25 de marzo de 2020

Koni, el poblado de los artesanos de la forja

El pequeño horno. La alimentación era por arriba

El motorista estaba cansado. Era el último movimiento del día, el último coletazo de aquella jornada de caminos y baches. Se perdió una vez, y paró a aquel hombre en bicicleta ¿Vamos bien para Koni?. Se perdió la segunda, y al despedirse del policía que le pidió el carnet de conducir y los papeles de la moto le preguntó la dirección a tomar para llegar a Koni. Antes de poder recoger la documentación y después de una incomprensible charla, el joven motero se rascó el bolsillo y entregó al policía 500 CFAs. Sobornos, corruptelas, dentelladas de perversión, habituales ‘mordidas’ africanas, podredumbre policial que enferma a cualquier noble sociedad.
El viajero insatisfecho (iba con él 'de paquete') sintió indignación, aunque fueran solo 500 CFAs.
Aquel paisaje de raros árboles y matojos medio secos era algo diferente al recorrido matinal, más atractivo éste y con cierta empatía, aunque igualmente sabana africana. Una sabana, con cierto desdén por poseer una rica tierra, más bien todo lo contrario, árida, mal cultivada, abandonada al sol y moscas. Algún pellizco de su inequívoca riqueza le sacaban los gigantes árboles de mango, las plantaciones de algodón, los recolectores de anacardos o el ralo mijo. El sol había caído ya bastante de su centro neurálgico y era fácil encontrar solitarias gentes por el camino dirigiéndose al hogar. Paró, de nuevo, en un cruce de caminos para orientarse e intentar coger el camino adecuado. Tomó, con acierto, la vereda más pisada y transitada.
Al llegar a Koni, un nuevo control policial se veía a lo lejos en la calle central del pueblo. Con un pequeño rodeo consiguió evitarlo. Un poco más adelante, en una casa cercada con patio se encontraba el artesano del hierro. Un grupo de cinco o seis italianos acababan de llegar. Eran los primeros blancos que vería entonces en el viaje a Costa de Marfil. El mochilero se unió a las explicaciones de aquel simpático lugareño, trabajador del hierro y la forja.
La tierra, con alta concentración de hierro

Un horno, en aquel momento encendido, era el artilugio más importante de su trabajo. En él conseguía compactar el material ferroso que sacaba de un montón de tierra, en apariencia normal, aunque -dijo- con un exceso o aglomeración anormal de este material. Esa tierra, en pequeñas bolas, era introducida por unos orificios en la base del horno a su centro incandescente, alimentado con carbón vegetal por una abertura en la parte superior del montículo. De aquel proceso extraía una masa de hierro compacto que al secarse más parecía una irregular roca coralina.
Ya tenía el hierro en bruto. Darle forma después en otro horno especial era ya una labor artesana de hierro fundido por calor y golpes para esculpir las formas requeridas.
Agujeros en la base para introducir las bolas de tierra

Asistió allí a aquella exhibición de todo el proceso, atento como no a los detalles de su elaboración, incluso subió al horno artesano a comprobar con sus propios ojos el fuego infernal que entonces había en su interior. Una posterior visita a la exposición de objetos trabajados fue el colofón de aquel trayecto a unos cuantos kilómetros de Korhogo. Abundaban los estilos y los tipos de trabajo, aunque se notaba que vivían más de las visitas curiosas que de una venta real: desde la tradicional azada, rejas, rudos candelabros o machetes, toscos sonajeros y algunos artículos de decoración de ridículas formas y, supuso, de mala venta o colocación.
Lo interesante ya estaba revisado: la forja.
Después, la satisfacción de haber visto todo aquel proceso artesanal en un apartado lugar.
Estilizando una herramienta, a base de fuego y golpes

Otra experiencia, totalmente diferente y desconocida para el V(B)iajero Insatisfecho, en Koni [AQUÍ].

