No pensaba escribir sobre este viaje “paleto” en medio de unas vacaciones veraniegas, y que me perdonen el calificativo los que lo hagan con ilusión. Para mí, fue una manera de airearme un poco, de cambiar la monotonía, de subirme al tren de los domingueros…. En fin, de lo que hace el resto del mundo.
Pues eso, integrarme en “el resto del mundo”.
Una salida aparentemente anodina pero de la que siempre se puede sacar algo genial. Y yo lo saqué, al circular por la carretera de la serranía de Cuenca que nos llevaba (a una amiga y a mí) a “La Ciudad Encantada”: un buitre leonado en el banzo del camino, de la asfaltada calzada. Descansando, creo yo, vigilando al “resto del mundo”, creo yo, observando el perfil de los pinos desmochados, creo yo.
No pensaba escribir sobre este ¡impresionante! encuentro, pero ver a esta ave carroñera a unos metros del volante cuando circulas por una carretera con la mirada puesta en el horizonte es algo digno de compartir. Aún así, no pensaba escribir sobre este ¡increíble! encuentro, pero la pasada noticia de El País sobre el peligro de estos animales en el aeropuerto de Barajas ha rescatado el hecho del olvido.
La crónica periodística (lo hago para situar al lector) describe al buitre leonado en términos muy sencillos, pero que me sirven para poner calificativos a los que presenciamos (una amiga y yo) en los aledaños de “La Ciudad Encantada”: ave carroñera de gran tamaño, anida en roquedos y realiza vuelos de hasta 170 kilómetros en busca de animales muertos, cuello desnudo con plumón, collar de plumas blancas, plumaje marrón claro, garras débiles pues no caza, vuela planeando y su envergadura en vuelo puede alcanzar los 270 centímetros.
Pues eso, integrarme en “el resto del mundo”.
Una salida aparentemente anodina pero de la que siempre se puede sacar algo genial. Y yo lo saqué, al circular por la carretera de la serranía de Cuenca que nos llevaba (a una amiga y a mí) a “La Ciudad Encantada”: un buitre leonado en el banzo del camino, de la asfaltada calzada. Descansando, creo yo, vigilando al “resto del mundo”, creo yo, observando el perfil de los pinos desmochados, creo yo.
No pensaba escribir sobre este ¡impresionante! encuentro, pero ver a esta ave carroñera a unos metros del volante cuando circulas por una carretera con la mirada puesta en el horizonte es algo digno de compartir. Aún así, no pensaba escribir sobre este ¡increíble! encuentro, pero la pasada noticia de El País sobre el peligro de estos animales en el aeropuerto de Barajas ha rescatado el hecho del olvido.
La crónica periodística (lo hago para situar al lector) describe al buitre leonado en términos muy sencillos, pero que me sirven para poner calificativos a los que presenciamos (una amiga y yo) en los aledaños de “La Ciudad Encantada”: ave carroñera de gran tamaño, anida en roquedos y realiza vuelos de hasta 170 kilómetros en busca de animales muertos, cuello desnudo con plumón, collar de plumas blancas, plumaje marrón claro, garras débiles pues no caza, vuela planeando y su envergadura en vuelo puede alcanzar los 270 centímetros.
La naturaleza aún nos regala esos momentos.
Yo tuve uno posado en mis piernas hace muchos años, te lo juro. Durante bastante tiempo tuve las marcas de las pequeñas heridas que me hizo (te aseguro que pesaba el bicho). Pero mereció la pena verlo tan, tan cerca. Era impresionante.
ResponderEliminarEn el campo que tengo en la montaña de navarra nos suelen acompañar desde el cielo una docena de ellos. Un día algunos se posaron en las empalizadas cercanas y la verdda es que imponian respeto. Bonita foto
ResponderEliminarCon razón decías el otro día que alucinaste ante semejante rapaz. Es un ejemplar precioso, y como dice tu buena amiga, es verdad que su mirada difiere mucho de una carroñera ávida de alimento. Destila serenidad y elegancia.
ResponderEliminarEso es lo que yo llamo...
ResponderEliminar"un pájaro de mal agüero"