5 de enero de 2010

Sorprendente montaña blanca

Algo sorprendente tiene Pamukkale (Turquía). Una montaña convertida por arte de magia o, más bien, del calcio de las cercanas aguas termales, en montaña de algodón, o quizás en una formación natural de “falsas nieves perpetuas”.
La similitud, en ciertas zonas, es increíble.
El agua embalsada en las piscinas (muy parecidas a los caparazones de las conchas marinas de diferentes tamaños) que se forman allí de manera natural, es -dicen- beneficiosa para la piel y los reumatismos.
No comprobado por el viajero insatisfecho, aunque supone que sí por los cientos de personas que visitan Pamukkale, convirtiéndolo en un destino muy concurrido. Sentado al borde de los estanques, se palpaba con los pies, en el poco profundo fondo, un barro blanco y pastoso, muy agitado ya por el número ingente de locales y visitantes.
Famosos son, también, los atardeceres que allí regala la madre tierra, en la parte alta, al lado de las cercanas ruinas de Hierápolis.
La naturaleza otra vez sorprendente y contradictoria: labrando por doquier bellos artilugios calcáreos en la ladera de una montaña e imágenes al caer el sol y, por otro, convirtiendo en escombros una próspera, aunque antigua, necrópolis bizantina.

Harto de piedras y ruinas paseó sólo un rato por ellas.
P.D.- Lo jura por Snoopy: La chica de azul, de la primera foto, no posaba para el mochilero.
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Copyright © By Blas F.Tomé 2010

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