6 de junio de 2011

Los 'merima' y 'betsileo' alegran a sus muertos

Cada cierto tiempo este veterano leonés recuerda su viaje a Madagascar. Fue, y es, un país de leyendas miles; de cuentos de ‘la Disney’; de ritos ancestrales; de manuales de corsarios y de escritores aventureros. Un país donde este viajero insatisfecho, antes de su visita, situaba su ilusorio país de “Libertalia”; después, una tierra imposible para ubicar nada imaginario.
Y si se citan los ritos ancestrales hay uno especial entre los más recónditos pueblos malgaches: los rituales de la muerte, que se dan, especialmente, entre los merina, pueblo de los altiplanos de la isla, aunque también entre los betsileo.
Ambos pueblos saben honrar y alegrar a sus muertos.
Cada cierto tiempo, los miembros de la familia del fallecido acuden a la ceremonia de "meneo de huesos", que enfatiza los vínculos entre la vida y la muerte. Los familiares abren la tumba y sacan a los muertos que transportan al pueblo. Unos días después limpian los restos, los envuelven en nuevas esteras o sudarios y los entierran de nuevo. Los sudarios viejos son entregados a los recién casados y a las parejas sin hijos para que cubran con ellos el lecho matrimonial. Antes de devolverle a su definitiva morada, la costumbre exige que se jaleen y muevan sus huesos en un ambiente de fiesta y regocijo. Mantener felices a los muertos de esta forma garantiza que sus espíritus seguirán próximos para ayudar a la familia.
Este intruso/mochilero se dejó llevar por un destartalado taxista, en consonancia con su coche, que le prometió, o eso entendió, presenciar uno de estos rituales.
El taxi saltaba, a la vez que tronaba, por aquel camino de tierra y polvo, en un larga carrera/taxi ya regateada. Atravesaron uno o dos pequeños poblados de cabañas de hojalata y plásticos, donde varios perros ‘galbaneaban’ sin enterarse siquiera del paso del ruidoso y viejo Peugeot.
Ya en el lugar supuestamente pactado, en vez de rituales para alegrar a los muertos, lo único que encontraron fue una especie de tumba removida al lado de un arbusto lleno de cristales, fetiches y trapos.
Burdo engaño y pequeñas calamidades viajeras, quizás en esta ocasión, por la falta de entendimiento idiomático.

Copyright © By Blas F.Tomé 2011

3 comentarios:

  1. ¿Una tierra imposible par ubicar nada imaginario?
    Pues me gustaría que lo explicaras más porque es uno de los sitios que estoy "barajando" en los ratitos que me quedan entre galbaneo y galbaneo ¿se me nota la afición? Pero si no cabe lo imaginario seguro que no me dejan entrar.
    Algo he leído, referido a otros países, de esos meneos a los huesos de los antepasados, menudo trajín, sobre todo a la hora de buscar buenos augurios para las situaciones especiales de los vivos.
    Me he reído con tu aventura, amigo ¿qué te habías imaginado encontrar?
    Y el paseo por el polvoriento camino ¿mereció el meneo de los huesos tuyos?
    Es que me parto con tus "desdichas"... mala soy con lo bien que tú me tratas.
    Besos, anda.

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  2. Hola, muy curioso eso del meneo. Imgagino que lo del lienzo sobre la cama será después de lavarlo, rediós. Recordaba también a aquellos que se comen a sus propios muertos, lo que hace el hambre, para que revivan en ellos, lo que hace el amor, o se los dan a las águilas ¿o eran buitres? Me parece que lo he idealizado y que eran buitres. Dicen que se está perdiendo pero tiene cierta belleza, como idea. La realización debe ser impactante. En mi familia hubo un caso de meneo de huesos involuntario, yo no lo recuerdo, era demasiado pequeña, no sé siquiera si tal vez ya me habían dejado en casa; me lo contaron. Abrieron un nicho para enterrar a mi abuela y se confundieron y abrieron la tumba en que estaba enterrado mi abuelo, cayó fuera algún hueso... Algo como eso fue, no sé bien lo precisa que la historia pueda ser. No fue una fiesta, otras culturas, fue un trauma para algunos de mis familiares. Aunque no pueda evitar reirme cuando pienso en ello, ese lugar que existe en todos, la herencia azteca de la impavidez... En fin. Saludos, un beso. Aprende malayo...

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  3. ¡dios mío, blas! no me digas que ese ritual es de verdad, que los recién casados y los padres aceptan podner ese sudario infectado en sus camas y camitas, que "menean los huesos" y todo eso. Fijo que no soy ni malgacha ni merina (igual un poco churra). ESpero que las historias del taxista hayan sido realmente un engaño, una picardía al "intruso del norte"

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