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15 de agosto de 2013

Un ‘raposo’ más en San Miguel de Escalada

Cartel indicativo y copia gigante del 'Beato de Escalada'

El mochilero leonés no sabe, a ciencia cierta, por qué a sus paisanos de San Miguel de Escalada (León) les llaman por los alrededores ‘raposos’. Debe de ser una cuestión antigua -de antes de la unión entre San Miguel y las casas de Valdabasta para formar hace muchos años el citado pueblo- aunque si un veterano conocedor de aquellas gentes les observara pensativo podría perfectamente concluir que son un poco astutos, extraños y taimados, igual como se mostrarían los zorros en sus correrías.
Simpático y cariñoso apodo. Cada uno puede tener lo que aparenta.
Así, San Miguel de Escalada es un pueblo (aletargado, ahora) alargado, orientado poco a poco, casa a casa, hacia aquella permanente unión de dos pequeñas poblaciones. El nombre no sería nada de no poseer a un extremo del pueblo, en pequeño y encajonado valle, un monasterio mozárabe del siglo X del que únicamente se conserva la iglesia, cuidada y mimada solo de vez en cuando. Las fotografías así lo constatan.
Años atrás, olvidada.
Y allí se dirige cada año, la gran mayoría de los veranos, el viajero insatisfecho a enrocarse en el buen vivir, las cervezas y las, a veces, estúpidas charlas de reencuentro y anécdotas. De este apartado sitio leonés se destaca el monasterio, del que sus gentes están orgullosos, además y ahora, inmersos en el MC Aniversario de su construcción (año 913).
Las características artísticas y descripción documentada, por ejemplo, en Wikipedia, y en otras muchas informaciones accesibles.
Para qué detallar aquí.


Vista del pórtico, con arcos de herradura mozárabes. La torre, ampliación románica

Ventana de dos arcos de herradura labrados en una sola pieza.

Vista del pórtico, con arcos de herradura.

Copyright © By Blas F.Tomé 2013

12 de agosto de 2007

Melancólico "viajeroinsatisfecho"

Este viaje es un viaje entrañable hacia tiempos inmemoriales.
Cuando abrí este “blog” quise que en su portada apareciera -como señas de identidad- el mapa de África y la fotografía de una joya mundial que me transporta a la niñez, al pueblo que me vió nacer. Ahora es el momento de dedicarle a la joya mundial cuatro palabras, le dedicaría mil, pero mi convencimiento de que las entradas deben ser breves (para no aburrir al lector) me impide extenderme más.
La iglesia de estilo mozárabe es de planta basilical con tres naves y un crucero. Es interesante su iconostasis, que separa al oficiante de los feligreses limitado por tres arcos de herradura. Su cabecera tiene tres capillas de planta de herradura cubiertas con bóvedas de cuatro paños. Todos los arcos son de herradura y los fustes de mármol.
Si miras al pórtico de esta maravilla leonesa, definida como tal en una encuesta abierta a los lectores de un periódico provincial, ves con el rabillo del ojo izquierdo, unas bajas montañas yermas y secas en esta época del año (agosto), y con el derecho, el verde exultante de la ribera del Esla. Pues no sé si será una maravilla leonesa o no, pero el corazón te pide atravesar esas columnas mozárabes, penetrar en el monasterio y disfrutar de la paz más íntima, donde la austeridad de sus paredes y el frescor del aire que envuelve el oscuro interior te hace permanecer en silencio.

De vez en cuando entro en su interior cuando mis células nerviosas me mandan mensajes de trasnochada melancolía y disfruto, sí, tocando las columnas de mármol traídas por obreros -esclavos, diría yo- de entonces (finales del siglo IX), del sur hispano ya invadido por la horda mora.


Cerca, muy cerca -sólo metros- en una poblada ladera de pinos (importados) y chopos (autóctonos), escondida en un breve precipicio, una terraza de refrigerio (“El chiringuito”) donde se pueden saborear los mejores momentos vividos de la excursión veraniega, acompañado por una fría cerveza, un helado refresco o un oloroso café de aromas nada exóticos sino más bien rudos, como rudas son las gentes de la comarca.