8 de septiembre de 2019

Cataratas del Niágara




Cataratas del Niágara

Una masa humana. Un sonido profundo de toneladas de agua lanzándose al vacío. Una multitud de curiosos con sus móviles en posición de ataque. Un espléndido día, a veces enturbiado por nubarrones. Un manto infinito de agua, aunque de sólo 64 metros de altura, que impactaba en el lecho del río de manera salvaje, como un estruendo. Parejas y parejas agarradas de la mano, mirada emocionada. Calificativos de ‘wonderful’ (maravillosa) o ‘awesome’ (impresionante), y una jauría de chinos asomada al balcón ‘de las brujas’ (balaustrada protectora).
Así definiría, ahora, aquella visión de las cataratas del Niágara el viajero insatisfecho. Pero ¿por qué ‘niágara’?. Lo mismo que ocurría con las famosas cataratas Victoria del río Zambeze, llamadas por los locales Mosi-oa-Tunya, que significaba ‘el humo que truena’, este salto americano del ‘Niágara’ venía a significar, en la lengua iroquesa, ‘trueno de agua’. Similar ¿no?.
Masa de gente en las cataratas

Este famoso salto no era de los más altos del mundo, según el libro-guía, ocupaba el puesto 50 a nivel mundial, pero sí el único con semejante caudal de agua. Según este mismo libro “de día y de noche, y en cualquier época del año, las cataratas impresionan: 12 millones de visitantes al año no pueden equivocarse” (o sí, añadiría).
Y sí, hacía un espléndido día (aunque por un momento y a primeras horas de la mañana, lo enturbiaron unas tímidas gotas de agua), cuando el autobús que les trasladaba desde Toronto estacionaba en un parking cercano al salto. Sorprendían los 4 o 5 rascacielos que acampaban al lado -hotel Marriot, incluido- ¿Qué hacen estos ‘mamotretos’ asaltando la belleza de la naturaleza?. Pues sí, así es y será -supone- el carácter de este pueblo americano. ¡Qué más da que sea canadiense o estadounidense a la hora de encontrar negocio! Con aquella impactante catarata, el espectáculo estaba servido.

Barco acercándose al pie de la catarata

El trayecto de Toronto a las cataratas no era muy largo. En términos turísticos, la visita era ‘de un día’. Sin equipaje (la mochila, aún la tenía SwissAir) el mochilero leonés no se complicó la vida. En el hostel en que se hospedaba en Toronto contrató el billete de un bus-tour que le llevaría y le devolvería a la ciudad. Al redil. No era muy temprano cuando abandonaba el hotel, sobre las 9,30 de la mañana. El bus iba cargado hasta su último asiento, aunque teniendo el destino y los movimientos del día ya definidos, la preocupación era mínima. Se dejaría llevar. Entre otros movimientos, estaba la posterior visita a un viñedo y recorrido por ‘Niagara on the Lake’, población ésta cuidada de manera exquisita con sus casas totalmente reformadas, sus paseos y calles ajardinados y ‘maquillados’ al gusto turístico. A destacar, el hotel Prince of Wales, con su exterior cuidado en exceso e, imaginaba, interior con gusto ‘vintage’.
La excursión desde la salida era cómoda, con un alto para repostar el cuerpo, y parada casi al mismo borde las cataratas. El propio conductor y guía, después de admirar aquella maravilla desde arriba, organizó a los presentes que quisieran un ticket para el barco que llevaría a los turistas al mismo borde del salto, donde el agua rompía. Y este leonés se apuntó, previo pago de 20 dólares, según cree recordar. Con el débil chubasquero que le regalaron se mojó hasta las trancas pero disfrutó de esa cercanía de las aguas y del bullicioso e impactante ruido del salto. No duraba mucho la experiencia, alrededor de veinte minutos, pero no se arrepintió de haber hecho un poco el turistón y llevarse el placer. Un descanso al finalizar este recorrido en barco para el almuerzo y el relax. Esto le llevó a Clifton Hill, una calle cercana ocupada por un sinfín de señuelos artificiales para turistas. Entre otros: House of Frankenstein o Castle Dracula. Una calle con poco estilo y hortera a rabiar.
¡Cosas de los americanos!.
A este mochilero no le gusta el vino pero también se visitaba uno de los muchos viñedos que hay por la zona y se sometió sin remedio al mandato del tour. No estuvo mal sino fuera porque en este tipo de citas siempre prevalecía el mercadeo atroz.
Regresaron a Toronto cuando el sol ya había caído, con la sensación de haber realizado una visita sin contratiempos y afable.
Y esto era mucho.
Viñedos

Calle de la población 'Niágara on the lake'

Copyright © By Blas F.Tomé 2019

6 comentarios:

  1. Bueno bueno, ya veo que nuestro VI se dejó llevar por los "torontianos" que no iroqueses...
    Menos mal que le salió bien, hasta la comida, parece...
    O no?
    Bssss

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  2. Llevo tanto si visitar blogs, que no se si sabré jajaja. Es que no veo ni el mío....madre mía que mal me parece, pero cuanto cuesta encontrar tiempo. Yo me esperaba ahora algo sobre el Gran Cañon del Colorado, pero ya que estoy....Empezaré por decir que yo si leo mucho antes de emprender un viaje de este calibre. Claro que a lo mejor por eso no voy a ninguna parte jajajaja
    Pero por eso se agradece mas a quién dice la verdad y la experiencia personal.
    Cada viaje es de uno y se debe contar todo. Las calamidades también, así es que te aplaudo. Y por supuesto agradezco.

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  3. Me ha llamado mucho la atención que no hayas sido muy duro con ese tipo de excursión, aunque ya sé que pronto volverás a tu estilo viajero para que todo se ponga en tu sitio.

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  4. Supongo, Blas, que junto a wonderful o awesome, oirías también mucho "Wow". Pero por mucho "woooowww" no puedes ocultar tu añoranza de África. De hecho, a renglón seguido, ya estás hablando del río Zambeze.
    Me parece muy bien que el viajero leonés haga exhibición de testosterona subiéndose al barco y acercándose al máximo a la catarata. Lo que no me parece de recibo es que digas que no te gusta el vino :)

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  5. Dices bien, Blas, impactante la catarata...
    Por tus fotos, impresionantes también..., casi se puede escuchar ese estruendoso ruido, o atronador, que debe hacer el agua al caer.., siempre lo he imaginado... Y supongo que de poco servirían los chubasqueros al estar tan cerca de la caída...
    La impresión, y sensaciones varias, al estar justo allí, en el barco, sintiendo el agua calarte, debió ser también impactante y difícil de olvidar... Seguro que aún resuena en tus oídos...

    Suena bien, aunque sólo sea en alguna 'ocasión viajera', eso de 'dejarse llevar'... Da una especie de tranquilidad...  Y, si todo sale bien, como fue en tu caso, a ¡disfrute total!!   Un guauuuuu (o algo parecido) seguro que te saldría, supongo... (¿No hubo foto del viajero con las manos en alto? :))  ¿Ni vídeo del momento? Mira que me extraña...

    No te preguntaré eso de si también viste 'Torontontero? :)))

    Besosssss...

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  6. Imagino el estruendo del agua. Deben de ser, aun con lo "parque-temáticas" que parece desprenderse de lo que cuentas, impresionantes. Pero me gusta ver al viajero insatisfecho en su medio natural, solo ante la naturaleza y la escena africana. Sirvame de inspiración para si alguna vez visito esa zona desconocida canadiense como tú has hecho. No cabe duda que como dentro del trio de cataratas que hay que ver en la vida, ésta es una de ellas. Saludos

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