperio faraónico, pero este blogger se inclinaría por pensar (teoría inventada) que si los antiguos egipcios consideraron a los dioses protectores del hombre en vida, el escarabajo pelotero debió ser el encargado de trasportar su espíritu a través de la muerte, a imagen del propio animal arrastrando su pelota terrera hacia las profundidades de algún cercano precipicio.
Los antiguos egipcios le concedieron a este escarabajo un lugar real entre sus divinidades. Ufano, de oraciones y rituales, ayudaría a los muertos a pasar sin problemas el juicio final ante el todopoderoso Osiris.

Muy rarillos ellos (los antiguos egipcios, claro).

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9 de octubre de 2009

Una fotografía más


Una fotografía más.
Una fotografía, nada más, pero reúne muchas escenas cotidianas de África. Hacía mucho que no repasaba el viaje a Madagascar de donde este viajero insatisfecho no tiene apenas instantáneas. Pero al hojear, y ojear, el álbum se topó con este sencillo encuadre.
Todo un símbolo.
¿De qué?.
África polvorienta.
África de uralitas oxidadas y de latón, nada turística.
África de niños pobres.
África de animales acomodadizos.
África desteñida y deslucida.
Sucia.
Atestado de negros pasajeros (él era el único blanco), el coche en el que viajaba (un destartalado y viejo Peugeot 504) se detuvo. ¿La caja de cambios?. ¿El ventilador? ¿El tubo de escape?. No lo supo. En África, cuando el coche se detiene en medio de la nada, es paciencia y más paciencia. El viajero necesita ser paciente. La noche, recuerda, caía encima y ni por asomo se veía una solución. Antes de que la oscuridad engullera el último rayo, sacó varias fotografías (una de ellas, la de esta entrada) y después se acomodó en un cercano ribazo para pasar una movida y cálida noche.Una noche en un ribazo en África, aparte de movida y cálida, puede ser arriesgada y peligrosa.

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2 de octubre de 2009

El símbolo hercúleo de Río

De ‘hercúlea’ podría definirse la estatua del Cristo Redentor del Corcovado. Tan descomunal como inútil para aquel Brasil de primeros del siglo XX, la estatua fue ejecutada por el escultor francés Paul Landowski y los ingenieros Heitor Silva y Pedro Viana. Situada en una privilegiada montaña, mantiene -y se perpetúa en la mente del visitante- unas inolvidables vistas de Río de Janeiro y su bahía
¿Merecía ser elegida recientemente como ‘Maravilla del mundo’?.
No. Mucha gente opina que no y este viajero insatisfecho tampoco.
La ascensión es sencilla, la facilita un estrecho tren de cremallera serpenteante por la espalda de la montaña o una carretera, también serpenteante, que este trotamundos no utilizó. El tren parte de uno de los barrios de la ciudad y asciende lentamente entre humildes casas, algunas de oxidado latón, y verdes árboles que lindan con pequeños huertos labrados para, en apariencia, el mantenimiento familiar.
Arriba, el ambiente turístico se deja notar. La posibilidad de una fotografía en solitario del Cristo se convierte en ‘misión imposible’ (tarara, ra, ra, raaaaa). Bueno, si, contrapicados desde su base para tomar su altura en toda su magnitud.
Un espectáculo es ver el movimiento de las ya cercanas nubes, arrastradas por las corrientes de aire caliente, que parecen lanzar al Cristo a una navegación aérea a través de la cercana bahía.
Una hipnótica visión.
Un símbolo de Río.
………………………………

¡¡Enhorabuena Río 2016!!
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25 de septiembre de 2009

Desde Huayna Picchu (y viceversa)

