-Paisaje de 'palmyras'-
Si había algo que
distinguía la zona norte de Sri Lanka del resto, además de ser el territorio
tamil donde prevalecía la religión hindú, era su apariencia más seca, casi desértica
sin llegar a ser tal. El brillante verde de la zona centro y sur del país pasaba
a ser más tenue, tiraba más a un verde grisáceo cercano al ocre del hipotético desierto.
Y el calor (“¿Vas a Jaffna?. Uff, mucho calor”, decían allí). Pero también si había
algo que destacaba, una vez cruzado el paso del Elefante, donde daba
comienzo la península de Jaffna, eran las palmyras, esas palmeras altas, y algunas,
pocas, ligeramente curvadas por el viento y, siendo muy delgadas, también por
el propio peso de su cresta de hojas/abanico. Era una imagen recurrente, mirara
por donde mirara, las palmyras
destacaban en el horizonte como mástiles de banderas izadas de bienvenida. Y no
debían ser muy frágiles cuando aguantaron muy bien los envites del pasado tsunami que perjudicó bastante a aquella
zona ceilanesa. Este árbol estirado junto a pequeños destrozos provocados por
aquel terrible fenómeno natural, conformaban a veces un extraño paisaje. Se
calculaba que había 11 millones de palmeras en la isla de Sri Lanka, gran parte
de ellas ubicadas una vez traspasado el paso del Elefante. Este paso, muy
conocido en la isla, era un precioso istmo entre marismas que comunicaba la
península de Jaffna con el resto de Sri Lanka, por el que se luchó
encarnizadamente durante la pasada guerra, de la que aún quedaban vestigios. Se
llamaba así por los cientos de elefantes que pasaban por allí de camino a la
India entre el siglo IV a.C. y el siglo XIX.
Aquel trayecto en
autobús en busca del templo hindú de la isla Nainativu (ya contado), sirvió
al viajero insatisfecho para
recrearse en el hallazgo de la palmyra
e impulsar su admiración por esta planta que los locales utilizaban para casi
todo. Iba unida a la cultura social del pueblo tamil: “la madera -según señalaba
el libro/guía- sirve para las construcciones; las hojas para hacer vallas y
tejidos; la fibra para hacer cuerdas, y la savia para beber. Si se la deja
fermentar unas horas, se convierte en un ponche aromático de baja graduación.
Las raíces jóvenes de la palmyra -añadía-
son ricas en calcio y se comen como tentempié, o molidas, en forma de harina
que se usa para hacer unas gachas llamadas khool”.
Un pequeño homenaje a un árbol que destaca, entre otras cosas, por su altura y languidez.
Un pequeño homenaje a un árbol que destaca, entre otras cosas, por su altura y languidez.
Copyright © By Blas
F.Tomé 2015
La palmyra les sirve para todo a los nativos, y a tí te ha valido para ponerte lírico, una forma a la que no nos tienes muy acostumbrados y que se ve que está más cerca de quien eres de lo que aparentas.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Me encanta la palmera por su esveltez y elegancia, y si sirve para todo, entonces hay que protegerlas. Como a esas culturas que saben aprovechar todo lo que las rodea y luchan juntos por la vida.
ResponderEliminarHola Blas: Con tus escritos sobre Sri Lanka estoy conociendo cosas (aprendiendo, por qué no decirlo) de las que antes ni había oído hablar...por muchos manuales de geografía que haya estudiado. Por ejemplo, los múltiples usos que los nativos dan a estas "palmyras". Un abrazo!
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