27 de diciembre de 2025

Llegada a Victoria Falls / Zimbabue


Jardines del backpackers, en Victoria Falls

Desde Bulawayo, donde se encontraba, se encaminaría hacía Victoria Falls, población formada a rebufo del turismo generado por las cataratas del mismo nombre. Tomó un autobús, a primera hora de la mañana, que le llevaría a la famosa población. La carretera, en este largo tramo, era muy complicada, con cantidad de baches, difíciles de sortear para un vehículo grande como aquel. Incluso, por causa de un gran desvío, tuvo que circular por caminos de tierra y polvo, entre maleza, casas rurales habitadas por labriegos y parajes cultivados, pero también, a veces, inhóspitos. Al abandonar el desvío e incorporarse a la carretera la cosa no mejoró mucho.

Fueron más de 400 kilómetros y en unas relativas malas condiciones.

La llegada a Victoria Falls fue avanzada la tarde. Un taxi, acostumbrado a tratar con turistas —y a estafarlos, diría— le llevaría al alojamiento que había reservado por internet: Shoestrings Backpackers Lodge. Un lugar con cierto encanto para pasar unos días, con un gran jardín, piscina, bar y restaurante. Las tres noches que pasó allí, alojado en una tienda de campaña, acondicionada como una habitación (sin baño), podría decir que fueron agradables. Alojarse en esas tiendas era el precio más barato que se podía conseguir; luego, disponían de habitaciones estándar dobles, pero a un precio bastante superior.


Tienda de campaña (foto desde el interior)


Comida y cerveza, en el backpackers

En ese último tramo de la tarde, dio una vuelta por los alrededores para situarse en esta nueva población, que resultó ser de un tamaño muy manejable. Turística: con comercios, restaurantes y tiendas de ropa, y de otros artículos decorativos. Aquí comenzó a ver grupos de blancos, parejas de blancos y paseantes blancos. No los había visto en el resto del viaje.

Caminó sin mucha preocupación y orientación y, a pesar de ser un villorrio pequeño, casi se pierde. La culpa: esa desgana que se apoderó del viajero insatisfecho cuando, después del cansancio de un viaje en bus dando brincos, se relajó.

Regresó al backpackers en noche cerrada.

Una buena música, una fría cerveza (LITE) y una aceptable cena (Sadza & beef) convirtieron al mochilero en un personaje distinto, más complacido y ufano. Se completaría, más tarde, con una dormida en su pequeña tienda de campaña acondicionada.

A la mañana siguiente visitaría las cataratas Victoria.


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