¿Quién ha estado en Machu Picchu y no ha ascendido al Huayna Picchu?. [Poseen estos nombres tan raros para los occidentales europeos porque mantienen su origen ‘quechua’. Y es de agradecer].
El Huayna Picchu es la montaña que aparece al fondo en la mayoría de las fotografías de este impresionante enclave. La montaña (dice Wikipedia -y un letrero en su parte alta, también- que tiene 2.667 metros sobre el nivel del mar. ¡¡Pues no es pa’tanto!!) se puede ascender, cómo no, previo pago de un ticket de entrada. Su ascensión es dura, aunque escalonada para inexpertos. Pero al llegar a la cima, y contabilizar 50 minutos de ascensión, al viajero insatisfecho se le hinchó una vez el pecho de satisfacción (¿contradicción?), y muchas veces más, no por la subida de autoestima sino por la falta de aire, que costaba respirar, al ser empedernido fumador (Ya lo ha dejado).
Desde allí, se divisa Machu Picchu como si fuera ‘a vista de pájaro’. Se ven sus formas geométricas, sus delicadas aristas y, aunque palidece su belleza, aparecen sus diferentes tonos de verdor, más suaves y cuidados que los de su alrededor. Desde allí, desde aquella milenaria atalaya, se muestra al visitante el territorio del emperador inca Pachacutec en toda su privilegiada altivez, se ve y se disfruta toda la magia de este inmortal lugar.


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21 de septiembre de 2009

No, no. Con fan

  • He dormido (es un decir) con el ventilador del techo a tope, calculando que ningún mosquito sería capaz de trabajar bajo su corriente, pero preocupado por la posibilidad de que se saliera de su eje y aterrizara dando vueltas sobre mi cuerpo desnudo”, escribía hace unos días Juan José Millás en un artículo-reportaje sobre Cachemira, problemática zona del norte de la India.

Y este viajero insatisfecho se identificó tanto con esa simplona situación que recordó al instante sus experiencias en habitaciones sucias y maltrechas, de luz tenue, insuficiente para leer y ventilador amenazante en el techo, por las que pasó a lo largo de sus viajes por la India o Tailandia, u otros.
¿Quiere la habitación con ‘aire acondicionado’?, preguntaba el muchacho de la recepción. No, no. Con fan (ventilador, en inglés), era la contestación. No sabe, ahora, si era masoquismo, puro misticismo leonés, ganas de imprimir dureza a su experiencia, deseos de enfrentamiento con lo imprevisto o estupidez juvenil (esto último no puede ser, pues continúa haciéndolo y, ahora, ya no podría calificarse de juvenil). El caso es que así se planteaba cada estancia nocturna en aquellos humildes hoteles donde, incluso, podría haber dormido cómodamente.
En otros peores, ni siquiera había esa posibilidad. No, no. Con fan. Sus giros rápidos, con sospechosos balanceos y su persistente ruido chirriante y molesto le convertían, aún más, en ventilador asesino. Pero el sueño le sobrevenía al viajero lentamente y se sobreponía a la inevitable y constante preocupación: el último y tal vez letal giro del aquel artilugio colgado del desconchado techo.

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15 de septiembre de 2009

Las redes chinas en la India

La ascendencia leonesa de este viajero insatisfecho le ha hecho observar atónito y perplejo cosas normales para cualquier -también- normal viajero. Pasar toda una mañana (¡entera!) como mirón de uno de los más ancestrales trabajos en la India, viene originado por su nacimiento en las tierras interiores de la España más profunda.
Las célebres redes chinas son una de las imágenes más típicas de Cochin, en el estado de Kerala, y la actividad, que se desarrolla alrededor de ellas, es la que observó este bobalicón y reposado viajero una mañana más, de las muchas que ya había pasado en tierras hindúes. Dice la historia que fueron introducidas por comerciantes de Kublai Khan, soberano del gran imperio mongol. Se trata de grandes redes de pesca fijadas en unas estructuras de madera que se utilizan durante la pleamar. Son sumergidas en las aguas salobres y poco profundas para capturar los pequeños peces que llegan hasta allí.
¡Pero qué laborioso y relajado a la vez es este trabajo!. A criterio de su dueño indio, se suben y bajan las redes de captura. Para elevarlas, utilizan -como contrapesos- piedras atadas a diferentes alturas dependiendo del peso a soportar y ángulo tomado por la red. ¡También, complicado y sencillo a la vez!.
Con esta fotografía -por aquello de que una imagen vale más que mil palabras- la explicación le sobrará al lector empeñado en conocer su funcionamiento.
Muchas otras cosas había que ver en la ciudad, y el mochilero las vio: el antiguo cementerio holandés, la iglesia de San Francisco (primera iglesia cristina de la India), la Sinagoga judía, el ‘viejo Cochin’,….
No pudo más.

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9 de septiembre de 2009

Borrico, ¿y el inglés?

