Una de las casas coloniales de Grand Bassam más fotografíada
Y
llegó, de noche, a la terminal de transportes de Grand Bassam con la única
idea de que alguien le indicara donde se localizaba el hotel que él quería,
venía en su guía-Lonely. Pero,
añadiendo más incertidumbre al tema, ningún taxista conocía el hotel. En vista
de lo cual, sólo sugirió le llevaran a un hotel diferente ‘n’est pas cher’ (barato).
Durmió,
nada más.
Se
levantó pronto con la intención de localizar, ya de día, otro lugar para las
dos noches más que le restaban. Buscó, paseó, inspeccionó otros hoteles baratos
y al final cuando estaba a punto de desistir, y visitaba el cementerio de la
localidad, frente a éste y al lado de la playa, encontró su lugar ideal. Un
hotel para turistas, pequeño, limpio, vacío y con manager con ganas de enganchar cliente para una de sus pocas
habitaciones. El individuo le preguntó sobre cuánto estaba dispuesto a pagar,
le soltó la cantidad y aceptó.
No
se lo podía creer.
Un
precioso hotelillo playero, con una pequeña terraza también playera y buenas
cervezas frías que le aseguraban un buen final para el viaje a Costa de Marfil.
Casa colonial
Casa de los artistas / Maison des Artistes
Grand
Bassam, capital
colonial francesa de Costa de Marfil hasta la epidemia de fiebre amarilla de
1896, estaba ubicada en la desembocadura del estuario del río Comoe. Fue un
importante centro administrativo y judicial, además de ser puerto comercial, hasta
que se construyó el muelle de Abidján, en los inicios del siglo XX. Su actual zona,
como Patrimonio de la Humanidad, cubría la parte colonial histórica de la
ciudad, ahora pueblo de pescadores típico africano, asentado en una península
de arena que separaba una laguna costera del Océano Atlántico. ‘Esto es agua
dulce, aquello es agua salada’, afirmaba aquel simpático joven, señalando un
punto cercano detrás de uno de los edificios coloniales.
Después
de su época dorada, la ciudad se desvaneció y se convirtió en un remanso
tranquilo, con sus edificios coloniales olvidados, abandonados a su suerte y a
su falta de mantenimiento. Así permanecían cuando este leonés paseó por sus
calles llenas de historia y escombros en pie. Sólo un pequeño número había sido
restaurado, el resto de los edificios estaban ennegrecidos, incluso en alguno
de ellos las plantas crecían a sus anchas y las raíces se agarraban obsesivas a
las piedras de construcción a gran altura del suelo. Otros, se encontraban
envueltos en una exuberante vegetación. Así abandonados, aún se veían sus
pórticos con columnas, amplias terrazas y balcones, con sus ventanas cerradas
pudriéndose al sol.
En la actualidad, era la
playa de arena, el sol atlántico y la generosa temperatura lo que atraía a los
visitantes de la ciudad. No les tentaba la ‘Casa
de los Artistas’, semiocupada por algunos creadores, y en este caso, bien
ocupada; ni el antiguo Palacio de Justicia,
casi derruido, o las aristocráticas casas coloniales francesas, que aún se
mantenían con dignidad, aunque con podredumbre, en pie.
Un domingo, los jóvenes locales, de playa; el resto de los días, vacía
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Crucemos los dedos a ver si me deja comentar, que con google nunca se sabe. Si no, copio y pego en Face. Se me ha hecho corto a pesar de lo largo que se hace un viaje a horas intempestivas para los que viajamos poco. Pero si he sentido ese despertar casi sin saber donde del día siguiente que todo lo cambia a favor y vuelve a reconciliar al viajero con su ruta.
ResponderEliminarES cierto que aunque decadente, se puede entrever por sus edificios coloniales, su pasado colonial. La casa de los artistas es un ejemplo. En mi caso la visité gratis, pues no vi a nadie en la entrada ni a a salida y estaba todo abierto. Si es el Louvre se lo hubieran llevado todo. No es el caso pues tampoco es que se viera muchas joyas de la corona allí. Se ve animada la playa, como tamtas de ese litoral un domingo. Me parece que tu y yo de francés no vamos muy sobrados. Menos mál que cerveza en francés, y en cualquier otro idioma es la primera que hay que aprender y cómo veo, no te faltó en ese hotelillo con terraza. Un saludo
ResponderEliminarDime, Blas, tú que habrás pasado también por esto en otros países: ¿Qué es más complicado llegar de noche a una ciudad del África profunda o llegar a una ciudad como Nueva York? Allí por lo menos tuviste la "suerte" (no sé si se podrá generalizar) de encontrar buena gente. Supongo que, de llegar a una megalópolis, estaría uno mirando de reojo para no tener un mal tropiezo.
ResponderEliminarMe alegro de que en esta ocasión dieras con un buen hotel de playa que te habrá dejado un buen regusto para esta cuarentena. Yo hoy me he podido acercar hoy (primer día de fase 3) a la playa, pero ha sido un fracaso. El día estaba soleado, pero el viento de poniente impedía no solo bañarse, sino tomar el sol.
Un abrazo!
Viajero, te veía buscando el hotel de aquí para allá..., y cuando al final dices eso de ''y cuando iba a desistir'..., he pensado en esos dichos populares de 'el que la sigue la consigue'... o 'busca y encontrarás'... O, ¡no te rindas!!!
ResponderEliminarCreo que encontrar ese hotelito playero fue una suerte y un broche a tu última etapa del viaje.
Esas casas coloniales casi en ruinas totales (y cualquier otra de ciudad o pueblo) con vegetación saliendo por todos los lados, siempre me han causado mucho misterio y me detengo delante (antes de fotografiarlas) pensando en cuando estarían en pleno fulgor de vida... Como en esas películas que después de la imagen de la casa dan 'marcha atrás en los años' y comienza ahí la película...
Por tus fotos tuvieron que ser unas casas 'chulas' que se dice ahora... Lástima que se dejen así y no cobren 'vida' de nuevo...
La foto de la playa no tiene nada que envidiar a las que ya se están viendo por algunos sitios... Bueno, excepto los del caballo... (Ji)
Por cierto, Blas, curiosas las camisetas y sus nombres impresos... Imagino no te pasaron desapercibidas.
Hoy, siguiendo tu título (para despedida de comentario)
Un 'Grand Bassam'. :))