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21 de noviembre de 2012

Aquella actuación / Madagascar

Al llegar a Mahajanga, después de un ajetreado viaje (ya contado) en un Peugot 504 lleno de gente, olores y polvo, procedente de Antananarivo, capital de Madagascar, aterrizó en un hotelucho de la ciudad. Cree recordar que fue el Hotel Valiha, pero no da un céntimo por asegurarlo. Si podría asegurar que estaba enclavado en un edificio colonial, de habitaciones baratas, con las sábanas tan húmedas y olorosas que en principio ni intentó tocar. Y eso que anhelaba dormir. Estaba derrotado, pero no le apetecía dar en la soledad de la habitación el último bocado a unos plátanos que llevaba en la mochila azul, comprados unos kilómetros antes de finalizar el largo, pesado  y traqueteante trayecto. Bajó al patio-terraza a compartirlos con unas risueñas, locuaces y gritonas prostitutas, más baratas, seguro, que la habitación del hotel.
Fue un atardecer diferente. La suave brisa que daba en la cara y adormilaba al viajero insatisfecho, movía también las hojas de un abandonado seto que hacía de divisoria entre terraza y la polvorienta calle de asfalto destrozado. Cuando el sol casi había caído en el ‘villorrio malgache’, rodeado como estaba de aquellas jóvenes negras que le ‘bailaban el agua’, no le sorprendió mucho la aparición de otro grupo de mujeres de bonitos tocados y llamativos vestidos tradicionales que danzaban al unísono, no sabe qué, en una plazoleta a escasos metros de donde estaba. Poco a poco, el son de los tambores, el baile y el gran grupo de mirones convirtió aquello en una actuación.

Sin duda, era día de fiesta en Mahajanga.
Esa sensación de bienestar, relajo y tranquilidad del viaje se apoderó del cansado mochilero encandilado por el ambiente, el jolgorio y la actuación. Si tuviera que elegir momentos, añadiría este a su pasión viajera.

Copyright © By Blas F.Tomé 2012

21 de junio de 2010

Baila Brasil

En Brasil, el visitante puede encontrar todo tipo de ‘cacaos’ mentales, estridencias, sensibilidades y sensaciones. Es un país mágico. Donde todo es grande, como su selva (amazónica), como su río (Amazonas), como sus costas y playas, su samba o sus futboleros. Brasil es una nación que concibe el baile como algo sensual, bestia, caliente y, a veces, perfeccionista. Pero el viajero insatisfecho todavía se pregunta qué pretendía el hombre de la fotografía al marcarse un baile en la cumbre de aquel viejo, peligroso y endeble tejado. La fotografía esta tomada en Salvador-Bahía, en la vieja ciudad (Cidade Alta), más allá de donde el escritor Jorge Amado (un mito local) tuvo su morada, ahora museo. Más allá del cuidado barrio histórico, acabado ya el bonito adoquinado y el alisado asfalto; donde habían comenzado, y continuaban, los socavones callejeros y aceras destrozadas.
Si el lector se fija, la fotografía toma movimiento y el muchacho se convierte en actor ocasional en busca de un mísero aplauso o una instantánea de cámara escondida, como la del viajero boquiabierto. Quizá buscaba el desnudo mental -no físico- o ser internacional por un día, traspasando así las fronteras de su país en negativo fotográfico.
¡Baila brasileiro!.

¡Baila Brasil!.

Copyright © By Blas F.Tomé 2010