Cada día que pasa, cada entrada que se fragua en esta bitácora me hace pensar que, después de todo, este lugar de reflexiones y soliloquios es un punto de reunión nada despreciable. Más bien todo lo contrario. Admirable.
Cuando presencié por primera vez una pelea de gallos no tenía en mente montar esta “blog”, no conocía nada relacionado con la Web 2.0, ni de la interacción que las páginas podrían otorgarme. Entonces, me indigné en el silencio con lo que vi en aquella ciudad ecuatoriana (Otavalo), y ahora, con la posibilidad que me da esta bitácora, quiero remediar mi muda reacción anterior.
Cuando presencié por primera vez una pelea de gallos no tenía en mente montar esta “blog”, no conocía nada relacionado con la Web 2.0, ni de la interacción que las páginas podrían otorgarme. Entonces, me indigné en el silencio con lo que vi en aquella ciudad ecuatoriana (Otavalo), y ahora, con la posibilidad que me da esta bitácora, quiero remediar mi muda reacción anterior.
Sabía que no me iba a gustar, pero esa curiosidad de aficionado periodista me llevó a acercarme por el palenque (pequeño estadio construido ad hoc) donde se celebraba el “cruel ritual de maltrato animal”. Puede que se puedan justificar las peleas por tradición popular y ancestral o por esa predisposición al enfrentamiento que tienen estos animales debido a su desarrolladísimo instinto territorial, pero las apuestas, el jolgorio y el lamentable espectáculo que se desarrolla a su alrededor desenmascara cualquier justificación instintiva que se le pueda buscar.
Presencié algo que desde el principio despreciaba, presencié algo sentado en silencio en una de las gradas semivacías del palenque y, cuando al finalizar el primer enfrentamiento el árbitro levanta en sus manos al gallo perdedor, sin decir nada, pero mostrando cómo el cuello, doblado por la inercia de la cabeza-cadáver, caía por uno de sus laterales de la mano, abandoné el local, sin despedirme ni mirar atrás. Avergonzado del ser humano en general, y de mí mismo en particular.
Saqué una única fotografía -de la que me avergüenzo- que estuve a punto de borrar.
Presencié algo que desde el principio despreciaba, presencié algo sentado en silencio en una de las gradas semivacías del palenque y, cuando al finalizar el primer enfrentamiento el árbitro levanta en sus manos al gallo perdedor, sin decir nada, pero mostrando cómo el cuello, doblado por la inercia de la cabeza-cadáver, caía por uno de sus laterales de la mano, abandoné el local, sin despedirme ni mirar atrás. Avergonzado del ser humano en general, y de mí mismo en particular.
Saqué una única fotografía -de la que me avergüenzo- que estuve a punto de borrar.
Os mostraré mis vergüenzas.
Mostrar lo que nos averguenza de nosotros mismos es una gran virtud.
ResponderEliminarPor no hablar de la valentia que hace falta para hacerlo.
Todos tenemos nuestros espacios oscuros.
Si las personas que te rodean no son capaces de apreciarte con tus luces y tus sombras, es que no son verdaderos amigos.
Aceptar lo claro y lo oscuro es un signo de amor.
Siempre me ha puesto los pelos de punta la crueldad, sea con animales o con personas.
Un saludo
Hola
ResponderEliminarEn toda latinoamérica, es una tradición las peleas de gallos. Esos maltratos a los animales, no fueron tradiciones de nuestros ancestros indígenas, los heredamos de nuestros ancestros españoles que llegaron a estas tierras y nos trajeron entre otras tradiciones las peleas de gallos, las corridas de toros, etc.
Vale destacar también que nosotros, la gente que vive en las ciudades, no estamos de acuerdo con esas peleas, pero sigue en el arraigo popular, que se dedica a criar a estos animales y a prepararlos para esos combates.
Pero por favor, no lo veas, como si es algo que viene de latinoamérica, porque esa es una fea herencia dejada por los españoles.
Saludos.
Dejando a un lado si la cruel tradición viene de latinoamérica o de España, no deja de ser que, como bien dices tú, es una tradición de la "raza humana", en la que todos nos incluimos y de la que todos deberíamos estar avergonzados en estos casos, por mucha tradición que haya.
ResponderEliminarNo te sientas culpable, porque para poder juzgar, es necesario conocer, y tú lo hiciste.
P.D. ¿Cómo tienes la semana que viene para tomarnos esas cañas?. No pudimos salir el miércoles.
"Seco", no hay nada como las peleas de gallos, el lanzamiento de la cabra desde el campanario y las "corridas", lo demas es todo subrrealista.
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios.
ResponderEliminarLaura, te he contestado en tu blog, pero lo hago aquí también: Yo nunca dije que fuera una tradición local de Suramérica, porque no le sé ni lo investigué. Sólamente recojo que la presencié en Otavalo, y expongo mis sensaciones.
No hay mala intención en mi crítica, pero de todo lo malo tampoco creo que sea ético cargárselo a los españoles de entonces. Me parece que es como tirar la ropa sucia al patio del vecino.
"Conquense": ¿recuerdas la vaquilla de tu pueblo?. Pues eso.
Pues aquí también era tradicional hace años, aunque creo que ya no son legales, pues en Canarias, las corridas de toros no lo son. Yo, particularmente, siempre me he horrorizado ante tales espectáculos, pero lo más que me sorprende es cómo el ser humano llega a verlo como algo natural, divertido y tradicional. Hace dos años tuve que hacer una exposición en inglés sobre algún tema. Yo elegí las corridas de toros. Algunas de mis compañeras de clase, más jóvenes que yo, me discutían a favor de la tradición. Yo seguía horrorizada...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo quiero caer en polémicas.
ResponderEliminarLa herencia horrorosa de la cual te hablo, son estas verguenzas de la que tú hablas, por lo demás, me parece bien que hayan llegado a América y listo. No más con el tema por favor.
La herencia horrorosa que te digo es la misma cosa de la que tu te averguenzas, de las peleas de gallos, de las corridas de toros y esas cosas absurdas.
Yo sé muy bien cuales son mis raíces y te agradezco, dejemos el tema hasta aquí, porque yo sólo quisé decirte que eso no es del continente Americano, no era una tradición, ni era parte de la cultura. Sólo eso. No más. A mí no me gusta caer en polémicas de si eres de un país o de otro, de si estás en mi país o en otro, si tienes una herencia de uno o de otro.
Basta!
Qué viva la diversidad!
Venga de donde venga cualquier tradición si es tan deleznable como esta no merece más que nuestro rechazo.
ResponderEliminarValiente tú que expones tus verguenzas.
Estando en la república dominicana a nosotros nos invitaron a ver una pelea de esas, obviamente pasamos de eso, el caso es que allí es casi deporte nacional y el guía nos apuntó que aquel esperpento fue importado por españoles, concretamente por inmigrantes canarios. Que vergüencita me dió saber aquello.
ResponderEliminarSaludos compi!