18 de marzo de 2007

De Machu Picchu al cielo


Este viajero insatisfecho tomó un carísimo tren en Ollantaytambo, durmió ya cansado en Aguas Calientes, abordó un costoso autobús para ascender la serpenteante carretera y pagó una entrada desorbitante. Pero, después de liberarse de todo este lastre de "malos rollos", apreció con emoción el encuentro con las ruinas de Machu-Picchu.
Serenidad, transparencia interior, fragilidad, quietud y paz. ¿Por qué no sentí lo mismo cuando visité la Gran Muralla china o la Ciudad Perdida colombiana o el Salto de Ángel venezolano?. Tal vez sí en el Taj Mahal hindú (el más bello ejemplo de arquitectura mongol) pero desde dos frentes muy distintos. El Taj Mahal representa el amor, incluso después de la muerte, Machu Picchu, el vigor de un imperio vivo que se deshacía en guerras fratricidas entre Atahualpa y Huáscar, en sus propias ignominias y que con el empuje de nuestro fiero Pizarro dió su último suspiro.
En mi imaginación, ví a Inka Yupanki (Pachakuti), en cuyo reinado se supone fue edificado Machu Picchu como hacienda Real, subido en su trono de piedra -ejerciendo de juez y testigo de su proyecto megalómano- contemplando cómo sus capataces controlaban a los esclavos que trasladaban piedras a golpe de látigo a través de impresionantes rampas de arrastre, cómo los picapedreros tallaban y moldeaban las impresionantes piedras y cómo eran colocadas, guiados por los expertos arquitectos, con impresionante precisión en sus múltiples muros. Hubo sangre, muerte y explotación.
En la realidad, recorrí estas impactantes ruinas acompañado por una entrañable pareja, Javi y Ana, enamorados hasta los tuétanos, pero que compartieron conmigo, de manera desinteresada, su precioso tiempo. Tan desinteresado es el amor en los primeros años como rutinario puede ser en los últimos.
Nos reimos entre los muros casi milenarios, compartimos la subida al Wayna Picchu, el cielo nos regó con su lluvia y, hasta el agotamiento, paseamos entre piedras y llamas, también, entre el verde que inunda la montaña y los profundos valles que lo rodean.
¡Que el espíritu de Inka Yupanki, protector y justiciero de esta zona, no quiera que el amor de esta pareja se convierta en rutinario!.

1 comentario:

  1. ¿Pero quién te ha tomado esa foto tan buena? jejeje, acabamos de ponernos al dia con tu blog, blas es estupendo como cuentas las cosas, sigue así, te animamos como dice Sara más abajo en otro artículo. Un abrazo amigo! ...y repetimos, que foto más buena!!! juaaaaaa

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