18 de mayo de 2009

Es un apenado recuerdo

Hubo una mano que le ayudó, por interés -por supuesto- pero la mano allí estuvo, cerca, cálida, sin aspavientos, con simpatía y sencillez. La mano era infinita. El calor, aunque un resquicio, se dejaba notar. Hace unos días esa mano se adormeció para siempre, ¡maldita sea!.
Este es el homenaje del viajero insatisfecho para aquel hombre, dos veces casado con la misma mujer, que conoció un lejano día en Arusha (Tanzania), le contrató para que le llevara y guiara por el antiguo cráter del Ngorongoro y, luego, él le paseó desinteresado también por el Parque Nacional de Tarangire. El libro-guía decía de este parque nacional y de la zona del río que transita por él, “está infestada de moscas tse-tsé, a la que los animales salvajes son resistentes; los masai no quieren instalarse allí con sus ganados porque sus animales domésticos no lo son”. Estos libretos, a veces, se pasan de tremendistas y asusta-viajeros.
Este amigo tenía, a unos kilómetros del lugar, un camping, nada lujoso -rudimentario, diría- en una zona de sabana seca. Un negocio casi ruinoso pero que le había aportado un dinero suplementario.
Murió hace días, joven, con proyectos, con futuro y -seguro- con varios business inacabados.
De su muerte se enteró de casualidad.

Se apenó en silencio.

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