Había visitado el salar de Uyuni y, según lo decidido (no siempre el viajero insatisfecho tiene las cosas previstas de antemano), abandonaría Bolivia para internarse en Argentina. Fue fácil. Un autobús le llevó hasta Villazón, en el lado boliviano; en el lado argentino se encontraba La Quiaca. Cruzó la frontera andando. Del lado argentino no le pusieron ningún tipo de sello de entrada en el pasaporte, se suponía que todo estaba informatizado. Después de esperar unas horas (no muchas) en la estación de La Quiaca, tomó un autobús hacia la ciudad argentina de San Salvador de Jujuy, aunque se bajaría en otra población anterior, pues le pareció el sitio más cercano a ciertos lugares recomendables y visitables.
Era noche cerrada en Tilcara, y no solamente eso, llovía a mares cuando descendió del bus, lo que dificultaba los movimientos para encontrar algún sitio donde pasar la noche. No llevaba nada previsto, aunque sabía que en los alrededores de la estación había sitios baratos y cómodos. Pero llovía, y no se podía mover de la estación hasta que al menos aflojara el chaparrón. Estuvo un buen rato esperando y cuando la lluvia no fue escandalosa se lanzó a la calle en busca de ese alojamiento. Encontró uno.
Tilcara era una pequeña población en la provincia de Jujuy, con cierto aire turístico pues por los alrededores las montañas contenían escondrijos que eran populares, bonitos y con encanto. Además, en la misma población había un sitio arqueológico famoso, el pucará de Tilcara. Ubicado en un morro en la confluencia de dos ríos, fue el lugar ideal que eligieron los antiguos pueblos tilcaras para defenderse de los ataques, ya que dominaba el cruce de los dos únicos caminos del lugar. En las faldas más accesibles de este morro construyeron altas murallas. Los pucarás no solo tenían fines defensivos sino también sociales y religiosos. Desde esa altura podían controlarse los campos de cultivo circundantes y las viviendas de los campesinos en los terrenos bajos. Lo inspeccionó el último día, y observó que estaba reconstruido en exceso.
Antes, aparte de admirar los alrededores, fue a visitar en la serranía
de Hornocal, la montaña de los catorce colores, que según se había
documentado, era un lugar de especial belleza. Todas las montañas erosionadas
circundantes tenían esas capas de diferentes colores en los sedimentos, pero el
Hornocal era algo especial por el número de tonalidades. Y así fue. Tomó un
autobús interurbano que le llevó hacía el norte, a Humahuaca, la población más
cercana. Allí todo estaba ya organizado (numerosas ofertas de muchachos para
contratar trayecto) lo que facilitaba el alquiler de un 4x4 compartido para
hacer los últimos kilómetros hasta el mirador. Lo hizo con tres jóvenes
argentinas, simpáticas y muy agradables, amigas entre ellas y, a partir de
entonces, también las consideraría sus amigas. Una bella cordillera esta de Hornocal.
La variedad de sus catorce colores, o quince, o doce, ¡qué más da!, le daba un
aire de montaña de cuento de hadas, por allí habría pasado Alicia (“en el país
de las maravillas”). Capas y capas de diferentes tonos: amarillos, ocres,
rojizos, e incluso, verdosos o azulados. Una delicia visual.
En Tilcara, también, comió la mejor
milanesa de llama, que probaría en todo Argentina.
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Milanesa de llama, uyyyy! Eso sí que no lo probé.
ResponderEliminarQué valiente nuestro Tigre desafiando los elementos.
Después de leer tu escrito, Blas, confieso que estoy alucinando como IDA cuando, con 22 años, descubrió que en Ecuador se hablaba también en español (yo prefiero decir castellano, pero no quiero discutir ;).
ResponderEliminarLo digo porque, aunque ya he sobrepasado con creces los 25 años, descubro en tu escrito términos y localizaciones totalmente nuevos para mí: pucará, Tilcara, Hornocal, Villazón, La Quiaca...el único que me suena (pero no sé de qué) es Jujuy.
¿Cuántos años llevamos leyéndonos y comentando? He perdido la cuenta, pero yo aprendo aquí ( y con ayuda de Mr. Google) siempre cosas nuevas,
Abrzsss!
Espectacular la Serranía del Hornocal, querido viajero. No sé cuánto tiempo disfrutarías de esas majestuosas vistas, pero, desde luego, es para quedarse un buen rato 'respirándolas profundamente'...
ResponderEliminarSuelo leerte dos veces, por eso de que no se me escapen muchos detalles del viaje (post), pero en algunos dan ganas de meterse por ese "aparatito" y quedarse disfrutando de algunos paisajes...
Por cierto, la subida, según he visto, es de 4.700 msnm. Qué campeón estás hecho.
Besotesss
Emilio:
Yo creo que llevamos 'de la mano de nuestro querido viajero, más de 16 años. Seguramente tú más... Y, sí, con él, como dice el refrán: "nunca nos acostamos sin aprender una cosa más"
Un abrazo.
Pues no creas, Pilar, que llevo mucho más tiempo que tú. He estado echando cuentas y debe andar por esa cifra: entre los 15 y 17 años, calculo. Más o menos cuando se puso en marcha "La Comunidad de blogs" de El País...
EliminarBss