El trayecto de Lilongwe,
capital de Malawi, a Blantyre lo hizo en un moderno
autobús, quizás el mejor transporte que había cogido en África. Era caro para
el nivel en que se movían los transportes en el país, pero compensaba esa
mínima comodidad y el breve relajo, después de las múltiples montoneras de
gente que antes había sufrido en los trayectos en Tanzania y, también, en
Malawi.
Cuando aterrizó en Blantyre,
una tarde de finales de septiembre, aburguesado ya por el excelente bus, le desconcertó,
al bajar, el abigarrado ambiente, tensado ya africano. Aunque, siendo sinceros,
como en cualquier otra ciudad del entorno.
Recuerda la ‘guest-house’ en la que pasó dos noches
como un hermético ‘resort’ -antipedigüeños- para mochileros.
Pero de eso iba
el viajero insatisfecho, de mochilero.
A la mañana
siguiente, como un náufrago en medio de un mar de cemento, puestos de comida,
charcos, venta ambulante, ruido y humo decidió visitar la afamada casa
Mandala del gobernador, erigida en 1882, que el libro-guía considerada
el edificio más antiguo del país.
Puessss….., le
pareció muy cotidiano, de la rutinaria época inglesa (fotografía).
Era un edificio
colonial de entonces donde el gobernador, o el empresario de turno, dedicaban
sus esfuerzos a las manufacturas y mostraban su cara más vil al esclavizar al
negro local.
Aquella balsa de
historia que era el edificio, le transportaba al siglo XIX cuando unos
misioneros escoceses se trasladaron a la zona, lo que atrajo la atención de
otros comerciantes europeos por su saludable y estratégica ubicación. Así
surgió la ciudad.
La altitud del lugar (1.040 metros) mantenía un poco a
raya el temido contagio de malaria.
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