14 de mayo de 2010

La beldad y la inquina

Hay veces que los libros hablan maravillas de un determinado paisaje, natural o artificial, ciudad o pueblo y describen su esencia como algo hermoso. Y no siempre o, mejor, casi nunca el lugar es elegante, escultural o, simplemente, guapetón. Este, tantas veces, trashumante mochilero piensa que esa falta total de franqueza del escritor, o periodista, puede ser debida al afecto o quizás veneración por ese concreto lugar. También, pudiera ocurrir, que su intención fuera incentivar la imaginación al lector.
Estas serían interpretaciones positivas.
Otras veces, las más, esas falsedades son una forma de manipulación. ¿Es tan vistosa Nueva York que propios y extraños hablan maravillas? ¿Son tan bonitos los Santos Lugares que cualquier cretino-turista-viajero pone su meta en los mismos?.
¿Y Roma?. La mayoría de los literatos hablan maravillas de Roma, pero uno se pregunta si no será para evitar ser vilipendiados o excluidos por sus lectores más fieles. O para cumplir con el que contrata que escriba, que es peor. ¿Es tan exquisita la Ciudad Eterna que cualquier mortal, mal aconsejado, desea morir una vez pisadas sus calles? A ojos observadores lejanos, la ciudad más bien aparenta ser algo rancio, como rancias son las sotanas con naftalina tan habituales en sus aledaños.
¿No será que el visitante-manipulado va buscando la belleza donde cree que va a haberla y no donde realmente fluye?.

Demasiadas preguntas resentidas y contradicciones para este breve ‘post’.
Demasiada inquina genera en el viajero insatisfecho que no entiende, en determinados casos, esas ganas de exageración ni esa supuesta beldad.

Copyright © By Blas F.Tomé 2010

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