Hombre en su telar
Madrugó
aquel día. Su objetivo ambicioso (en África, un objetivo siempre podía ser ambicioso,
susceptible de truncarse) residía en visitar cuatro pueblos de los alrededores
de Korhogo,
norte de Costa de Marfil. Alguno de ellos, a gran distancia; otros, más
cercanos, pero todos -los cuatro- por caminos de tierra roja africana. El
primero, fue Waraniené, conocida población de tejedores. El libro-guía que llevaba el viajero insatisfecho, catalogaba la
visita como imprescindible. Sin dudarlo, se encomendó a aquel joven motorista,
al que se le notaba su falta de experiencia en salidas fuera de la ciudad, pero
resultó ser eficiente, paciente, muy frio, a veces, pero experto piloto. El
camino de tierra que comenzaba nada más abandonar la ciudad de Korhogo,
lo tomó con decisión. Sin preguntar. Para este mochilero, los primeros
kilómetros fueron de calentamiento, de adaptación a la nueva realidad de
encontrarse en manos de aquel desconocido joven motorista por un camino agreste
sin mucha gente a la vista. De vez en cuando, algún que otro motero cruzaba, y
alguna mujer, con un feje (uff, ¡qué palabra más leonesa!) de palos secos y
retorcidos sobre la cabeza, caminaba por la orilla.
Al
llegar a Waraniené, la calle principal llevaba a los tejedores. Varios centenares
de telares estaban allí, a la sombra de varios cobertizos, grandes y, en
apariencia, destartalados, aunque firmes cumplían la misión de guarecer a los
tejedores del tórrido sol u otra inclemencia de la naturaleza. La imagen en su
conjunto era muy particular y difícil explicar sin conocer la técnica, aunque
con estas pocas palabras (y alguna fotografía) el novel lector ha de comprender
la escena. Los telares de tejer estaban organizados en los laterales del
cobertizo, en ambos lados, y por el centro corrían las filas de hilo de algodón
tensadas por un extremo gracias a un pequeño pero pesado canto rodado. El
tejedor, en su telar, con el hilo tenso, componía poco a poco, aunque con
movimientos rápidos, monótonos y mecánicos, la tela a fabricar. El visitante se
quedaba embelesado viendo el ajetreo del tejedor.
Un
paseo por aquella tradicional fábrica artesana era un verdadero acto de
enriquecimiento y pasión. Le mostraron las prendas realizadas, un poco rudas
para la moda (collection) y excesos
europeos, pero de gran belleza artesanal. Con cierta vergüenza y timidez se
despidió de los tejedores. Le habían enseñado su trabajo con simpatía y, tal vez,
extrañados por la soledad del mochilero.
Vestidos elaborados y diferentes telas
Era
hora de lanzarse a conocer Kapelé, el pueblo de los fabricantes
de perlas. Para llegar a él, el taxi-moto
tuvo que preguntar, pero todo el mundo por aquella zona conocía Kapelé,
un tradicional poblado con multitud de almacenes cilíndricos de mijo y
rudimentarias casas de barro y techo de hojalata. Las perlas eran de terracota,
bolas como canicas que llevaban un proceso menestral, manual, de elaboración y
secado para conformar su dureza. Luego eran pintadas y decoradas con precisión
artesana y profesional. La perla agujereada, una por una, era metida en un
finísimo palo que el joven artesano hacía girar, a la vez que con la mano libre
y un fino pincel decoraba la bola en un plis
plas.
Chapeau!! Y se enrolló con la compra de varias
piezas.
El tercer y cuarto pueblos
del día, Niofoin y Koni. Ambos merecieron un texto y capítulo
aparte. Con estos cuatro pueblos, quedaban casi rastreadas las peculiaridades de
aquella zona del pueblo ‘senufo’ que como ya ha dicho abarcaba, además, áreas
de Mali y Burkina Faso.
Pintando las bolitas de terracota. Luego, insertadas serías collares y pulseras
Copyright © By Blas F.Tomé 2020
ResponderEliminarSe nota, Blas, que no te cuesta (por lo menos cuando estás allí) madrugar. En cuanto a los objetivos ambiciosos, ya ves: te pueden salir allí bien (has visitado los cuatro poblados previstos) y se pueden truncar aquí ( o es que alguien se olía la que estamos pasando?).
He localizado los poblados en el mapa: Waraniené, muy cerquita de Korhogo; al SW. Niofoin, un poco al NW de Korhogo.
Al buscar Kapelé, mr. Google me remite en primer lugar a Eslovenia, pero luego lo he localizado.
En cuanto a Koni, el buscador me remite a la fundación Juan José Márquez y dice: "somos una fundación independiente de creencias religiosas...". Tan independiente que en la primera foto que muestran se ve a los paisanos bajo un lienzo de la Virgen...
Bueno Blas, tómate una mahou, pero porfa...¡No cuentes los días!
Querido viajero,
ResponderEliminaren estos días de 'arrestro-domiciliario' (broma), pienso mucho en las personas que viven en sótanos con ventanas a diminutos patios (que las hay) y la necesidad que tendrán de salir al exterior... También para un inquieto mochilero y viajero-insatisfecho tiene que ser muy parecido... Menos mal que al recordar tus viajes por escrito debe ser algo parecido a volver a vivirlo, a estar allí por un rato. A salir del confinamiento...
Al ver el telar y al tejedor, sus condiciones de trabajo, y al artesano de las pulseras, he pensado con que pocos materiales, mucha imaginación y mucho arte, por descontado, se puede hacer algo tan especial... La prenda sería ruda pero es de una gran belleza y con una bonita combinación de colores.
Su asombro al verte llegar también me lo imagino... Aunque él no nota que no vas solo, algunos 'vamos en tu mochila' y otros, como Emilio, te siguen los pasos muy de cerca...
Ánimo, que ya estamos más cerca de la 'casilla de salida'... (Ji) Y mientras tanto esperemos que los que están ahí fuera 'abran puentes'...
Besotes.
Gracias a los dos (Pilar P. y Emilio), mis fieles seguidores. Para el interior de cada uno, sin duda, como lector de 'blogs' o 'blogger' o ambas cosas, estar activo es fundamental, gratificante y especial.
ResponderEliminarEmilio, esta vez (y muchas), curiosea con 'san google' para localizar los sitios que pisé, lo que tiene inconmensurable valor, y Pilar va siempre en 'mi mochila azul' y me anima '¡la hostia!'.
Mi reconocimiento a ambos, y mi cariño.
¿Que sería de Blas en África sin la ayuda de los moto/taxis? Dio para conocer unas cuantas aldeas. Veo que eres aficionado a las guías Bradt, en contraste con la basura de las Lonely Planet en África que no sirven para casi nada. Ese billetito en la mano del gran jefe, con cara de mala hostia, es auténtica. No parecía muy satisfecho, y eso que no te dieron danza. Broma aparte, noto la satisfacción de haber conocido aquellas gentes, tejedores y como en este casolos peces sagrados de bagre. De verdad que ya necesitamos de nuevo experiementar ese día día africano, Que sea pronto. Un saludo :)
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