¿Y el inglés?. ¿No es un problema para los viajeros nacidos en época franquista, con pocas posibilidades de aprendizaje y lengua denostada?.
En sus viajes, de anécdotas con el idioma: miles.
De padecimientos con el barato parlar spanglish: miles.
De razonamientos fallidos por culpa del lenguaje de ‘shakespeare’: cientos de miles.
Es una parte más dentro del trayecto, y un inconveniente, y un sentirte culpable. “Borrico, ¿por qué no aprovechaste este invierno para mejorar el idioma?”.
Hoy -pensó aquel día- este viajero insatisfecho se va a dejar de zarandajas. Se va a comer un jugoso filete de vaca o ternera. En la carta (menú) aparecía la solución a su sueño estomacal, a sus apetencias culinarias, a sus momentos de malcomer.
- Esto -le dice al atento camarero señalando con el dedo índice uno de los platos de la carta.
Baked scallops”.
¿Quién no lee aquí unos ricos y sabrosos ‘escalopes horneados’ o ‘escalopes al horno’?.
Pues, no.
Va a ser que no.
Vieiras.

[Pero se las comió con ganas].

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3 de septiembre de 2009

El Nilo, sosiego, mansedumbre y calma

    












El Nilo es la columna vertebral, la arteria principal, el bíceps musculoso que amplifica la potencia de un Egipto que vive aún de la historia, de su civilización pasada y su legado heredado. La rivera de este histórico río es un manto de espesos matorrales de arbustos acuáticos y palmeras. Su verdor de matojos y, otra vez, palmeras contrasta con las montañas de arenisca caliza que el viajero insatisfecho ve cercanas desde el centro de cauce. Sus orillas desprenden suavidad, sosiego, mansedumbre y calma (¿alguien da más?). Y destilan -también- vida islámica, con el sonido del ‘mohecín’, que se oye intermitente, llamando a la oración desde el minarete de cualquier mezquita lejana e invisible, tal vez, diminuta como diminuta la aldea donde aquella se yergue, fanática y altiva. En sus zonas pantanosas crecen flores de loto y de papiro, plantas ambas de altos vuelos faraónicos. Representaban simbólicamente el alto y bajo Egipto.
Se cultiva -como antiguo- el lino, base artesanal para ciertos elementos ornamentales y vestidos. Actualmente, el lino egipcio esta -dicen- entre los más solicitados. También el algodón, que se introdujo en el periodo ptolemaico. Y se ven plantas con flores como la amapola, los narcisos y malvarrosas, y plantas cultivadas como los guisantes, garbanzos, pepino, lechuga, el apio y la cebada. El Nilo lo riega todo y amamanta. Su potencia arrolladora, domeñada por la presa de Assuan, explota con su savia de cultivos.El egipcio es agradecido con su río pero ¿lo cuida?.
Copyright © By Blas F.Tomé 2009

30 de agosto de 2009

Abu Simbel o donde los españoles evacuan

A las puertas de Abu Simbel -el templo de los templos egipcios- el viajero insatisfecho pensaba en el sur de su imaginación. En el sur, de intrépidos exploradores. En el Wadi Halfa, vivido por Paul Theroux en ‘El safari de la estrella negra’, o por Javier Reverte en ‘Los caminos perdidos de África’.
Incluso, más allá y más al sur, en el Gondokoro, de Speke y Grant.
En el Sudán completo, descrito por Robert D. Kaplan en ‘Rendición o hambre’, o por Paco Nadal en ‘El cuerno de África’. En la Tanzania, de Ryszard Kapuscinski en ‘Ébano’, o en el Congo de André Gide y del Rey Leopoldo.
Al Sur.
Siempre al sur de África, pensaba el mochilero.
Pero Abu Simbel merecía una parada real, no imaginada. Monumental y grandioso. Hormiguero de turistas, ávidos de experiencias y conocimientos in situ. Era difícil permanecer en aquella explanada y no sentir admiración por las gigantescas esculturas del gran faraón Ramses II. También difícil atacar el asfixiante interior del templo, por la multitud de personas, casi todos españoles, que a las 7 de la mañana por allí pululaban. Todos admiradores de los relieves y bajorrelieves interiores, estatuas y herméticas salas. España entera evacuaba en el río Nilo. España entera paseaba su cuerpo por el sofocante calor de sus orillas.
Al frente, el artificial lago Nasser formado por la presa del Nilo, y más lejos -hacia el sur- su nacimiento y el ‘África inexplorada’, del doctor Livingstone.

