En el archipiélago de San Blas (Panamá) había cientos de islas, algunas habitadas, otras no. Una mañana, este mochilero y otros más, que el camino puso delante, organizaron una comunitaria visita a varias de ellas. Todas ellas, territorio kuna.
Desde que fuera declarada la zona Kuna Yala, con el actual estatus de comarca indígena, es prácticamente una nación independiente dentro del país (para entrar controlaban el pasaporte aunque sin añadir ningún tipo de sello en él). Los kunas viven de los recursos naturales de las islas, de la venta de cocos, de la venta de marisco y, más recientemente con el turismo, de la venta de artesanía.
- ¡Visitemos la ‘Isla de las estrellas’!, dijo el kuna que guiaba al grupo en su lancha.
Deshabitada; solitaria; con visibles efectos de fuerte brisa en sus enmarañadas ramas; naturaleza virgen,…, todo un compendio de vida en aquel diminuto paraje/isla plagado de belleza.
A escasos metros de la orilla, en plena playa de arena blanca y salvaje, se veía a escasa profundidad multitud de pequeñas estrellas.
Y, entonces, aquella guapa alemana/colombiana -que se decía alemana pero que hablaba un español mezclado de sonoridades colombianas- con cierta inocencia y ternura, no exenta de rabiosa sensualidad, se quitó sus telas de arriba y, con gracia y amplia sonrisa, mostró a todos (‘Que no me vea el ‘kuna’, dijo) la belleza de dos estrellas estratégicamente colocadas, fuera de su habitual fondo marino.
Una de ellas murió.
Pero........ ¿quién hubiera podido resistir aquel discreto arrullo?
¿Lo hubiera hecho el viajero insatisfecho?.
Desde que fuera declarada la zona Kuna Yala, con el actual estatus de comarca indígena, es prácticamente una nación independiente dentro del país (para entrar controlaban el pasaporte aunque sin añadir ningún tipo de sello en él). Los kunas viven de los recursos naturales de las islas, de la venta de cocos, de la venta de marisco y, más recientemente con el turismo, de la venta de artesanía.
- ¡Visitemos la ‘Isla de las estrellas’!, dijo el kuna que guiaba al grupo en su lancha.
Deshabitada; solitaria; con visibles efectos de fuerte brisa en sus enmarañadas ramas; naturaleza virgen,…, todo un compendio de vida en aquel diminuto paraje/isla plagado de belleza.
A escasos metros de la orilla, en plena playa de arena blanca y salvaje, se veía a escasa profundidad multitud de pequeñas estrellas.
Y, entonces, aquella guapa alemana/colombiana -que se decía alemana pero que hablaba un español mezclado de sonoridades colombianas- con cierta inocencia y ternura, no exenta de rabiosa sensualidad, se quitó sus telas de arriba y, con gracia y amplia sonrisa, mostró a todos (‘Que no me vea el ‘kuna’, dijo) la belleza de dos estrellas estratégicamente colocadas, fuera de su habitual fondo marino.
Una de ellas murió.
Pero........ ¿quién hubiera podido resistir aquel discreto arrullo?
¿Lo hubiera hecho el viajero insatisfecho?.
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