El V(B)iajero Insatisfecho posa con uno de los dragones
El
viajero insatisfecho tenía ganas de
ver y disfrutar de los enormes lagartos o dragones de Komodo, que ya había
visto en diversos documentales de La 2. Lagartos siempre ‘vendidos’ en el
imaginario viajero como peligrosos por su agresividad y voracidad. Pero la tan
ansiada visita pasó a convertirse en algo decepcionante.
El
Parque
Nacional de Komodo, creado para defender a sus dragones, estaba formado
por varias islas, siendo Komodo y Rinca las más grandes.
Fue creado en 1980 para proteger los dragones de Komodo, endémicos de
estas islas.
Aunque
había alguna opción más, el mochilero leonés optó por una de las formas más habituales
de visitarla: un tour en un pequeño barco (a veces, una 'batidora' a merced de las olas) desde
la población de Labuan Bajo, en la cercana isla de Flores, que regresaba el
mismo día. Eran unas tres horas y media de ida; otras tantas de vuelta. En medio,
una parada en una chica pero preciosa isla donde se ascendía una pequeña cota
para admirar un bonito paisaje de ensenadas y playas. Aunque en la parte más
alta se acumularon muchos turistas de otros barcos, se destilaba una sensación
de belleza y libertad. Estaba muy cerca de la isla de Komodo. Se veía a lo lejos, inmensa, verde, montañosa y enigmática. Como algo grandioso. La llegada del
barco a ella fue alrededor de mediodía, hora no muy apropiada pues era cuando los
dragones se ocultaban para protegerse del sol, como haría cualquier animal que
tuviera un mínimo de instinto de supervivencia.
Entrada al Parque Nacional
Una
vez cumplimentados los trámites de entrada al Parque Nacional y después de una
breve explicación de los rangers que
acompañarían al pequeño grupo, el trayecto era muy breve: poco más de una hora.
Únicamente se trataba de adentrarse unos metros dentro de un paisaje verde y
semi-selvático hasta que en un claro, pisado y pateado al extremo, aparecieron ante
los visitantes cuatro o cinco dragones con aspecto de estar hartos de comer.
Parecían adormilados y deseosos de descansar. No se inmutaron mucho con la
presencia de la panda de turistas, guiados por los rangers. Estos, a su vez, más parecían hacer un acto teatral que proteger
al grupo de unos ‘peligrosos’ animales adormilados.
Dragones de Komodo
Uno
de aquellos guías, siguiendo su propia sugerencia e idea, se encargó de sacar
fotografías con las cámaras de los visitantes para que así cada uno de ellos
pudiera llevar una de recuerdo. Este mochilero por supuesto no se libró de
semejante atractivo que guarda como un hecho anecdótico. Pasearon un poco más
por los alrededores en busca de nuevos dragones con relativo éxito. Se cruzaron
con dos baby-dragones que, al
percatarse de la presencia del grupo, corrieron desesperados hacia el fondo de
la maleza y encontraron otro individuo adulto a la sombra de un tupido árbol. Con
las mismas, regresaron al punto de partida.
La
visita había finalizado.
No
sabe cómo sería la ruta por Rinca, otra de las islas con gran
número de dragones, pero el recorrido por la isla de Komodo fue escaso, falto
de atractivo y con la sensación plena de estar viviendo una ‘turistada’.
Que
lo fue.
Así, no vayáis a la isla
de Komodo.
El guía-ranger, con su única defensa ante los dragones: un palo terminado en V
Copyright © By Blas F.Tomé 2017