21 de octubre de 2011

Retazos internos del viajero

Lo que está claro es que EL VIAJE cambia las perspectivas de las gentes de formas muy diversas. El viajero insatisfecho, que se reivindica y se siente orgulloso de su origen rural leonés, rara vez nota alborotada su alma en las grandes ciudades, por ejemplo Panamá, Bogotá, Accra o Sebastopol.
Se interesa más por la tierra de nadie, por lo más lejano o natural, por los lugares que están de camino de las ciudades más que por las ciudades mismas. Tiene la sospecha de que las personas que se deslumbran con Roma, Nueva York, San Francisco o Londres -son algunos ejemplos, claro- y se creen urbanitas y metropolitanos, son en el fondo sabuesos de campo, simples mortales temerosos, provincianos demasiado domesticados y aturdidos por las luces de la ciudad.
[Por supuesto que se puede discordar].
Y se puede llegar a estas y otras firmes conclusiones, por lo general, con cuatro escasos apuntes tomados o vistazos realizados.

Después de estar en Casablanca unas horas, el leonés concluía que los camareros son unos ‘subordinaos/mandaos’ del régimen por no dejarle beber cerveza en una terraza. De Londres sacó la percepción en medio fin de semana de que era una ciudad caprichosa y estirada. Los dos días que llovió en París de los tres de estancia, convirtieron a esa ciudad en lluviosa. Los tanzanos eran muy amistosos pues informaban al extranjero. Los taxistas de África, una bendición porque sacaron al viajero de grandes apuros por relativo poco dinero.
Dicho de otro modo, una generalización en base a lo experimentado en una sola tarde, en dos días o en un rato, dependiendo de lo que se trate. Es lo que se suele hacer en un ‘blog’ de viajes la mayoría de las veces: alcanzar conclusiones sobre la base de pruebas muy escasas.
¿Pero es válido?. Lo es. Sin ser método científico, es real o, al menos, así lo cree este mochilero-blogger.
Y como mochilero-auto-reconocido también cree que el lujo estropea, malcría, infantiliza y convierte en botarate al rico o burgués simplón. Al final, por mucho que el 'millonatis' en cuestión mueva su culo por los cuatro puntos cardinales, ese lujo le impedirá conocer el mundo.




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