El explorador no encontraría turistas.
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18 de agosto de 2009

¡Viajemos p'atrás!


¿Un viaje a la vergüenza?.
¿Ganas de nostalgia?.
¿Un viaje al pasado del viajero insatisfecho?.
¿Un intento de plantear un debate sobre el alcohol o el botellón?.
¿Existen o no tiempos mejores?.
Que nadie dude que la foto es muy personal. Eran otros tiempos, de gratos recuerdos, épocas nostálgicas y pasos certeros, ¿ahora se diría equivocados?. Nada de eso, gloriosos, con ‘sus luces y sus sombras’.
Un viaje al pasado, de riñas y amores, de alcohol y pasiones, de noches alegres y difícil despertar.
Al levantarse, la cabeza le daba vueltas. En cuanto podía percatarse que había dormido vestido, aunque no entendía aquella cantidad de migas de pan que le molestaban en su piel, entre su ropa que aún mantenía puesta. Tocó y manoseó las sábanas y le transmitieron la misma aspereza de un semillero de trocitos de pan reseco. Al cabo de unas horas, cuando uno de sus atrevidos compañeros apareció con la foto, entendió su inaudito amanecer.
- ¿Y los panecillos?.
- De vuelta, a la puerta del colegio mayor femenino. Eran los bollos del desayuno.
- Puaff, puaafff.
Con cierta ironía se podría citar a Rabindranath Tagore con aquella frase ‘los hombres son crueles, aunque el Hombre sea bueno’.

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7 de agosto de 2009

Región amazónica ecuatoriana

Blandiendo en alto enormes machetes, el más que relativo cabreo en sus rostros y fuertes gritos atronadores en bloque, no parecía la mejor manera de que aquella numerosa manifestación terminara de forma pacífica. En su honor, cabría decir que aquellas herramientas se utilizaban y simbolizaban el duro trabajo de la región amazónica ecuatoriana, el duro quehacer en el cultivo selvático. Trabajo de jornalero mal pagado, de primitivo explotado de sol a sol y asalariado de permanente sudor.
Pero aquel día, aquellos cientos y cientos de facas se convirtieron en un arma de dignidad, de lucha, de poderío, de grito ante la injusticia. El hombre de la zona amazónica ecuatoriana se levantaba contra la voluntad del burócrata quiteño (de Quito) y su heredada prepotencia.
El viajero insatisfecho se manifestó con ellos, oyó sus discursos, blandió su imaginario machete y gritó contra la fiera urbe que grava sus reglas a quien ya las tiene impuestas, y tiene tatuado su sufrimiento por la salvaje naturaleza.

La ciudad de Tena entera gritó al unísono su particular grito, que era de rebeldía y a la vez de orgullo: “¡Somos primitivos!”.


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27 de julio de 2009

Desidia (?)

Llegó a Bombay (ahora, Mumbai) en autobús, una manera como otra cualquiera de llegar. Le dejó en el centro, relativamente cerca de la estación del ferrocarril, a una hora muy temprana. El sol trataba de alzar aún sus rayos en la lejanía y la ciudad aparecía con una clara penumbra matinal.
Al atravesar con respeto las calles laterales a la estación Victoria, el espectáculo era impresionante, pero por lo mísero. Allí, en la soledad y el ruidoso silencio del amanecer no había más remedio que pensar que había demasiados indios en la vida india. Aligerando el paso, el viajero insatisfecho contaba y contaba las decenas de indios que, bajo los soportales, en los setos centrales divisorios de carriles y en los escasos metros del ancho de las aceras, dormían sin orden ni concierto, o tumbados unos al lado de otros. Algunos dormitaban sobre cartones o esterillas, pero la mayoría lo hacía sin nada que hiciera las veces de colchón y sólo con algunas prendas de vestir, con los brazos cruzados debajo de la cabeza. Los niños dormían unos sobre el costado, otros, boca arriba. Arrimados a sus padres, algunos; otros, yacían, como criaturas abandonadas, acurrucados en rincones llenos de suciedad y polvo. No se veían indicios de que poseyeran bienes, sólo cuerpos, sin hatos ni carretillas. Llegó a contar, antes de doblar una esquina, que ahora su mente cataloga como divisoria, unos cincuenta y ocho, que podían ser el doble.
En aquellos momentos, algunos desentumecían ya sus músculos después de haber descansado en el duro cemento o asfalto. El mochilero caminaba con prisas, como huyendo con su pesada mochila al hombro.
¿Miedo?. No, tal vez desidia. Porque ver niños tirados como desperdicios en la acera da desidia, e impotencia.
Llevaba su cámara en la mano.
Pudo sacar unas fotografías.
Nada más.
¿Miedo?. No, tal vez desidia, y vergüenza.
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18 de julio de 2009

