-Puesto en el arcén, vendía 'hongos de Navidad'-
Sorprendía al visitar
los mercados zambianos, al pasar delante de los puestos callejeros en las
ciudades o al divisar los tenderetes en los arcenes la gran cantidad de hongos
y setas de diversos tamaños y colores que existían. Sin duda, se fijó en ello
por esa curiosidad convulsiva del viajero
insatisfecho por las cosas insistentes o repetidas que se encuentra en el
camino.
Dejándose uno llevar
por la velocidad del bus, se divisaba, según amanecía, la sabana-selva como un
manto húmedo y brillante verde. Ambiente natural y propicio que, recordando los
puestos del mercado de Lusaka, le hacía pensar en las
sabrosas setas que crecerían en los montículos termiteros, abandonados hace
tiempo.
[Se acercó a aquel solitario termitero. La mañana anterior una lluvia
calma pero testaruda había caído sobre el destrozado túmulo, donde crecían ya
vigorosos arbustos salvajes y hierbajos. A su orilla, un árbol de varios
lustros daba sombra a aquel montón de tierra rojiza. Al apartar las ramas caídas
y más rastreras, un grupo de setas blaquecinas mostraron su generosidad
natural. Arrancó dos de ellas y las miró].
Un sueño.
La ‘amanita zambiana’ era una de las más
frecuentes en los tenderetes de la ruta. Originaria de la región, era la más
popular e identificable, también conocida como ‘hongo de Navidad’, muy abundante alrededor de diciembre y
principios de enero (época en la que estuvo por allí el mochilero), de ahí su
nombre. En ocasiones, este hongo se secaba para su almacenamiento, pero sólo
después de haberlo hervido y escurrido el agua.
-Puesto callejero, con setas de varios tipos-
Pero había otras en
los puestos callejeros que le llamaban la atención por su colorido casi
deslumbrante, amarillo y rojo intensos que atraía la vista. No eran los zambianos muy
amables a la hora de dejarse fotografiar aunque consiguió alguna instantánea
robada del mercadeo existente.
Supo, luego, que una
de las mayores setas del mundo tenía su origen en los bosques zambianos: la
vulgarmente conocida como ‘chingulungulu’.
No la vió.
-Puesto callejero en Lusaka-
Copyright © By Blas F.Tomé 2014
Vaya!Esto de los blogs me la tiene jurada. Me ha desaparecido el comentario.
ResponderEliminarSera que este nuevo ordenador me la juega a la chita callando por ignorante?
Bueno, decia que yo pensaba que las amonitas eran muy venenosas... claro que cocidas y secas...
Las amarillas son un lujo! Todavia no las secuestrado los grandes de la cocina?
Besos
Mi pasión por las setas es infinita. Me alegra mucho conocer por ti esas variedades africanas que yo me hubiera parado a comprar y cocinar en cuanto pudiera.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Blas, seguimos contigo. Lo sabes, no?
ResponderEliminarBesos
Un mundo realmente distinto...hasta en las setas!
ResponderEliminarUn cordial saludo
Curioso que en un país con fama de seco tengan esa enorme variedad de setas y la cultura de su consumo. Me encanta la Micología, así que felicidades por la entrada, muy interesante, la comparto.
ResponderEliminarUn saludo!
Alvaro
Esos hongos son tan curiosos como su brillante colorido.
ResponderEliminarPero que sana es esa curiosidad de por la búsqueda de lo inusual y desconocido.