Llegó a este municipio boliviano (Uyuni),
procedente de Potosí, en un autobús que había tomado a primerísima hora de la
mañana. Fueron dos o tres horas de viaje (no recuerda) y, una vez abandonado el
bus, se uniría a una expedición de cuatro personas (todas ellas españolas,
aunque no conocidas hasta entonces) para hacer el recorrido en 4x4 por el salar
y, dos días más, para recorrer Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo
Avaroa. Era una buena manera de hacerlo, y poder disfrutar así de los
atractivos de estos lugares únicos.
Con una superficie aproximada de 10.500
kilómetros cuadrados sobre el altiplano, era el desierto salado más grande del
mundo. Una inmensa llanura blanca, y sin duda una inmensa panorámica, de las
que se podían grabar en la retina para siempre. De hecho, se le grabó. El salar
de Uyuni representa un importantísimo motor económico para Bolivia, no
sólo por ser un reclamo turístico que atrae a miles y miles de personas cada
año, sino porque de él se extraen anualmente unas 25.000 toneladas de sal.
Además, se encuentra la mayor reserva de litio del mundo, y ya se sabe lo
importante que se ha vuelto este mineral para unas amigas del género humano:
las baterías.
La excursión comenzó con la visita al
cementerio de trenes, un lugar extraño con un montón de vagones oxidados que no
se levantaban de allí por su atractivo fotográfico para turistas y viajeros. O
eso creyó. Posteriormente, la incursión en la extensión blanca, casi infinita —
kilómetros y kilómetros— ocuparía todo el día. A una velocidad constante de unos
40 kilómetros por hora, se hicieron paradas en diferentes sitios para admirar
ciertas peculiaridades. La primera parada, después de recorrer varios
kilómetros fue para pisar el salar (caminar sobre él), sentir y palpar su
atractivo, y hacer las siempre imprescindibles fotografías. La segunda, para también
retratar el “monumento Dakar” y zampar el almuerzo correspondiente en un
restaurante-comedor, allí, al lado del monumento. En el resto de la tarde, el
trayecto se extendería hasta la isla Incahuasi, en medio del salar (en quechua significaba «la casa del Inca»),
una isla repleta de cactus gigantes que podían llegar a los diez metros de
altura. Después de varios kilómetros de recorrido una parada para hacer las originales
fotos con peculiares perspectivas, una actividad muy popular (¿y ridícula?), pero
que dejaba imágenes simpáticas. A última hora de la tarde, visita al lugar que
vulgarmente era conocido como ‘de los reflejos’, para hacer más fotos, usando
el efecto de la luz y la suave capa de agua, y conseguir más originales instantáneas.
Cree, no obstante, este mochilero que lo mejor del salar de Uyuni, sería disfrutarlo,
pues contarlo se hace reiterativo y difícil. De todo ello, se grabaron las
imágenes en la mente, mantenidas para siempre como un poso de vivencias.
Después de una noche en un humilde hotel construido a base de bloques de sal, comenzaría el itinerario por la Reserva Nacional Eduardo Avaroa, durante dos días. Impresionante y muy bella excursión. Se recorría toda una altiplanicie rodeada de grandes montes andinos, algunas lagunas y un territorio semidesértico con espectaculares momentos. El contrato de esta marcha hablaba de los siguientes lugares y zonas a visitar: laguna Cañapa, laguna Hedionda (fuerte olor a azufre y sedimentos), desierto de Siloli, árbol de Piedra, laguna Colorada, géiseres, desierto Salvador Dalí,….. Multitud de sitios, imágenes y sensaciones que se iban guardando en la retina y en el interior de la psiquis viajera. Las lagunas de coloridos espectaculares (blancos, con verdes, morados y rojizos), los flamencos picoteando y alimentándose de sedimentos y algas, que solamente se encontraban en ellas. Algunos otros pájaros, o llamas y vicuñas, acompañaron en el recorrido para convertirlo en original, auténtico y distinto. Parajes que se extendían en el horizonte, donde crecían plantas como la queñua o la yareta (arbusto nativo del altiplano, de apariencia similar al musgo).
Terminó todo —después de dos días— y, de nuevo, en la población de Uyuni. Las dos jóvenes vascas y el murciano que le acompañaban se despidieron hacía otras y diferentes aventuras.Fin.
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Viajero, comprobamos que tu última etapa boliviana fue de lo más salada...
ResponderEliminarHe observado muy atentamente cada una de tus fotos y todas me parecen espectaculares, pero ese suelo del Salar y la laguna me parece un auténtico espectáculo!! Tiene que ser maravilloso verlo en directo con esos contrastes de color. Qué maravilla!! Me ha faltado ver esa casa hecha de sal, imagino que algo podrán como base para sujetar los bloques... Supongo que más de un visitante curioso no se privará en 'probar su pared'. :))
Y, hablando de paisajes bellos y contrastes... Anoche vi un reportaje sobre la cárcel 'El Salvador' de la Paz y no tengo palabras para describir cómo viven allí, bueno, sobreviven ... Me quedé impresionada de ese hacinamiento y condiciones...
Te hace pensar mucho, para valorar ciertas cosas... Merece la pena verlo.
Besotes.
Te he tratado de enviar una foto de la habitación (de sal), pero aquí no me deja. Bueno, te la enviaré por WhatsApp.
ResponderEliminarLo que no sabes es que en este tiempo he estado en Sudáfrica, Lesoto y Eswatini/Swazilandia. Este 'post' lo tenía previsto en la memoria del Blog y ha saltado, cuando yo había fijado ante de irme.
Ya estoy de vuelta. Hoy mismo he llegado a Madrid.
Besotes.
Eres un traidor, Blas! :)
ResponderEliminarHe entrado hoy en tu blog para ver si habías vuelto y me he encontrado con esta grata sorpresa de tu último post (programado!) de Bolivia. Cuando descanses del viaje supongo que empezarás a contarnos cosas de Sudáfrica.
Hoy, una de las fotos que más me gustan (aparte de la del Salar, los trenes, el árbol y Fakaha) es la Laguna colorada
Welcome home y Abrzzs!
Muy interesante el post. Tiene que ser maravilloso lo del desierto salado.
ResponderEliminarBien bien, Si que es un lugar único. Yo hice el recorrido con dos parejas de brasileros que habían venido en moto desde el sertao.
ResponderEliminarExpertos en poses fotográficas (ellas).
Bssss