La filosofía salvaje de la naturaleza

Siempre impresionó a este viajero insatisfecho la salvaje naturaleza, y la foresta, en especial. La vida que desprende. Allí donde hay árboles hay vida, hay maraña, desdén y desorden.
La vegetación tropical se desenvuelve libremente: matorrales, malezas, cortinas de enredaderas entrelazadas unas a otras, pasan de un árbol a otro, se cuelgan de las ramas mientras lanzan sus tallos al agua o a la humedad salvaje, se agarran a las raíces, al suelo, y no contentos con ello, la naturaleza planta sobre las plantas. De los recodos de las ramas surgen nuevos líquenes, nuevas plantas que almacenan agua para otros animales; musgo y hongos viven sobre agrietadas cortezas, y las plantas aéreas -a veces- como ‘graciosillos’ huéspedes, abrazan de muerte a su árbol hospitalario.
Caos organizado. Caos, caos, caos.
Los árboles seculares -reviejos- y de ahuecado tronco mueren sólo cuando algún rayo hiere su altiva copa. Ya nadie les quiere sin alimento, pelados, sin su savia que alimente a otras vidas vegetales trepadoras. Como mucho les sirve de apoyo.
Y se ven a lo lejos.
Hay, también, enormes peñas que el tiempo y la naturaleza van vistiendo con terciopelos de musgo: el polvo se deposita capa tras capa en sus huecos, la lluvia las fija y las aves siembran sus semillas. El proceso comienza de nuevo, lento, implacable, fiel a su destino. Fiel a su filosofía salvaje.

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10 de julio de 2009

"Al loro"

Hace unos días, el viajero insatisfecho leía una de las ‘entradas’ de un compañero blogger, en relación a los problemas de tinte racial aparecidos en Urumqi (China):

  • El masivo traslado al Tíbet y Xinjiang de miles de chinos de la etnia mayoritaria 'han', otorgándoles privilegios que les hacen prosperar por encima del resto, ha marginado a los habitantes originarios ['uighur'] a la vez que ha erosionado de forma irreparable su identidad. En Lhasa y Urumqi, las capitales regionales, los locales son ya una minoría frente al empuje de la diáspora china.

Atentos al parche” -como dice el dicho popular- en este país ibérico.
Al loro” -decía Tierno Galván- y a su invasión en este país ibérico.
La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”, según Mijail Bakunin.
Pero una cosa es la diversidad [ante la que el mochilero se ‘quita el sombrero’'] y otra, la usurpación y asfixia.
……

Quien haya viajado a China (el viajero lo ha hecho), podrá entrever que el régimen imperante en el país sería capaz de eso y mucho más.

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6 de julio de 2009

Jeepney's (Filipinas)


Tal vez este viajero insatisfecho retrató uno de los más llamativos que transitaban por las ciudades filipinas, pero con el grado decorativo que alcanzan los jeepney’s son dignos de ser catalogados como verdaderas obras maestras. Es un vehículo distinto. Distinto de lo visto hasta entonces, genuino, particular por su estética y misión socializadora para el filipino de a pie. Sus asientos laterales y a lo largo obligan a la mitad del pasaje mirar a la otra mitad. Allí, el filipino se codea, se empuja, se respeta.
La mitad observa a la otra.
Conceptualiza.
Capitaliza las miradas si es extranjero, o chica bonita, o moscón parlante.
El techo almohadillado en todos, o casi todos, cumple una utilidad anti chichones. Un muy loable acierto.
Este particular transporte conforma paisaje. No pueden decir lo mismo los taxis madrileños, o africanos, o los autobuses hindúes: no plantean al mochilero una mirada de asombro.
El paisaje-jeepney es especial, provoca curiosidad, miradas prolongadas si va circulando y sorpresivos movimientos. ¿Lo suscita esta fotografía?.

