-Monje etíope, en las calles de Bahar Dar-
Viajar por Etiopía
era tener un permanente encuentro con los sacerdotes o monjes coptos que iban
unidos a la antiquísima religión del país. Se ofrecían voluntariamente a ser
fotografiados con un envidiable talante. Muchas veces extendían la mano, una
manera de solicitar el correspondiente donativo; otras, hacían el gesto de la bendición con su cruz ortodoxa, y las más, se despreocupaban con
una sonrisa. Y ahí, el enfrentamiento a estos personajes religiosos era muy
diferente entre los etíopes y los extranjeros. Los primeros les guardaban un respeto
rayano a la devoción, y a los segundos les parecían ideales para hacer una
bonita y original, cada vez menos, instantánea.
¡Eran tantos y de
tantos tipos!.
-Monje etíope, en Addis Abeba-
La comunidad
religiosa entre los ortodoxos etíopes era muy complicada. Constaba de sacerdotes,
dabtaras, monjes, monjas y diáconos.
Unos se encargaban de la enseñanza religiosa y las funciones administrativas;
otros habitaban en los innumerables monasterios. Unos, eran célibes y, otros,
se podían casar. Podían ser elegidos obispos, o no.
Algunos, sospecha este
mochilero, se vestían como tales y mantenían una espiritualidad muy pero que
muy sui generis [primera fotografía].
Una complicación.
Por la calle, y a las
puertas -y en el interior- de los monasterios rondaban como las abejas liban.
Merodeaban por los templos en Addis Abeba, por los monasterios del Lago Tana,
por las iglesias de Lalibela,... Eran simpáticos, poco tímidos y cargados de
paciencia con los pesados extranjeros y viajeros.
No eran como los sadhus hindúes pero, a veces, al
encontrarles mantenían ese aire de ascetismo que cuando uno se topaba con el
siguiente se encargaba de desmoronar.
La mirada del viajero insatisfecho para con ellos siempre estuvo cargada de
comprensión.
-Monje etíope, en los monasterios del Lago Tana-
-Monje etíope, en los monasterios del Lago Tana-
-Monje etíope, en las iglesias de Lalibela-
Copyright © By Blas F.Tomé 2014
La comprensión del viajero se nota en esos espléndidos retratos que nos ofreces.
ResponderEliminarAdemás me aventuro a decir que el viajero insatisfecho es más comprensivo cuando viaja (por Africa) que cuando está en el resto de su vida, y seguramente lleva buena parte de razón en sentir y pensar así.
Gracias y saludos.
Comparto cada una de las palabras del anterior comentario...
ResponderEliminarHacía tiempo que no te comentaba, pero siempre estabas presente amigo Blas.
Excelentes retratos que con tu permiso comparto en mi página...
Un gran abrazo
Comparto cada una de las palabras del anterior comentario...
ResponderEliminarHacía tiempo que no te comentaba, pero siempre estabas presente amigo Blas.
Excelentes retratos que con tu permiso comparto en mi página...
Un gran abrazo,
Ilona
Nos dejas una información interesante, que nos permite conocer más y mejor los lugares de África que nos enseñas.
ResponderEliminarUn abrazo, Blas.
Pues sí que es complicada esta comuidad religiosa etíope. Desde luego, si tuviera que elegir, me inclinaría por ser uno de los que se pueden casar (y que tomen nota de paso en Roma).
ResponderEliminarUn abrazo: emilio
Mira, amigo Blas. Acaba de marcharse el hijo etiope de un buen amigo mio, profesor de Espanol en el Liceo. Se lo voy a mandar con tu permiso, el es copto, por la gracia de dios, siempre por su gracia!
ResponderEliminarYa me gustaria ir a Etiopia, por aquello del Leon de Juda y todo esto que apuntas.
A lo mejor ahora, con el...
Tus retratos,excelentes, pero menos "fieros"que nuestros sadhus.
Besos
Muy singular tu encuentro con estos monjes coptos.
ResponderEliminarDesconocía la existencia de este tipo de religión cristiana en Etiopía, más presentes en Egipto.
Un saludo Blas y gracias por compartir.
Carlos: Sin duda el país que más coptos tiene es Etiopía, con diferencia del resto. En este país es la creencia con más adeptos, o eso tengo entendido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estupendos tus retratos de los monjes ortodoxos etíopes. Una espiritualidad diversa como describes.
ResponderEliminarReflejas esa carga de comprensión en tu mirada, y además hay complicidad con alguno de ellos.
Te escribo teniendo cerca de mí una de las cruces ortodoxas que me traje de recuerdo.
Un beso cómplice.