¡No
pasaba nada!
Una
jornada de turismo sostenible.
La llegada a esta población era con el fin de visitar las cataratas de Maletsunyane, y a ese propósito se encomendó nada más dejar la mochila grande en la habitación. Pero el trayecto al salto de agua era largo. Se atravesaba la población, después se cruzaba un arroyo, en cuya orilla estaba Semonkong Lodge, el más prestigioso alojamiento de la población, y luego se iniciaba, por unas estrechas sendas para caballerías y ganado, la ascensión a las montañas que rodeaban la zona. Por una de estas veredas, de subidas y bajadas, circulaba el viajero insatisfecho en la búsqueda de las cataratas. Respiraba un aire extremadamente puro y lo notaban sus fosas nasales. Desde el primer momento, se daba cuenta de la gran altitud, a la que normalmente no estaba acostumbrado a vivir: hacía algo más de brisa fresca de lo normal y al mirar alrededor veía montañas imponentes, algunas más bajas que el punto de observación. Otras, más altas.
Desde
una de las partes más altas del trayecto, divisaba todas aquellas montañas de
suaves picos y verdes laderas y algunos rebaños de ovejas pequeñas en tamaño, que
eran la raza de Lesoto. De ellas extraían la lana con la que se hacían las
numerosas mantas que los locales llevaban habitualmente por aquellas latitudes.
A veces, de coloridos variopintos; otras, no tanto. Se cruzó con cantidad de
pastores y labriegos montados todos ellos en sus apuestos caballos y enfundados
en las austeras mantas de lana. También, con sus pasamontañas calados.
Amables,
y alguno de ellos sonriente, saludaban al mochilero con simpatía.
Y
llegó, después de dos horas de caminata, a las cataratas Maletsunyane. Un gran
barranco se divisaba antes de llegar al salto. Éste se formaba al caer el agua
de uno de los arroyos al gran despeñadero.
¡Espectacular!
Se
veía alejado, pero imponía.
Con
poca agua, pero aun así de gran belleza.
Se
sentó en una de las rocas y dejó pasar los minutos. En silencio. Esperando oír
al agua golpear el fondo, pero, no. Era silencio sobre el silencio reinante.
Era la paz absoluta, enmarañada entre los picos, valles y laderas.
(Las fotografías completan más la información descrita).
VÍDEO
Copyright © By Blas F.Tomé 2024
Será que puedo comentar esta vez?
ResponderEliminarEso de la cataratas me seduce, sí.
Se ve que el corderito tenía algo más que huesos. Dos horas cuesta arriba!
Bueno, Blas, es casi la hora de cenar y ese cordero con verduras me está haciendo la boca agua...
ResponderEliminarEso compensa en parte, supongo, lo de los servicios mínimos que, dicho sea de paso me ha recordado cuando mis padres me enviaron, con diez años, a un internado en el corazón de la altiplanicie manchega en el que estuve casi cinco años.
En cuanto a que "el trayecto al salto es largo" y las sensaciones que te provocan, parece que evocas a Kavafis cuando en su poema Ítaca, dice: "Pide que el camino sea largo , lleno de aventuras, lleno de experiencias...".
Ese largo trayecto te preparan para disfrutar de las cataratas de una forma que ni mil fotos nos podrían transmitir.
Abrzss!
PD. La próxima vez déjate de Bonnini homestay y vete al Semonkong Lodge. Pilar, Llama Rosa, yo y quien quiera apuntarse, pagamos la diferencia :-)
Querido, viajero. Me voy a permitir ser breve (aunque siempre que se dice esto...)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato y fotos... Me has vuelto a hacer reír imaginándote (como en otra ocasión) con el cubo por la cabeza al ducharte... :))
Estoy con Emilio, la próxima vez, hacemos una colecta para el hotel ***** (ahora creo que se llama crowdfunding).
Es evidente que ¡estás hecho un chaval!!! Y, aunque tú te hayas ido del vídeo enseguida, yo me quedo sentada, en ese borde, para seguir contemplando esa inmensidad de paisaje y su catarata chorreante, con esa música tan bonita.
¡Qué paz infinita!!
Besotes.