El joven masai, ejerciendo de guía
Era
una tarde gris, hacía un rato había dejado de llover pero los nubarrones negros
africanos que solían presentarse de repente amenazaban con hacer una nueva
aparición. El viajero insatisfecho
paseaba solitario por los alrededores de su cutre resort de tiendas de campaña, bastante bien disimulado con el
sotobosque de la zona, muy cerca de la entrada a la Reserva Nacional Masai
Mara, cuando uno de los muchos jóvenes masai que por allí había le invitó a conocer su poblado y su casa, a cambio de una
ridícula aportación monetaria. No suele pagar por sacar fotos o hacer labores
de ridículo/turista ante las situaciones que se le presentan pero la amabilidad
del joven, su simpatía y el aburrido paseo que estaba dando le animó a visitar
un auténtico poblado masai, con sus
cabañas de barro, sus techumbres casi planas de tierra que se veían como
imposibilitadas de parar los frecuentes aguaceros pero por lo que parecía si lo
hacían, y sus corrales de ganado, tanto vacuno como ovino.
Cercado para las ovejas
El joven masai ejercía de guía como si de un
profesional se tratara: “esto son las viviendas (…), este es el cercado donde
guardamos ovejas o cabras (…), este es un sombrero de piel de león que yo mismo
he cazado (…), esta es mi casa donde vivo con mi mujer, mi hijo y mi padre
viudo (….)”. Y efectivamente, así era, o así apreció este mochilero que era cuando
entró en su interior. Un habitáculo oscuro, con una pequeña hoguera en el
centro donde en ese momento se cocinaba una especie de potaje de verduras con
alguna alubia (no entendió lo que el joven masai
le dijo que contenía). La mujer sujetaba en brazos a su pequeño hijo y el padre
charlaba en esos momentos, alrededor del fuego, con uno de sus vecinos y amigo.
Después del saludo, el muchacho se extendió en explicaciones sobre los
destalles que estaba viendo o intuyendo por la oscuridad reinante en el
cuchitril. En varias estanterías, negras por el paso del tiempo y la humareda
permanente y reinante, había algunos utensilios de cocina de plástico, aluminio
o latón. Todo ello en un ambiente oscuro en el único aposento donde se
cocinaba, se hablaba, se dormía y, en general, se vivía.
El joven masai, su padre y el amigo
La mujer y su hijo, dentro de la casa
Fue
un rato en un poblado masai, un rato
pisando barro, un rato de verdad de la zona, un rato de realidad africana que
este viajero no piensa olvidar.
Copyright © By Blas F.Tomé 2016
Tuviste una inmensa suerte que es una alegría que ahora compartas con nosotros. Y también me alegra recordar gracias a ti que aún quedan partes de algunos pueblos sin contaminar excesivamente por el cutrerío.
ResponderEliminarGracias y saludos.
El otro día, Blas, en un programa de TV recordaba Ángel Nieto retazos de su infancia: Es castellano, casi paisano tuyo (de Zamora) y contaba que cuando vino, siendo un niño, con sus padres a Madrid, toda la familia vivía en una habitación... que describía con unas características que podrían ser similares a las de esta familia masai. Y lo chocante era que lo estaba contando desde un "peazo" de casoplón imponente.
ResponderEliminarCuesta trabajo creer lo que este país ha podido cambiar en unos 50 años, hasta que empezó la crisis por unos cuantos se les fue la pinza y olvidaron de dónde venían. Espero que los masai no tarden tanto en alcanzar una vida digna y sobre todo que no caigan en la misma desmemoria que nosotros. Un abrazo: emilio
Uf! se me olvidó firmar!
ResponderEliminarPara un buen leonés, algún antojo te entraría para probar de ese caldero de verduras con alguna alubia.
ResponderEliminarSi es cierto que los masais disponen de una popularidad como ninguna otra entre las tribus africanas. Algo debe ayudar para ellos y también para nuestra curiosidad de conocer su estilo de vida.
Aquí estoy otra vez de "anónima". Es que he perdido mis contraseñas con tanta selva...
ResponderEliminarLos masai, como tantos pueblos originarios, subsisten como pueden confrontados a la vorágine del turismo.
En un minuto su vida puede cambiar por arte y magia de un turista-dios conmovido. Es escalofriante y descoloca a la gente. El esfuerzo? Los rebaños? La "sabiduría" de los mayores? Existen otras prioridades!
"Me adoptas? ...Así podría estudiar..." Me dice.
Besos a mi cronista africano favorito