
Pungo Andongo
De
Luanda a Malanje –próxima parada de la ruta- tomó una especie de 4x4, que salía
hacia su destino cuando estuviera lleno: nueve personas contando al conductor. Un
sistema muy común en muchos países africanos y Angola no debía ser una
excepción. El interés por ir a Malanje, además de para conocer la zona, era
para tomar esta ciudad como punto de partida de la visita a las cataratas
de Kalandula, que distaban unas cuantas decenas de kilómetros. Recuerda
que era sábado cuando “aterrizó” en la ciudad dispuesto a conocer el famoso salto
de agua al día siguiente, domingo. Previendo, según algunas informaciones, que las
cataratas estarían más solitarias entre semana decidió ir primero a otro lugar
menos concurrido, aunque en este país, algo turístico era normalmente visitado
por un escaso número de personas. Mínimo, diría. Aun así, proyectó acercarse a Pungo
Andongo, como destino alternativo de domingo.
Llegando a Pungo Andongo
Mujeres recogiendo agua, habitual escena en los pobladosSe
levantó en Malanje pronto y tomó un candongueiro
-como llamaban los angoleños a lo que en otros lugares africanos apodaban matatus- hacia la población de Cacuso,
desde donde se podía desviar a Pungo Andongo y, también, a Kalandula.
Uno, tomando un camino hacia la izquierda, y otro, a la derecha. ¿Qué mejor que
ir de paquete en una moto?, se dijo al llegar a la población de Cacuso. Como sabía
que había una distancia de unos cuarenta kilómetros, tenía que
sopesar si el precio de la moto era o no abusivo y asequible. Y, no, para nada
resultaba abusivo.
Pungo
Andongo eran unos
bloques montañosos de piedra que se erguían solitarios, algunos unos doscientos
metros de altura respecto a la sabana circundante. Según la información entresacada
del libro-guía, estas rocas constituían
un misterio geológico pues parecían fuera de lugar en relación con el entorno.
Era también un lugar de mitos y leyendas, y había servido de capital en el
antiguo reino Ndongo. Además, desde los antiguos tiempos de la reina Ginga (famosa
reina ndongo) había sido un punto
estratégico: presidio durante años de la colonización portuguesa y, también,
campo de batalla entre las fuerzas de la UNITA y el MPLA. Llegó hasta allí en la
moto alquilada después de atravesar zonas inhóspitas llenas de arbustos, campos
de caña de azúcar y varios poblados típicos angoleños y, junto con el
motorista, subió a uno de los montículos desde donde se divisaba la
grandiosidad de estas formaciones rocosas. Sobretodo el sol, pero también una
pequeña brisa, acompañaron al viajero insatisfecho
en aquellas alturas, y la soledad de la ruta y la naturaleza virgen que la envolvía,
eran buenos estímulos para el gozo personal, aunque temporal.

Secado de mandioca en los arcenesSi
bien era domingo, y temía por el volumen de turistas (luego, estaría casi
solitario), después de visitar aquella zona de rocas decidió acercarse en el
mismo transporte a las cataratas de Kalandula. Había una
buena carretera entre Cacuso y Kalandula lo que facilitó que el tiempo de trayecto
no fuera exagerado. No obstante, tenía toda la tarde por delante y la distancia
eran unos cincuenta kilómetros. Una sentada de una hora en la moto, con el culo
dolorido, sería el resumen del recorrido. Bueno, también las escenas habituales
del secado de mandioca en los arcenes y las extensiones del verde que rodeaban
los bordes de la carretera. Hierbas altas, de más de dos metros, que impedían
la visión de todo lo que circundaba.
La
vista de las cataratas fue algo llamativo y colorista. Se llegaba a la parte
alta, donde se iniciaba el salto, y desde un mirador construido ad hoc se observaba toda la caída del
agua en su conjunto. De una altura de 105 metros y una anchura de 400, la ancha
cascada conformaba una escena espectacular. El sonido del agua y el arco iris
que se formaba en conjunción con el sol imperante eran dignos de un bello
recuerdo. La bajada al pie de las cataratas se realizaba por una senda
resbaladiza y complicada. Optó por dejar esta experiencia para otra ocasión
debido a sus problemas de rodilla y a la posibilidad de un resbalón nada
recomendable. Además, se podía uno acercar al borde mismo del salto, con el
peligro que ello conllevaba, aunque varias señales recomendaban no hacerlo.

Cataratas de Kalandula
Eran
imponentes las cataratas de Kalandula, la imagen turística de Angola, naturales,
bellas e intimistas en su disfrute. Recordó que el pantallazo de bienvenida que
aparecía en las televisiones del avión de la compañía bandera angoleña, TAAG, que
le había llevado al país, era de esas cataratas.

Cataratas de Kalandula
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