Muelle de la ciudad de Lamu
El
autobús dejó a los pasajeros en Mokowe, en el dique donde partían
los botes hacia la isla de Lamu. Serían aproximadamente las cinco de la tarde. El viajero insatisfecho estaba cansado
después de once horas de autobús desde Mombasa, gran parte del trayecto por
carreteras sin asfaltar o, en ciertos tramos, con una especie de recuerdo de asfalto
que generaba profundos baches. Al bajar del autobús comenzó la pelea de jóvenes
por captar al cansado mochilero hacia la lancha rápida o hacia el más lento y
tradicional bote. Se decidió por este último, no porque fuera más barato sino
porque las travesías o viajes siempre decide hacerlos con el pueblo llano, con
la gente humilde. ¡Ya tendrá tiempo de gastarse los euros en otro tipo de
necesidades básicas!.
La
isla
de Lamu se veía a unos cientos de metros del dique nada más, pero para
llegar a la ciudad y su dique de acceso era necesario bordear sus aguas unos cuantos kilómetros, unos cinco. El bote, atiborrado de pasajeros, semejaba una de las muchas
pateras que salen en televisión. En la lenta espera hasta que el bote se hubo
llenado, los operarios cargaron todo tipo de bultos y repartieron los siempre
necesarios chalecos salvavidas. Este leonés, único blanco entonces, acaparaba
las miradas del resto, en especial, de niños, siempre curiosos, y jóvenes. Se
entretuvo filmando la estática escena con su minúscula cámara y,
posteriormente, ciertas partes del trayecto. Sentía la tranquilidad entre los
pasajeros, eso sí, pudo apreciar ciertas miradas que no mostraban mucho aprecio
al saberse observados por la cámara que, por cierto, iba disimulada en extremo.
Aun así no pasó desapercibida. Pero nadie franqueó más allá de esas miradas o se
mostró molesto y contrariado en exceso.
El
bote bordeaba lentamente la isla con ese ruido cansino de su pequeño motor. Hasta
que apareció la ciudad de Lamu, la costa permanecía solitaria,
sin atisbo de vida humana. Fue aproximadamente media hora de trayecto en el
que, si bien se sintió examinado, tampoco dejó de hacer lo suyo: observar. La isla
de Lamu era de mayoría musulmán, y así se apreciaba en el pasaje que se
dirigía a casa, en especial, a las mujeres con sus llamativos trajes y
discretos hiyabs/velos, y también,
como no, en algunos hombres pertrechados con sus urdidos topis.
Cuando
arribaron a puerto, su mente ya iba predispuesta para comenzar la batalla de
encontrar una ‘guarida’ donde pasar la noche. Fue muy fácil. La escasez de
turistas en la zona había bajado los precios y acuciaba a los propietarios para
salir en busca de posibles clientes. Rápidamente encontró uno que le ofreció
una ‘guest-house’ apropiada a sus
requerimientos y condiciones. Y para allá se fue.
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Trayecto en barco, recorrido por la ciudad y sus angostas callejuelas, y alrededores:
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Trayecto en barco, recorrido por la ciudad y sus angostas callejuelas, y alrededores:
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Bueno, esta vez disfruto con tu concisa palabra en contraposición con tu extenso video. Pero ya sabes que no olvidaré esas miradas del barco ni los callejones de Lamu. Ahí hay algo indefinible que me toca muy cerca.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Me alegro de que para este trayecto eligieras un bote tradicional...por los motivos que indicas. Entiendo que a algunos no le gusten las cámaras y que se sientan incómodos, aunque no sé si en esa incomodidad pueden influir también sus creencias religiosas. Un abrazo:emilio
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