Addis Abeba, capital de Etiopía, después de una noche de dormida y adaptación, se mostraba caótica. No le sorprendió al viajero insatisfecho pues sabe de ciudades africanas. La primera impresión fue que crecía sin un plan. Se olvidó de la organización y apostó por “el mañana ¡dios dirá”!.
Contrastes, como siempre. Al lado de la opulencia, vivía la enfermedad. Una enfermedad que se exhibía/exhibe, además, como justificante de la mendicidad. Y ésta parecía/parece verse por todas las partes y llegaba a producir la indiferencia de tanto que se mostraba. Después de la mendicidad suele (no siempre) venir el hurto, el robo, la extorsión. No sufrido, por ahora, y espera que nunca.
Los niños vendían de todo, chicles, golosinas, tabaco. Se les veía muy espabilados, con una sonrisa que parecía ocultar sus ratos de miseria. Seguro, seguro -al menos aquellos- que además de vender, por lo general, eran pequeños ladronzuelos.
Y en ese lento aterrizar a un país, todavía afectado por el choque que supone el cambio e impresionado por lo mismo, oyó por primera vez expresarse en amárico. “Aderu” (buenos días), le dijo aquel negro/brillante, quizás enclenque charlatán, cuando vio que allí parado el mochilero escuchaba mientras él iba desgranando (no sabe qué) pausadamente como quien levanta cada pesada palabra pronunciada. Semejaba a un rimero de cifras pues, a la vez, elevaba uno de sus dedos, o dos, o tres como si contara sus ‘pesonas/pesadas’ sentencias.
Un grupo de asnos, cargados con sacos de carbón vegetal, enfilaban la calle entre el ruido de los tubos de escape de los coches. Bajaban de las montañas tapizadas de eucaliptos que rodeaban la ciudad, según pudo saber. Hasta hacía no mucho la madera era el principal combustible de la mayoría de la población. La introducción del eucalipto en Etiopía supuso una catástrofe natural que evitó una catástrofe humana, pues su escasez hubiera sido mortal.
[Ese mochilero siempre critica este árbol, que tanto daño ha hecho al territorio ibérico].
Los europeos introdujeron este árbol australiano y su colonización silenciosa sigue avanzando.
Un grupo de asnos, cargados con sacos de carbón vegetal, enfilaban la calle entre el ruido de los tubos de escape de los coches. Bajaban de las montañas tapizadas de eucaliptos que rodeaban la ciudad, según pudo saber. Hasta hacía no mucho la madera era el principal combustible de la mayoría de la población. La introducción del eucalipto en Etiopía supuso una catástrofe natural que evitó una catástrofe humana, pues su escasez hubiera sido mortal.
[Ese mochilero siempre critica este árbol, que tanto daño ha hecho al territorio ibérico].
Los europeos introdujeron este árbol australiano y su colonización silenciosa sigue avanzando.
Aderu pues, querido, te dice esta 'marcianita' que te recuerda que "Kuka está sentada en medio de las mujeres
ResponderEliminarcomo una jabalina entre lanzas clavadas en tierra."
No me sorprendo de que no te sorprendan la enfermedad, la miseria o los puntos de opulencia en ese país, uno de los más pobres de la tierra.
Ni que los chavalines sean espabilados, ni que el rateo sea un oficio. Ya lo sabes: parte y reparte.
¿Qué contaría el hombre? Si te 'emmimismaras' un pelín se lo habrías preguntado. Yo creo que estaba rezando, quizá desgranando los misterios del rosario o los diez mandamientos o recordando los cuatro jinetes del apocalipsis.
Me informo sobre el programa 'el eucalipto solidario' ¿Quién nos lo iba a decir a sus detractores?
Una universidad española anda estudiando también la posible introducción del pino canario y del olmo común para combustible y material de construcción.
Esas sonrisas que ocultan los ratos de miseria me gustan casi tanto como me gusta que nos regales esta primera visión, tan tuya. ¡Este es mi Tigre!
Cielos despejados y temperatura fresquita, ideal para ir a visitar la tumba de Sylvia Pankhurst en la catedral de la Santísima Trinidad.
Luego, paseíto por el mercado.
Gracias, mi niño, por prestarme tu mirada.
Besos y abrazos.
Bueeeno... ya estás allí... de nuevo ¡qué envidia!
ResponderEliminarEn este año sin gran viaje que me toca sufrir viajaré contigo así que no te dejes nada, pero nada, en la mochila ¿de acuerdo? Por lo pronto bien empiezas, acercándonos el destino desde pie de calle.
Un abrazo
La colonización del eucalipto sigue avanzando, como la claridad y profundidad de tu crónica. Me parece que te sienta bien Africa, se nota en tu prosa, que se agradece desde aquí. Es un lujo sentir Etiopía contigo en directo.
ResponderEliminarGracias y saludos.
corto, hermoso, pacifico, perfecto.
ResponderEliminarno hay mas que añadir mas que espero sentaico a que continues mostrandote y mostrando
aHORA MISMO VOY A "COPIARTE" Y MANDARSELO, CON TU PERMISO, A MI AMIGO FRANCES/ESPANOL/ETIOPE, o mas bien al reves, de tanto como le apasiona Etiopia, ADIS, como dice!
ResponderEliminarTu primera vision no me parece muy diferente del panorama de la estacion del tren en Delhi, aunque el lo idealice.
Claro que depende por donde te muevas...
Esperamos la "suite".
Besos
Como siempre, aprendiendo de tus viajes. Las ayudas que se prestan a África seguirán insuficientes nmientras no termine el expolio del "hombre blanco". Ojalá llegar un día en que África se "levantara", pero no interesa.
ResponderEliminarUn abrazo, V(B)iajero Blas.
Curioso, Blas. El otro día quería preguntarte como se dicen los saludos para empezar así el comentario o despedida... Bueno, pues no puedo emplear hoy, en este momento, el “Aderu”, pero me lo apunto por si puedo venir a viajar contigo de día...
ResponderEliminarAddis Abeba, capital de Etiopía... Me has recordado al colegio y mis lecciones de geografía... Quién me iba a decir que hoy estaría visitándola por aquí gracias a un "insatisfecho viajero"... Seguiré tus pasos, Blas, aunque, a veces, lo haga tarde, te siga de lejos...
Un abrazo, leonés. Me quedo con ese olor que se ha impregnado de eucalipto... y me informaré con más detalle de eso que nos comentas de él...
Pilar