Tiene su aquel. Si uno visita el estado de Kerala, en el suroeste de India, puede organizarse por poco dinero un crucero de nueve horas, con la ventaja de seguir la ruta turística más lógica y coherente. Este viajero insatisfecho (ver fotografía) venía de sur a norte del territorio hindú. Su libro-guía le recomendaba hacer el trayecto Quilon-Alleppey (80 kilómetros) en barco, por unos impresionantes y paradisíacos canales, donde el agua se confunde con el cielo, la tierra con el agua y sus gentes con mandarines sureños. Uno se cruza con barcos, estilo champanes chinos, y sus tripulaciones pertrechadas de sombreros, también chinos. Todo un crisol oriental a tiro del pulsador de la cámara.
Muy obediente con su “maestro viajero” (libro-guía), este mochilero hizo ese trayecto en un soleado día de septiembre. No se arrepentirá nunca de haberlo decidido.
La maraña de lagunas, ríos, calles acuáticas, cruces, canales artificiales conforman un laberinto navegable que no se escapa al control de los hábiles barqueros de la zona. El paseo es zigzagueante de poblado en poblado, con paradas para comer, para dejar pasajeros, subir mercancías o encargos, para sentirte, en fin, como descubridor de un mundo al que no se le ha escapado la belleza primigenia. Toda una experiencia.
Comió la tradicional “arroz con curry”, utilizando su mano derecha y servido en hoja de plátano, un trozo de pescado frito en exceso y los típicos, pero caros, anacardos (una delicia, por cierto).
“Entre los pasajeros, aún recuerdo la presencia de una pareja de catalanes con los que charlé mucho rato -entre fotografía y fotografía- después de pasar varios días sin haberme comunicado en el idioma que me vio nacer”.
Muy obediente con su “maestro viajero” (libro-guía), este mochilero hizo ese trayecto en un soleado día de septiembre. No se arrepentirá nunca de haberlo decidido.
La maraña de lagunas, ríos, calles acuáticas, cruces, canales artificiales conforman un laberinto navegable que no se escapa al control de los hábiles barqueros de la zona. El paseo es zigzagueante de poblado en poblado, con paradas para comer, para dejar pasajeros, subir mercancías o encargos, para sentirte, en fin, como descubridor de un mundo al que no se le ha escapado la belleza primigenia. Toda una experiencia.
Comió la tradicional “arroz con curry”, utilizando su mano derecha y servido en hoja de plátano, un trozo de pescado frito en exceso y los típicos, pero caros, anacardos (una delicia, por cierto).
“Entre los pasajeros, aún recuerdo la presencia de una pareja de catalanes con los que charlé mucho rato -entre fotografía y fotografía- después de pasar varios días sin haberme comunicado en el idioma que me vio nacer”.
"seco traidor", me tienes confundido, entre la foto que pareces una coneja entrando cama, el zigzadeo del puto rio ese que me estoy hasta mareando, tanto artículo chino, que si la tierra es el cielo, que si el cielo es el rio, que si el rio es la tierra; y para colmo me entero que tu lengua nativa es el catalán en vez de el berciano forever......totalmente confundido.
ResponderEliminar¡¡¡¡alza el rabo león¡¡¡¡
CONQUENSE, TU COMENTARIO AL SECO DE "CONEJO A CATALAN" ME HA TRASTORNADO.
ResponderEliminarNO SE SI PODRE VOLVER A MIRARLE CON SERENIDAD.
SE QUE NO PODRE.....LASTIMA TANTOS AÑOS.