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28 de junio de 2009

Ryszard Kapuscinscki: ¡Qué extraño nombre!

Aaah. ¡Que es polaco!.
Este viajero insatisfecho cree recordar que fue ‘Ébano’ el primer libro que leyó. Cree recordar que lo compró porque la portada de aquella edición barata le resultó fascinante.
Y no era de una ‘ebony woman’, creedle.
Este polaco fue un periodista con sensibilidad de poeta; un reivindicativo, nada demagogo; fue un valiente desde su más pura y entrañable normalidad; tuvo miedo, hasta describirlo a la perfección; fue un aprendiz del camino y el que mejor relató las minucias; nada de estereotipos, fue un sabio de la vida, en concreto, humana.
¿Es poco?.
Vivió en primer plano un momento convulsivo del continente negro, golpes de estado, conflictos, guerras, asesinatos estúpidos,….
Observó muchas cosas, entre otras, a la mujer en pleno paisaje africano; el mochilero que esto escribe, también. Este lo pensó, pero aquel lo proseó:

  • “Coge con la mano izquierda la estera para dormir y con la derecha conduce al segundo niño [el otro, a la espalda]. Y así, caminando enseguida a paso ligero y rítmico, enfila un sendero entre matorrales, sendero que lleva a un mundo que desconozco y que tal vez jamás comprenderé” (Ébano).

Hay sabiduría y humildad en sus palabras; no hay caricaturas, sino puñetera realidad. El que lea varias veces este fragmento -normal, corriente, nada retorcido, de comprensión rápida- habrá pisado un poco más África, habrá sentido entre sus dedos su tierra ardiente y rojiza, y habrá olido su sudor humano.
Este aprendiz ha pisado sus huellas de tenaz observador o, mejor, se ha acercado con miedo a ellas, y se siente orgulloso. Un intento de hacer algo ‘a lo kapuscinski’:

  • “El policía malgache -cree que lo era- apareció por su lado del coche. Vestía un sucio anorak deportivo, le pidió el salvoconducto -el pasaporte-, lo ojeó, sin verlo pues la oscuridad lo impedía y le alargó su mano libre abierta solicitándole no sabe qué. El mochilero le puso 20 francos franceses en ella. Como contrapartida, aquel hombre le devolvió el pasaporte y les dejó, al conductor y a él, continuar viaje en la oscuridad más oscura, rumbo al aeropuerto” (Viajero insatisfecho).

Pero…., Ryszard Kapuscinski es otra cosa.
Su mejor libro: ‘Ébano’.
Un original formato: ‘El Emperador’.
El más sabio y difícil: ‘Viajes con Heródoto’.
Más cercano y, tal vez, sentido: ‘El imperio’.
Sorprende: ‘La guerra del fútbol’.
El más instructivo: todos.
La guerra siempre se vinculó a la mentira”, una de sus frases. Banal, pero, a la vez, erudita.
……………

[Esto es un homenaje]

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21 de junio de 2009

Lo cotidiano

Alguien se preguntará -de los pocos que se atrevan con los plomizos ‘blogs de viajes- de dónde sacan el dinero el experto viajero, o el insaciable viajero, o el viajero insatisfecho, y otros muchos, para sus reales e inevitables aventuras.
¡Que nadie dude que cuestan dinero!. Dinero proletario, de trabajador empedernido, dinero de esfuerzo diario, de mísera existencia, …
Pero dinero al fin y al cabo.
Para este mochilero, nada más fácil que conseguir dinero para viajes. Dólares. La imagen -como todas las imágenes- es ilustrativa.

[Pide tranquilidad dentro del mundo feminista, pues no ha habido ni siquiera un leve cachete en sus carnales posaderas para arrancarle el obsequio].
El papel aparece y se toma como una re-configuración de la vida cotidiana. Si cotidiano es ir a clase, pasear en bicicleta o salir con los amigos, ¿por qué no podría serlo tomar el dinero de dónde lo ofrecen?.
De alguna manera el viajero insatisfecho -no subvencionado- sería un héroe en toda regla: construye la realidad, muestra sus deseos cotidianos, sus devaneos carnales, sus apetencias domésticas, sus incertidumbres personales y diarias, sus interrogantes introspectivos y sus urdimbres mentales.
No contra alguien sino en su favor.

