Maseru tenía varios mall (comerciales), un aspecto de cierta prosperidad, pocos atractivos turísticos y era una deslavazada ciudad, con subidas y bajadas por los diferentes cerros que la rodeaban. Intentó visitar el Royal Palace, pero eran necesarios una serie de permisos: la burocracia le desanimó. Ante este panorama, se lanzó a conocer Thaba Bosiu, a unos 30 kilómetros de la capital (el libro-guía lo proponía, y un barato taxi, la solución), en el corazón histórico y espiritual del reino Sotho, pero resultó ser algo tan artificial, que más bien hubiera debido visitar por la noche, donde las actuaciones folclóricas (incluso picantes, según alguna información recibida) eran lo más reseñable.
Al
regresar a Maseru, ya de noche, se desorientó y, sin dirección de su hospedaje,
se dedicó con el taxista a tratar de localizar la guesthouse, sin conocer siquiera su nombre. Menos mal que, después
de multitud de llamadas (tenía el teléfono en el llavero de la habitación), se dignaron
en contestar, si no la noche la hubiera sido diferente. Aquí no terminaba esta
lamentable aventura: cuando el taxista se fue, se dio cuenta de que había
olvidado la cartera en el coche, donde llevaba el pasaporte y un buen monto de dinero.
Debería
levantar el vaso y brindar por aquel taxista y su amigo acompañante, que decidieron
regresar —animados por la llamada telefónica de la dueña de la pensión— con los
objetos perdidos del viajero
insatisfecho (pasaporte y dinero). Comprobó que tenía todo en regla, les
dio las gracias más efusivas y les gratificó con un buen montón de lotis (moneda lesotense).
¡Que nadie critique a este pueblo de gente buena y honesta!
Durmió, con la mente reprobatoria hacia sí mismo por este tipo de olvidos (el primero en su larga vida viajera), y a la mañana siguiente abandonó la capital en dirección a Semonkong, a unas cuatro horas de trayecto.
Efurom1
ResponderEliminarMe encanta este tipo de entradas, Blas, donde no se cuentan grandes descubrimientos o encuentros estupendos, sino donde se cuentan los despistes o los tropiezos del viajero, en esta ocasión nada insatisfecho. Afortunado, mucho, diría yo. Si eso me pasa a mí...
ResponderEliminarAbrazos!
Pues, sí, me pasa como a Emilio, me gustan estos posts-viajeros donde nos cuentas las anécdotas del viaje, aunque en esta ocasión, menudo susto te llevarías al comprobar que te habías dejado la cartera en el taxi... ¡Horror!! Supongo que un sudor frío te recorrería el cuerpo por un momento...
ResponderEliminarEso con las motos-taxis no te hubiera pasado.
Menos mal que hay gente honrada por todo el mundo.
En una ocasión leí (o escuché), que Lesoto es llamado "El reino de los cielos"... Ya puedes decir que lo has visitado, o, que "has subido y bajado". (ji)
Besotes.