17 de abril de 2024

Lesoto, un nuevo país


Cocodrilo, monumento en el centro de Maseru

Entraba en Lesoto por la frontera de Maseru Bridge, una de las más habituales y concurridas. Venía de Bloemfontein, una insulsa ciudad sudafricana (capital de la provincia del Estado Libre de Orange), donde había llegado el avión de Ciudad del Cabo. Tomó este medio de transporte porque la distancia entre estas dos ciudades, en autobús, le hubiera llevado unas 24 horas. Excesivo tiempo perdido y demasiado cansancio para iniciar este periplo sudafricano. 
No se arrepintió. 
Atravesó el río que separaba ambas fronteras (sudafricana y lesotense) y, sin más, se encontraba a las afueras de Maseru, capital de Lesoto. Encontró un alojamiento, una guesthouse, que consideró cara para un país como éste, pero allí arribó después de visitar varias y todas ellas de presupuesto elevado. Eso sí, estaban super limpias y ofrecían unos servicios muy cualificados (B&B).

Maseru tenía varios mall (comerciales), un aspecto de cierta prosperidad, pocos atractivos turísticos y era una deslavazada ciudad, con subidas y bajadas por los diferentes cerros que la rodeaban. Intentó visitar el Royal Palace, pero eran necesarios una serie de permisos: la burocracia le desanimó. Ante este panorama, se lanzó a conocer Thaba Bosiu, a unos 30 kilómetros de la capital (el libro-guía lo proponía, y un barato taxi, la solución), en el corazón histórico y espiritual del reino Sotho, pero resultó ser algo tan artificial, que más bien hubiera debido visitar por la noche, donde las actuaciones folclóricas (incluso picantes, según alguna información recibida) eran lo más reseñable.


Escenario, en Thaba Bosiu

Al regresar a Maseru, ya de noche, se desorientó y, sin dirección de su hospedaje, se dedicó con el taxista a tratar de localizar la guesthouse, sin conocer siquiera su nombre. Menos mal que, después de multitud de llamadas (tenía el teléfono en el llavero de la habitación), se dignaron en contestar, si no la noche la hubiera sido diferente. Aquí no terminaba esta lamentable aventura: cuando el taxista se fue, se dio cuenta de que había olvidado la cartera en el coche, donde llevaba el pasaporte y un buen monto de dinero.

Debería levantar el vaso y brindar por aquel taxista y su amigo acompañante, que decidieron regresar —animados por la llamada telefónica de la dueña de la pensión— con los objetos perdidos del viajero insatisfecho (pasaporte y dinero). Comprobó que tenía todo en regla, les dio las gracias más efusivas y les gratificó con un buen montón de lotis (moneda lesotense).

¡Que nadie critique a este pueblo de gente buena y honesta!

Durmió, con la mente reprobatoria hacia sí mismo por este tipo de olvidos (el primero en su larga vida viajera), y a la mañana siguiente abandonó la capital en dirección a Semonkong, a unas cuatro horas de trayecto.


Cerveza "Maluti", de Lesoto


Copyright © By Blas F.Tomé 2024

3 comentarios:

  1. Me encanta este tipo de entradas, Blas, donde no se cuentan grandes descubrimientos o encuentros estupendos, sino donde se cuentan los despistes o los tropiezos del viajero, en esta ocasión nada insatisfecho. Afortunado, mucho, diría yo. Si eso me pasa a mí...
    Abrazos!

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  2. Pues, sí, me pasa como a Emilio, me gustan estos posts-viajeros donde nos cuentas las anécdotas del viaje, aunque en esta ocasión, menudo susto te llevarías al comprobar que te habías dejado la cartera en el taxi... ¡Horror!! Supongo que un sudor frío te recorrería el cuerpo por un momento...
    Eso con las motos-taxis no te hubiera pasado.
    Menos mal que hay gente honrada por todo el mundo.
    En una ocasión leí (o escuché), que Lesoto es llamado "El reino de los cielos"... Ya puedes decir que lo has visitado, o, que "has subido y bajado". (ji)

    Besotes.

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