El cráter 'El Boquerón'. En primer plano, unos cocotos o jocotes
El
cráter de ‘El Boquerón’ se encontraba relativamente cerca de la ciudad de San
Salvador, capital del país centroamericano El Salvador. Era conocido en
toda la ciudad y para aproximarse a su borde era necesario tomar un autobús en
el centro hasta el barrio de Santa Tecla. Allí, un pic-up acercaba al visitante hasta la entrada del parque nacional,
o zona protegida, que rodeaba a aquel inmenso boquete.
Desde
la entrada hasta el mismo borde del antiguo cráter se ascendía por un sencillo
sendero, a veces con escaleras y otras con barandilla, bien marcado y señalado para
el caminante. Una vez allí, la panorámica era realmente bella. Desde cada uno
de los cuatro miradores en lo más alto de la arista (Los helechos, Las
hortensias, Las begonias y Los cartuchos) se podía ver, en lo hondo del círculo, el extinto volcán. Las laderas que lo bordeaban con los años
se habían convertido en una pequeña selva verde.
En
lo más profundo, había existido un lago que desapareció, según decían, en 1917
cuando una pequeña erupción colapsó y diseminó sus aguas. Era posible visitarlo
y descender, aunque todos los indicadores/letreros coincidían en señalar la falta
de vigilancia y la peligrosidad de un descenso y, por tanto, del posterior
ascenso. El parque nacional no se responsabilizaba del que se atreviera a contravenir
aquellas indicaciones. El viajero
insatisfecho que, en este caso, retaba a la adversidad -no suele hacerlo- podría
certificar que el regreso, o ascenso, era un verdadero y agotador desafío.
Esta
empresa de subir y bajar en solitario se convertía, aún más, en una verdadera
temeridad para el mochilero que no contaba, ni cuenta, con una excelente
condición física. Inició solo el descenso -a sabiendas de que podía abortarlo- animado
por la perspectiva de llegar a pisar lo que desde arriba se veía como un
pequeño cráter circular. Cuando, después de media hora, estaba a punto de
abortar por primera vez la operación de bajada (lo haría varias veces) y dar
por concluida la aventura, se aproximaron dos mexicanas y un mexicano por la
misma senda que le animaron a continuar. La bajada, entre bromas, descansos,
ramas caídas y peñascos, se hacía lenta y cansina en grupo. Decidió continuar en
solitario. Al cabo de un rato o una media hora más de caminata, le vino a la
mente de nuevo otra intentona de abandono, pensativo y sentado en una de las
rocas, pero en ese momento ascendía un grupo de cuatro salvadoreños, guiados
por un italiano loco (es un apelativo cariñoso, Alejandro) por el ‘footing’
de altura, después de haber cumplido su reto. Aunque faltaba poco para la meta
como así le confirmaron, no alcanzaba a verla por lo espeso de la vegetación.
Les mostró su interés por abandonar el empeño, pero el italiano le convenció e
incluso decidió acompañarle hasta haber finalizado el descenso.
¡Gracias,
Alejandro!.
Unos
minutos de descanso en lo más profundo del cráter, unas fotos una vez cumplido
el objetivo y, de nuevo, a afrontar la montaña, en este caso, el reto del
ascenso.
En el cráter, con la alegría del éxito
Un
suplicio, un martirio. La complicada trepa por aquella senda casi vertical
‘para ardillas’ se hacía eterna. Entre arbustos y piedras, pequeñas lianas y
musgo, los minutos se estiraban largos, y el cansancio hacía peligrar un sano
regreso. Unos se animaban a otros, y los otros respondían también con ánimos,
pero ‘El Boquerón’ parecía poder con todos. Menos con el italiano. Pasaron
más de dos horas y, así, con la lentitud en las piernas, la respiración entrecortada,
precipitada, y las caras desencajadas de agotamiento abordaron el último escalón
de piedras que les dejaba en lo más alto del cráter.
Había concluido.
Copyright © By Blas F.Tomé 2016
Te felicito por este relato tan lleno de veracidad e interés y por haber realizado lo que en él nos cuentas tan bien. Los volcanes siempre seguirán desafiándonos y ese es un valor de los muchos que me atraen de ellos.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Si te quedas arriba nos perdiamos la emoción y sinsabores de la bajada al crater, con que me alegro, porque me he cansado contigo por solidaridad pero sin riesgos jajajaja. Sois como niños los excursionistas. Me ha encantado.
ResponderEliminarUF! me has tenido todo el rato en vilo, Blas: Cuando dices que empiezas a bajar, ya me temo que el leonés va a llegar hasta el final...y ya me estoy temiendo el regreso. Menos mal que todo acabó bien. Así me gusta: con final Feliz!
ResponderEliminarUn abrazo: emilio
He podido sentir en cada paso tuyo, en cada jadeo, el suplicio del Cerro Chato del demonio en Costa Rica, y encima lloviendo como catarata.
ResponderEliminarPero cuando uno cumple con su mision...Que sensacion de plenitud, de fuerza!
Bien por nuestro Tigre! Que los de Leon no se achantan.
Besos
Jeje Yo te leiá y me estaba cansando como si estuviera subiendolo también. Imagino que después el Viajero insatisfecho se vengaría con una buena Pilsener y unas pupusas de chicharrón para compensar el esfuerzo.
ResponderEliminarSaludos