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14 de junio de 2009

El chaski

No conocía al chaski, ese personaje tan real del imperio inca. Cuando observó en un cuadro -ahora anónimo en su recuerdo- una representación de aquel indio musculoso y corredor supuso que era un personaje importante en el imaginario popular peruano. Lo vio en una antigua casa de la ciudad de Trujillo, luego, en un museo de Cuzco, y leyó de él un relato en Cajamarca. La información le llegó desde varios frentes y el viajero insatisfecho supo entrever -entonces- lo importante que aquel mensajero había sido para la supervivencia del imperio. Los chaskis formaban una cadena de enlaces y, de trecho en trecho, hacían relevos para llevar, ligeros, el mensaje de su señor a un lejano reyezuelo o, quizás, algún aguerrido guerrero.
No se involucraban en el contenido del escrito ni en la posible contienda llevando la posta, y hacían su recorrido de cientos de kilómetros, así les tocara meseta o cordillera.
[Más de esto último].
Poco les importaba quién llegaría a ejercer el poder sobre quién. Comprendían instintivamente que en tiempos de guerra no se podía escoger al enemigo como tampoco debían cuestionar las posibles ramificaciones y derivaciones del mensaje que llevaban.
Ser chaski era una gran responsabilidad y un cargo que había que cumplir con mucho honor.
Al fin y al cabo, no eran ellos quienes acercaban batallas a sus convecinos, ni portaban lanza o prisionero, engaño, muerte, esclavitud e ignominia a sus pueblos.

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6 de junio de 2009

"Beneficencia" / Cuento africano (*)


Una mujer casada, Tihua, yendo al bosque a coger hojas para envolver los panes de akassá (harina cocida de maíz), descubrió por casualidad el cubil de una pantera. El animal estaba ausente, pero sus cachorros, dos recién nacidos, se debatían bajo un montón de hormigas negras e iban a perecer infaliblemente.
Tihua, compadecida, liberó rápidamente a las pequeñas criaturas de sus verdugos y, aunque la picaron también gravemente en las piernas y los brazos, los llevó lejos de allí, bajo un gran matorral donde les confeccionó una yacija.
Luego, hizo su cosecha y se dirigió a su choza llevando su fardo en la cabeza.
Ignoraba que la pantera, expulsada de su cubil por la invasión de hormigas, había tenido que abandonar a sus cachorros y refugiarse en lo alto de un árbol cercano, desde donde no se había perdido ni uno solo de los movimientos de la mujer.
Cuando Tihua se hubo alejado, la fiera saltó al suelo, fue a lamer sus cachorros y, luego, con silentes pasos, siguió a la campesina.
En las proximidades de la aldea, donde no se atrevía a aventurarse a pleno sol, el animal trepó ágilmente a un tupido mango. Desde allí, siguió con la mirada a su benefactora, descubrió el emplazamiento de la morada donde penetraba y huyó.
Por la noche, la pantera salió de caza, mató un gran antílope y lo arrastró en plena noche para depositarlo ante la puerta de Tihua.
Al amanecer, el ama de casa, al descubrir la tendida gacela, tuvo miedo, soltó algunos gritos y despertó a su marido. Éste advirtió que las heridas del antílope procedían, sin duda, de las zarpas de un gran felino y, luego, toda la aldea desfiló ante la proverbial presa.
Tihua contó entonces la aventura que había vivido, la víspera, en el bosque; naturalmente, llegaron a la conclusión de que la pantera le había hecho aquel regalo a guisa de agradecimiento
”.

……………
Moraleja: Hay que ser bienhechor: recibes recompensa.
.............................................

(*) Trautmann, RenéLos cuentos pasan.... Leyendas e imágenes de la Costa de los Esclavos. José J. de Olañeta, editor. 2007. Palma de Mallorca.