Copyright © By Blas F.Tomé 2020

11 comentarios:

  1. Mucha, mucha policía (como decía Sabina), no Blas? Dos controles en poco tiempo: ¿es normal? Si parece que son ellos los que estaban en estado de alerta!
    En cuanto a las mordidas, también las tenemos por aquí, lo que pasa es que allí son por lo visto pequeñas y aquí son millonarias (a lo mejor cuento algo sobre esto pronto).
    La exposición de objetos estaba destinada a los posibles turistas o era para la venta a los paisanos?
    En fin Blas, veo que lo que cuentas en el fcbk es pura superchería: nos quieres engañar con las birras, cuando en realidad estás dale que te pego en tu blog :)

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  2. Gracias, Emilio. Me alegra mucho, lo sabes, que te pases por aquí. Yo estoy 'enamorado' del blog porque me parece -siempre- interesante. Es un medio de expresión que me ilusiona.
    Lo del 'feisbuk-de-mierda' es eso, mierda, pero me sirve como pasatiempos aunque -a ratos- saca mis peores estertores. Lo de las 'birras' me sirve de entretenimiento. Hago un esfuerzo por imaginar algo distinto cada día.
    Gracias, Emilio.

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  3. Viajero, no me extraña que sintieses satisfacción de ver algo así en un lugar tan recóndito...
    Me pregunto que harían los italianos y si les llevó allí, aparte de la curiosidad como la del viajero, otro interés particular (algún estudio o proyecto, no sé...).  ¿No les preguntaste?, mira que raro me parece...  Seguramente ellos se quedaron sorprendidos de verte aparecer....
    Curioso el horno... Pero no veo muy seguro lo de subirse a esos tejados (al menos por las fotos), pero cómo no el viajero-insatisfecho iba a subirse a 'husmear' el montículo... ¡Faltaría más!! (Ji)

    Las famosas mordidas me recuerdan a otro capítulo tuyo que comentaste..., pero creo recordar que esa vez ibas en bus... y algo de 'miedito' pasaste, ¿no? 

    Bueno, no sé si fue en ese post... Con esto del confinamiento la cabeza no va funcionando del todo bien... ¿Nos quedará alguna neurona después? (¿*_*?) ��

    Besotessss y, ¡mucho ánimo!!��

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  4. Claro, 'mi Pipedi'. Ya había contado algo sobre 'las mordidas' africanas. Creo que tu te acuerdas del autobús, en Camerún, del que me hicieron bajar. ¡Grande de tu memoria!. Y si, me subí a la parte de arriba del horno, por donde lo alimentan, y por su agujero se veía debajo un verdadero infierno de fuego y brasas rojizas (ji).
    De los italianos, ni idea.
    Besos.

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  5. Curioso ver a los italianos por ahí. Hoy ni estarían ellos ni nosotros. Creo que has debido ir más veces en moto de paquete en África que en en toda tu vida en España. La artesanía y la forja no parece diferir mucho a la de otros lugares aun con esos minusculos agujeros justo para meter las bolas. Me parece también que viven más de esas visitas que de su venta. Venga, feliz confinamiento cervecero :)

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  6. Carlos!!. ¿Pero tu no los utilizas? (digo, las motos). Si, supongo que sí. Y, sin duda, es un medio de transporte, para llegar a determinados lugares, eficaz y más barato que un coche. Y divertido, aunque reconozco el riesgo.
    Bueno, gracias por tu visita y tus comentarios (SIEMPRE, aunque no conteste). Y tu 'post' sobre 'los diablillos' bolivianos muy interesante y muy bien contado.
    Un abrazo.

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  7. Ya va la tercera tentativa.
    Te decia, como consideran en esos pueblos a los ferrones? Son una casta/clase maldita, inferior, peligrosa como aqui en la India?
    Ah! Y a proposito. Sabes que pasa con FACEBOOK? eSTA ENLOQUECIDO, CADA VEZ ME PIDE QUE ABRA UNA CUENTA QUE LUEGO NO ACEPTA.
    BESOS

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  8. Mi maharaní": Arduo problema me planteas. Precisamente lo dije en mi 'post' anterior que tu no has leído, o al menos comentado:
    "El término artesano abarcaba diferentes castas individuales dentro de la sociedad incluyendo herreros, talladores, cortadores de latón, alfareros o trabajadores del cuero".
    Pero no te puedo decirte si lo consideraban peor o mejor que a otros oficios artesanos. En todo caso, niña, gracias por pasarte (hasta 3 veces, dices) por esta tu ventana.
    En otro tema que no puedo ayudarte: Del 'feisbuk-de-mierda' se poco, cada vez menos, y hasta me cabrea, a veces.
    Gracias, Pondy, y un besazo.

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  9. Alli te espero, que no todo va a ser Mahou manana tarde y noche, que hasta en el ropero nos las pones
    Bssss

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