20 de marzo de 2017

Cráter El Boquerón / El Salvador

El cráter 'El Boquerón'. En primer plano, unos cocotos o jocotes

El cráter de ‘El Boquerón’ se encontraba relativamente cerca de la ciudad de San Salvador, capital del país centroamericano El Salvador. Era conocido en toda la ciudad y para aproximarse a su borde era necesario tomar un autobús en el centro hasta el barrio de Santa Tecla. Allí, un pic-up acercaba al visitante hasta la entrada del parque nacional, o zona protegida, que rodeaba a aquel inmenso boquete.
Desde la entrada hasta el mismo borde del antiguo cráter se ascendía por un sencillo sendero, a veces con escaleras y otras con barandilla, bien marcado y señalado para el caminante. Una vez allí, la panorámica era realmente bella. Desde cada uno de los cuatro miradores en lo más alto de la arista (Los helechos, Las hortensias, Las begonias y Los cartuchos) se podía ver, en lo hondo del círculo, el extinto volcán. Las laderas que lo bordeaban con los años se habían convertido en una pequeña selva verde.
En lo más profundo, había existido un lago que desapareció, según decían, en 1917 cuando una pequeña erupción colapsó y diseminó sus aguas. Era posible visitarlo y descender, aunque todos los indicadores/letreros coincidían en señalar la falta de vigilancia y la peligrosidad de un descenso y, por tanto, del posterior ascenso. El parque nacional no se responsabilizaba del que se atreviera a contravenir aquellas indicaciones. El viajero insatisfecho que, en este caso, retaba a la adversidad -no suele hacerlo- podría certificar que el regreso, o ascenso, era un verdadero y agotador desafío.
Esta empresa de subir y bajar en solitario se convertía, aún más, en una verdadera temeridad para el mochilero que no contaba, ni cuenta, con una excelente condición física. Inició solo el descenso -a sabiendas de que podía abortarlo- animado por la perspectiva de llegar a pisar lo que desde arriba se veía como un pequeño cráter circular. Cuando, después de media hora, estaba a punto de abortar por primera vez la operación de bajada (lo haría varias veces) y dar por concluida la aventura, se aproximaron dos mexicanas y un mexicano por la misma senda que le animaron a continuar. La bajada, entre bromas, descansos, ramas caídas y peñascos, se hacía lenta y cansina en grupo. Decidió continuar en solitario. Al cabo de un rato o una media hora más de caminata, le vino a la mente de nuevo otra intentona de abandono, pensativo y sentado en una de las rocas, pero en ese momento ascendía un grupo de cuatro salvadoreños, guiados por un italiano loco (es un apelativo cariñoso, Alejandro) por el ‘footing’ de altura, después de haber cumplido su reto. Aunque faltaba poco para la meta como así le confirmaron, no alcanzaba a verla por lo espeso de la vegetación. Les mostró su interés por abandonar el empeño, pero el italiano le convenció e incluso decidió acompañarle hasta haber finalizado el descenso.
¡Gracias, Alejandro!.
Unos minutos de descanso en lo más profundo del cráter, unas fotos una vez cumplido el objetivo y, de nuevo, a afrontar la montaña, en este caso, el reto del ascenso.

En el cráter, con la alegría del éxito

Un suplicio, un martirio. La complicada trepa por aquella senda casi vertical ‘para ardillas’ se hacía eterna. Entre arbustos y piedras, pequeñas lianas y musgo, los minutos se estiraban largos, y el cansancio hacía peligrar un sano regreso. Unos se animaban a otros, y los otros respondían también con ánimos, pero ‘El Boquerón’ parecía poder con todos. Menos con el italiano. Pasaron más de dos horas y, así, con la lentitud en las piernas, la respiración entrecortada, precipitada, y las caras desencajadas de agotamiento abordaron el último escalón de piedras que les dejaba en lo más alto del cráter.
Había concluido.

Copyright © By Blas F.Tomé 2016

5 comentarios:

  1. Te felicito por este relato tan lleno de veracidad e interés y por haber realizado lo que en él nos cuentas tan bien. Los volcanes siempre seguirán desafiándonos y ese es un valor de los muchos que me atraen de ellos.

    Gracias y saludos.

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  2. Si te quedas arriba nos perdiamos la emoción y sinsabores de la bajada al crater, con que me alegro, porque me he cansado contigo por solidaridad pero sin riesgos jajajaja. Sois como niños los excursionistas. Me ha encantado.

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  3. UF! me has tenido todo el rato en vilo, Blas: Cuando dices que empiezas a bajar, ya me temo que el leonés va a llegar hasta el final...y ya me estoy temiendo el regreso. Menos mal que todo acabó bien. Así me gusta: con final Feliz!
    Un abrazo: emilio

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  4. He podido sentir en cada paso tuyo, en cada jadeo, el suplicio del Cerro Chato del demonio en Costa Rica, y encima lloviendo como catarata.
    Pero cuando uno cumple con su mision...Que sensacion de plenitud, de fuerza!
    Bien por nuestro Tigre! Que los de Leon no se achantan.
    Besos

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  5. Jeje Yo te leiá y me estaba cansando como si estuviera subiendolo también. Imagino que después el Viajero insatisfecho se vengaría con una buena Pilsener y unas pupusas de chicharrón para compensar el esfuerzo.
    Saludos

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