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21 de julio de 2015

La hiena de Ernest


Ernest Hemingway fue, sin duda, un gran escritor, un justo Premio Nobel de Literatura, pero a veces llegó a ser un poco siniestro, o representó ser un poco engreído. A este viajero insatisfecho ciertos libros, de este amante de las corridas de toros, no le gustan. Sus vivencias en África tampoco le gustan, eran crueles como debió ser la época en la que vivió, rodeado siempre de una brutalidad más bien buscada.
Dudó a la hora de comprar el libro “Verdes colinas de África” pues se temía lo peor y, leídas unas páginas, confirma lo se temía: su desvarío mental (el de Hemingway), teñido de cierta prepotencia e indignidad interior que le llevó donde tenía que llevarle. Un final trágico merecido y, hasta cierto punto, deseable.
¡Que le den!.
No le gusta hacer afirmaciones sin justificar su pensamiento y aquí deja un fragmento nimio de lo que escribe en este libro africano que podría haber sido un ejemplo de magnetismo hacia un continente maltratado. Hasta en los animales que él cazaba impone esa falta de empatía que le llevaría a la estupidez, al suicidio.
A […] le resultaba divertido ver a una hiena abatida a poca distancia. Estaba el cómico impacto de la bala y la agitada sorpresa de la hiena al encontrar la muerte dentro de su cuerpo. Era más divertido ver a una hiena alcanzada desde una gran distancia, en el calor reverberante de la planicie, verla retroceder, verla iniciar ese frenético círculo, ver esa velocidad eléctrica que significaba que estaba corriendo contra esa pequeña muerte niquelada que había en su interior. Pero el mejor chiste de todos, el que hacía a […] agitar las manos delante de la cara, apartar la mirada y sacudir la cabeza y reír, avergonzando incluso a la hiena, la culminación del humor hiénico, era la hiena, la clásica hiena, que, al recibir la bala demasiado atrás mientras corría, se ponía a dar círculos enloquecidos, mordiéndose y desgarrándose a sí misma hasta que se sacaba los intestinos, y ahí se quedaba, expulsándolos de una sacudida y comiéndoselos con fruición”.
¿Por qué personajes tan dañinos para África han tenido que pisar sus campos, sus tierras, sus selvas y tupidas sabanas, y sus ‘verdes colinas’?.

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