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31 de mayo de 2009

Paz


Después de doscientas entradas contando patrañas viajeras, este viajero insatisfecho se hace su pregunta. Ya, decenas de veces.
¿Por qué nunca ha escrito de su experiencia en el Taj Mahal?.
Ni siquiera -piensa- ha colocado una fotografía de este mítico lugar.
Tiene miedo.
¿Por qué?.
Quizás no sepa describir aquel momento, la visión que tuvo en su interior y que sería necesario plasmar si dibujara aquel instante.
Se levantó no muy temprano.
Después de desayunar, abandonó la humilde guest-house donde había pernoctado aquella noche. Uno de los muchos jóvenes ricksaw que estacionaban delante del hotelucho para viajeros se ofreció a llevarle.
Sus simpáticas maneras le animaron.
Con varios días ya en la India tomando este popular medio de transporte, le comían la curiosidad y las ganas de querer conducirlo. Se lo propuso al enjuto pero fibroso muchacho e intercambiaron los papeles. El mochilero conducía por un largo paseo de la ciudad de Agra, de árboles centenarios, mientras el hindú sonriente se dejaba llevar cómodamente sentado. Fue un rato de intenso esfuerzo pero, guiado por sus indicaciones, consiguieron poco a poco ir acercándose al Taj Mahal. No le vislumbraban aún cuando se rindió ante el agotador pedaleo y las gordas gotas de sudor húmedo que desprendía su frente.
Se sentó en el lugar que entonces le correspondía.
Mientras pensaba, y admiraba el duro trabajo de aquel ricksaw-man, recorrieron la última avenida y llegaron a la entrada del monumento.
¿Qué sintió al verlo a lo lejos, después de un amplio, simétrico y cuidado jardín?: Paz.

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23 de mayo de 2009

La canasta (Filipinas)

Cada país -este viajero insatisfecho ya ha realizado sus comprobaciones- tiene su deporte. En algún territorio, tal evidencia les engrandece y les relanza al mundo donde la ilusión e imaginación son una importante componente de vida.
En Filipinas, cuando cenaba en las terrazas de madera al aire libre, la televisión transmitía uno -cualquiera- de los partidos de la NBA; en los lejanos pueblos, situados a lo largo de la carretera, la canasta se alzaba principal y era habitual ver a un par de jóvenes jugando solitarios al baloncesto. Un filipino que le abordó en Cebú City, al enterarse de su origen, le recitó, de carrerilla, los nombres de todos los españoles que juegan en los campos USA.
Ejemplos significativos.
Si Gasol hubiera nacido allí, sería un mito. Habría aprendido en esas canastas solitarias y, quizás, se habría endiosado con la admiración ciega que demuestra el filipino hacia sus ídolos gigantes deportivos.
Bajitos sí son los filipinos, pero sus mitos son los más altos del basketball, los más grandes de la cancha, los mejores en mates y triples del circuito NBA.
Este mochilero aún recuerda a aquel niño que, bajo una solitaria y artesana canasta, miraba inmóvil, pensativo y, quizás, triste su torcido y destrozado aro. No pudo hacer la fotografía del momento, pero aquel instante circula en su mente como símbolo imaginario de Filipinas, del ‘país de las 7.000 islas’.

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18 de mayo de 2009

Es un apenado recuerdo

Hubo una mano que le ayudó, por interés -por supuesto- pero la mano allí estuvo, cerca, cálida, sin aspavientos, con simpatía y sencillez. La mano era infinita. El calor, aunque un resquicio, se dejaba notar. Hace unos días esa mano se adormeció para siempre, ¡maldita sea!.
Este es el homenaje del viajero insatisfecho para aquel hombre, dos veces casado con la misma mujer, que conoció un lejano día en Arusha (Tanzania), le contrató para que le llevara y guiara por el antiguo cráter del Ngorongoro y, luego, él le paseó desinteresado también por el Parque Nacional de Tarangire. El libro-guía decía de este parque nacional y de la zona del río que transita por él, “está infestada de moscas tse-tsé, a la que los animales salvajes son resistentes; los masai no quieren instalarse allí con sus ganados porque sus animales domésticos no lo son”. Estos libretos, a veces, se pasan de tremendistas y asusta-viajeros.
Este amigo tenía, a unos kilómetros del lugar, un camping, nada lujoso -rudimentario, diría- en una zona de sabana seca. Un negocio casi ruinoso pero que le había aportado un dinero suplementario.
Murió hace días, joven, con proyectos, con futuro y -seguro- con varios business inacabados.
De su muerte se enteró de casualidad.

Se apenó en silencio.

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