Había
reservado el hotel con antelación, pero resultó estar muy alejado del centro de
la población. Era pequeño, pobre de servicios y cutre, pero empobrecido aún más
por la total falta de profesionalidad de los empleados. Lo abandonó al día
siguiente temprano.
La
población de La Romana en sí, no tenía ningún encanto. Un centro antiguo, sin
ser característico colonial, de calles perpendiculares y manzanas simétricas.
La fama de la ciudad, supuso, vendría de los alrededores: por sus playas,
resorts, famosos visitantes y demás zarandajas turísticas. Para palpar el
ambiente, ese día, después de encontrar un hotel más céntrico, cogió un minibús
colectivo que le llevó a Bayahibe, otra pequeña población que
se apreciaba turística. El pequeño puerto allí ubicado, estaba ocupado por
botes y pequeños yates que se dedicaban al transporte de turistas a la pequeña
isla Saona ¿Qué ofrecía este islote? Pues, arena, música y mucho alcohol para
grupos organizados. Al menos, eso le dijeron los que trabajaban por allí, pues
no lo comprobó: el ambiente tiraba un poco “pa’trás”.
Al día siguiente abandonó La Romana hacia Higüey. ¿Qué cosa interesante había en esta otra población? Le informaron que era un sitio muy visitado por su tradición religiosa, por la catedral y su clásica peregrinación. Sin dejarse impresionar por estos hechos, pero teniendo en cuenta que le quedaba de camino hacia su destino final, decidió hacer una parada.
La Basílica Catedral era sin duda el motivo de tanto turismo local. Una impresionante Basílica, casa de la Virgen de la Altagracia y, también, uno de los santuarios más visitados del Caribe. El origen de la devoción “altagraciana” era muy antiguo. El Papa Juan Pablo II, durante su visita al país, coronó personalmente, en enero de 1979, a la imagen con una diadema de plata sobredorada, regalo personal suyo. La advocación de la Virgen de Altagracia era muy popular, concurriendo a su santuario todos los años numerosos grupos que iban desde los más apartados confines de la isla a ofrendarle los votos y promesas.
Muy
cercana, estaba también la Iglesia de San Dionisio, que había funcionado como la
catedral anterior, siendo además el primer santuario mariano del continente
americano.
Con
unos paseos por esta población, de aspecto moderno y con evidencias de progreso,
finalizó su estancia.
Veo en el mapa que la distancia entre Samaná y La Romana es poco más de 200 kms, ¿para esa distancia es necesario hacer trasbordo en Santo Domingo? Con los trasbordos me pasa como cuando quiero ir de Granada a Madrid en AVE: tienes que "bajar" hasta Antequera, para luego "subir" a Madrid, con lo cual pierdes todas las ventajas de la alta velocidad. Moraleja: los siguientes viajes en bus (y más ahora con la cantidad de averías...)
ResponderEliminarMe gusta lo de zarandajas turísticas. Por aquí, por la Costa, pasa 3/4 de lo mismo. El otro día, buscando una calita que nos habían recomendado tuve que pasar por una zona de hoteles del "todo incluido": música a tope a las 12 de la mañana y el personal bebiendo a tope al borde de la piscina...con un pedazo de playa increíble, solo con atravesar la calle.
Ya sabes que no soy muy de iglesias, pero esta tiene su punto. No sé si tendrá cierta influencia de Le Corbusier.
Abrztsss!