2 de marzo de 2018

Bagan / Myanmar (Birmania)


Se levantó temprano aquella mañana, desayunó muy bien en la guest-house que tenía el desayuno incluido en el precio de la habitación y salió a la calle. Estaba en la población de Nyaung U (Myanmar), una bulliciosa ciudad, destino de muchos viajeros-mochileros que la utilizaban como centro de operaciones para visitar Bagan. Como en el Antiguo Bagan solo permanecían unos cuantos hoteles caros, carísimos, esta población de Nyaung U, y Nuevo Bagan, a escasos kilómetros, eran el habitual punto de salida matinal para recorrer la llanura de templos. Como había llegado allí la noche anterior no conocía absolutamente nada de esta población pero, una vez recibidas las indicaciones del recepcionista, parecía sentirse capacitado aunque dudada, y se veía perdido en la maraña de calles, entre los bocinazos de coches y motocicletas. “Is very easy”, se empeñaba en decirle el simpático muchacho de recepción cuando el viajero insatisfecho insistía en poner trabas a una excursión sin conocer absolutamente nada del recorrido.
Animado, se precipitó a la calle.


Justo frente a la guest-house, nada más tomarse aquel opíparo desayuno, alquiló una bicicleta eléctrica para desplazarse más cómodamente por el entramado de templos y caminos terreros. Estas bicicletas funcionaban casi como las motocicletas pero llevaban una batería eléctrica que duraba ’70 kilómetros’, según el zagal que se la alquiló.
Salió de aquel lugar céntrico de Nyaug U con la sensación de que volvería al cabo de unos minutos pero, al final, regresó ocho horas más tarde, (in)satisfecho, con la misión cumplida, visitas, paseos, críticas, una legión de fotos y reafirmando sus viejas conclusiones de ‘no me gustan las piedras’ (pero se había empapado de ellas). Hizo cien paradas, había cientos de templos. Rodeó aquellas construcciones observando su antigüedad, sus líneas y belleza. Vio cientos de budas, había miles. Se sentó bajo algún árbol para tomar ligeros respiros. Se descalzó cientos de veces, tantas como entradas al interior de aquella infinidad de templos. Imágenes irreales de aquellos vetustos inmuebles entre árboles y arbustos. El marrón de las piedras contrastaba con el verde paisaje natural.
Ahora, y una vez finalizado el recorrido, puede decir que aquellas bicicletas eléctricas (con aspecto de motocicletas) eran el mejor y más práctico medio para moverse ágilmente por la zona. Tenía razón el joven de la recepción: ‘Is very easy’.
Y promete no dar nombres de templos ¿para qué?. Templos con nombres como Gawdawpalin Pahto, Mimalaung Kyaung, Pahtothamya, Nathalaung Kyaung, Upali Thein, Mahabodhi Paya,….. (¿continúa?).
Más que describir la aventura del paseo va a volcar aquí fotografías.
¿Para qué si no sirve este ‘blog’ ya añejo?.

Ananda Temple






Copyright © By Blas F.Tomé 2018

4 comentarios:

  1. Maravilloso, para mi es un paseo soñado y creo que para ti fue un nuevo tipo de sueño aunque sigas con tu tradicional "antipietrismo".

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  2. Ves tú, Blas, en eso coincidimos: A mí tampoco me gustan las piedras.
    Y un par de cositas:
    1. Después de un opíparo desayuno, lo que corresponde es "dar pedales". No sé si habría muchas cuestas, pero...
    y 2. Ni el blog es añejo ni la pregunta es pertinente.
    Un abrazo.

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  3. Pues a mi, como tu bien sabes por aquello de lo "anejo", me pirran las piedras...bueno, todo lo que encierran y podemos sentir cuando las abrazamos. Igual que los arboles! No creas.
    Eso de miles de Budhas ya no me atrae tanto. El que estaba contra la pompa mundana y la idolatria...pero es que el hombre todavia lo necesita.
    Lo de la bici ...estoy de acuerdo, si no es imposible recorrer todo esos ejmbres de templos.
    Y, hale! confiesa que que quedaste fascinado por el pedrerio. Jajaja!
    Besos

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  4. Very easy! Los nombres de cada templo no parecen tan easy, para un leonés ni para un valenciano. En cualquier caso Bagan dicen que es la joya de la corona de Myanmar, y hay que visitarlo si o sí. Lo de la bici eléctrica no pareció mala idea por lo que cuentas. Saludos

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