18 de abril de 2023

Sibu y Bintangor, Malasia


Llegando a Sibu, Malasia

Había terminado la visita a Laos, un país con muchas más cosas que ver que las disfrutadas. Había hecho un recorrido de norte a sur y con ello había conocido un poco, sólo un poco el país. Laos se merecía más visitas, sin duda. Se había ganado un tiempo que no le dedicó, seguro.

Después de atravesar la frontera con Camboya, el viajero insatisfecho se dirigió a Phnom Penh. Allí tomaría un vuelo para acercarse a Malasia, otro país que desconocía hasta entonces. Primero, aterrizaría en la parte malaya de la isla de Borneo y pisaría, así, una isla mítica, que siempre desprendió su curiosidad. Sin tener mucha idea hacia dónde ir, decidió empezar por Sibu, en el estado de Sarawak, una ciudad que resultó ser poco atractiva, a orillas del río Rajang. El ambiente de las calles, las edificaciones, lo que desprendía la ciudad a primera vista no le causó buenas sensaciones. Llegó, ya entrada la noche, procedente del aeropuerto, a un hotel con poca prestancia, como todos en los que solía pernoctar, pero éste, además, tenía poco que agradecer a la limpieza y al estilo. Únicamente destacaría la amabilidad del viejo recepcionista que le ayudó en lo que pudo, durante los días que estuvo allí. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, daría una vuelta por los alrededores del hotel. ¿Qué encontró? Una ciudad más, moderna y simple, sin ese algo de esencia asiática o, al menos, no lo vislumbró. Poco que hacer en esta ciudad y pensó que, si todas las localidades malayas eran así, sin identidad, no habría mucho que ver y, menos, disfrutar.


El V(B)iajero Insatisfecho, en Bintangor

“¿Qué puede hacer un visitante como yo en esta ciudad?”, le preguntó al recepcionista. Con muchas dudas y con gestos de “¡no tengo ni idea!”, le indicó al final que visitara una población cercana donde había una competición de motos y lanchas acuáticas. Como nunca había visto tal cosa, se lanzó a la pequeña aventura. Un autobús le llevaría a Bintangor. Allí, en el caudaloso río que atravesaba la población, una gran muchedumbre esperaba la celebración de la competición, o eso dedujo, pues no preguntó a nadie. Desde la parada del autobús, guiado por la gente que circulaba por las calles, llegó al puerto fluvial donde se desarrollaban las carreras. Sin haber visto aún el agua, en los aledaños del río, se cruzó con varias lanchas rápidas trasportadas en remolques, tenderetes con artículos de todo tipo, locales provisionales de venta de comida y fuerte música que salía de las casetas. Ver el ambiente, le animó por momentos. Y pasó la mañana, casi el día, en aquella población disfrutando del jolgorio de fiesta y competición que desprendía el entorno. Sin duda alguna, era el único extranjero que por allí pululaba. Nadie de la multitud parecía proceder de otro sitio que no fuera de la propia isla de Borneo. Recorrió gran parte de los grupos de forofos allí asentados en los muelles, en los edificios que bordaban el río y en los ribazos que el propio cauce había propiciado, y no pudo deducir que alguno de ellos fuera turista o mochilero.


Competición de lanchas rápidas

Competían unas motos acuáticas y unas lanchas de aerodinámico diseño, decoradas con colores alegres y llamativos, y equipadas en apariencia “a la última”. Se celebraron varias carreras en un circuito de ida y vuelta por el ancho cauce. Vistosos derrapes cuando debían girar 180 grados, y tomar el sentido contrario, justo después de traspasar una boya. Velocidad espectacular sobre el agua. Presenció varias competiciones y diferentes modalidades de pruebas. Le interesaban las lanchas, la competición, pero también le agradaba observar a aquellas gentes en su terreno, con sus alegrías y decepciones. Los malayos eran morenos de piel y se les diferenciaba perfectamente, pero había también una gran mixtura, pues se cruzaba con muchos locales orientales de rasgos chinos. No pasó desapercibido. Cuando se encontraba en lugares así no solía ocurrir. Siempre era el extranjero, el distinto, el turista que curioseaba, a quien todos debían echar el ojo.

Así pasó varias horas.

La isla de Borneo le llevaba a una sofisticada modernidad, cuando en el avión pensaba que lo trasladaría a épocas pasadas.


Público, presenciando las carreras

Copyright © By Blas F.Tomé 2023  

3 comentarios:

  1. Aquí estoy en el anonimato...
    Borneo... Camino a la "modernidad". En Asia es un fenómeno generalizado, sólo la India se salva.

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  2. Parece, Blas, que se te ha hecho corta tu estancia en Laos. Pero a mí tu periplo me parece Increíble: Laos, Camboya, Malasia...¿te parece poco? He seguido tus pasos en internet por Phnom Pen (que para mí tiene resonancias todavía de la guerra de Vietnam), Sibu y Bintagor. Comprendo en parte tu decepción si tenías esa imagen mítica de Borneo y lo que has encontrado es esa ramplona modernidad.
    Me encanta la primera foto llegando a Sibu. Lástima que ahí no se pueda hacer un selfie "ganador".
    Un abrazo

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  3. '¿Qué puede hacer un visitante como yo en esta ciudad?'. Me ha encantado tu pregunta al recepcionista... 😀 Pienso que, aunque no te hubiese aconsejado lo de la competición, el mochilero junto a su fiel 'compañera azul', hubiese encontrado algo interesante sin duda alguna. Y, sí, supongo que en cualquier viaje, siempre nos dejamos caminos por recorrer ...
    La primera foto llegando a Sibu es espectacular.

    Besotes.


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