2 de mayo de 2011

Vida gambiana

Puaff!, qué pedazo placer era pasear por aquella playa, desbordada de vida africana. Se veía el fragor del movimiento y el reposo sin fin. Todo mezclado como es lo africano. Era calor, sudor y fría violencia. Era pasión, sentadas sin fin y excitación repentina. Allí, con el sol a punto de caer sobre el mar, había movimiento, quietud, mercadeo, trabajo; ilusión por salir adelante, conversación, pasión por sobrevivir y, todo junto, era un grito.
Olía a pescado como huelen los peces al salir del mar pero más a pescado putrefacto y desperdicios consumidos por el sol; a pescado secado a fuego lento en los cercanos secaderos. Olía a todo eso y al África del mar.
Y a cayuco.
Llegaron a media tarde, intrigados por ver arribar a los pesqueros, a la caída del sol, a la playa de Brufut (Gambia). Era una manera de tomarle el pulso al pueblo gambiano, de conocer su estado general. En África, ese pulso se muestra en los mercados, en los puestos callejeros, en las estaciones de autobuses y, como en Brufut (ver fotografía), también en las playas.
La marea, de la que depende el loco ritmo pesquero, era propicia aquel día. Se oía a los buitres negros carroñeros y oscuras gaviotas graznar ante el abundante futuro festín de despojos. Sólo era cuestión de esperar, aunque algún atrevido carroñero ya había tomado sitio y saltaba entre corrillos de mirones, o no tan mirones.
El instante no desilusionó al viajero insatisfecho y aquella arena se convirtió frenética en una auténtica lonja costera.

Copyright © By Blas F.Tomé 2011

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