Interior de una 'manyata', observad el vallado
El joven guía hablando con el jefe del poblado 'karamojon'
Tenía
referencias sobre ellos, sobre los ‘karamojons’, pero quería conocer algo más o,
ya que se encontraba donde se encontraba, al menos hacerles una visita, más por
curiosidad que por resolver algún problema antropológico. Para eso ya están los
antropólogos. No podía perder la oportunidad estando, cuando lo pensó, en Soroti,
relativamente cerca. Allí había llegado desde la ciudad de Gulu, en la zona norte de
Uganda, lejos de parques nacionales y, por consiguiente, alejado de rutas
turísticas. Soroti era una reposada ciudad -todo lo reposada que puede ser
una ciudad africana- una pequeña población con pocas cosas que ver. Eso sí,
estaba hospedado en un hotel barato, casi nuevo, limpio y donde los empleados,
sobre todo ellas, le trataban a cuerpo de rey. Por este detalle, casi pasa más
días de la cuenta en el lugar (estuvo únicamente dos). Para acercarse a la
región karamoja, tomó muy cerca del
hotel, después de un copioso desayuno, un taxi-compartido (parecido a un ‘matatu’ pero más pequeño) que le
llevaría hasta la población más grande de la zona. Fueron más de seis horas por
un camino sin asfaltar, la mayoría de las veces dando tumbos dentro de aquel coche
atestado de pasajeros, mala medicina ésta para su siempre dolorida espalda.
Pero, sin problemas. África es así. La ciudad de la región karamoja a la que se dirigían era Moroto, al pie de las
laderas de un monte homónimo. Ya muy cerca de ella, a unos 12 kilómetros, el
coche comenzó a pisar carretera asfaltada, y en buenas condiciones, pero ya era
tarde para los dolores de espalda que el mochilero llevaba después de tan largo
trayecto.
Esta
región semiárida, se extendía a lo largo de 28.000 kilómetros cuadrados de
superficie, limítrofes con Sudán y Kenia, según decía el libro-guía (la Bradt). En ella se practicaba el
pastoreo trashumante: hombres y animales se desplazaban a través del paisaje en
busca de pastos y agua, sobre todo, durante las estaciones secas. Las gentes ‘karamojons’ vivían aún de forma
tradicional, como pudo observar el viajero
insatisfecho en su paseo por uno de sus poblados, aunque -según
informaciones- debido al efecto combinado de la sequía, las inundaciones, los
conflictos y los tipos de administración de tierras, la vida pastoral
tradicional de los ‘karamojons’
estaba cambiando. Estas gentes, estaban en conflicto constante -en la
actualidad, menos- con sus vecinos en Uganda, Sudán y Kenia debido a las
frecuentes incursiones para realizar el pastoreo y también, como no, para robar
ganado. Podría ser en parte debido a una tradicional creencia que otorga a los ‘karamojons’ el ganado por un derecho
divino. Era, además,
territorio hostil, había muchas armas y con ellas el peligro latente aumentaba.
Fuera por lo que fuere esta zona siempre estuvo al margen de las atenciones
gubernamentales, y un poco alejada de leyes y servicios. En aras de la verdad debería
decir que en la actualidad esa actividad conflictiva había aminorado, en
especial desde que el gobierno ugandés se había decidido a confiscar la gran
mayoría de armas de fuego.
Contrató
un guía local en Moroto para su ansiada visita. Era un simpático ‘karamojons’ que hablaba inglés (solían
hablar únicamente su propia lengua) y conocía a la perfección a las gentes del
lugar. En una moto -este leonés ‘de paquete’- se acercaron a uno de los
poblados, en medio de una extensa llanura a unos 25 kilómetros de la pequeña ciudad.
Primero por una carretera asfaltada pero luego por un camino de baches donde su
espalda comenzó de nuevo a sufrir. El poblado estaba completamente vallado por
un tupido entramado de palos dispuestos de manera entrelazada y ordenada: las
célebres ‘manyatas’. Dentro del vallado
general, cada familia construía otro cercado para su choza y las de sus hijos,
pues estos adquirían una evidente independencia al subir de grado en su
virilidad. Los ‘karamojons’ luchaban
para conseguir su futura mujer, y podían tener varias, hecho que concedía al
afortunado (‘?’) cierto poderío social.
¡Qué
se le iba a hacer!. Las tradiciones mandaban.
Paseó
por aquellos callejones llenos de un tradicional encanto y una cierta tranquilidad
y quietud, a veces suspendidas por un grupo de niños que corriendo y riendo
festejaban la presencia del extraño. Saludó a mucha gente que le recibía con
amabilidad (iba acompañado por un conocido joven) y celebraron con risas,
cantos y bailes su estancia en el poblado.
¿Podía
este mochilero pedir más?.
Un grupo de jóvenes 'karamojons' salta y baila
El V(B)iajero Insatisfecho salta con un grupo de niños 'karamojons'
VÍDEO
Copyright © By Blas F.Tomé 2017
Ni tu podias pedir mas ni nosotros tampoco en este sencillo paseo tan lleno de autenticidad, baile incluido. Esplendido.
ResponderEliminarBien contado este confraternizar con los karamojons. Ya podias haber saltado tu un poquillo para poner bien en alto al reino de Leon. Porque hay reinos y condados. No?
ResponderEliminarDivertido el video con tantas risas y silbidos. Se han puesto el "uniforme" turistico?
Buena muestra de los placeres autenticos nos traes hoy. Gracias.
Besos
Genial Blas. Después de llegar al poblado estaría el viajero insatisfecho para que le echaran un bálsamo del tigre en su espalda o para un buen masaje ayurbédico. Pero por lo que narras, valió la pena ese paseo. Nunca habia escuchado nada de los karamojons hasta ahora. ¿Ves mucha diferencia de esa parte de África más occidental (entiéndase del este) con respecto a la zona de oriental de Benínn, Togo, etc...del que tantas experiencias nos has contado? Veo por lo que nos cuentas que merece la pena visitar Uganda y que hay más cosas de las que nos venden con los avistamientos de gorilas.
ResponderEliminarSaludos ;)