Por
los alrededores de este lago —bastante abandonado y sucio— se veían algunas
antiguas mansiones estilo francés, todo ello mezclado con casas humildes y algún
edificio en construcción. Un desastre estético.
Un
joven, en ese momento, animaba a una banda de patos o gansos domésticos que
andaba por la orilla a lanzarse al lago. Lo consiguió.
Después de este recorrido se adentró en la parte más antigua de la ciudad. Los edificios estilo colonial, las calles estrechas y un ambiente concurrido así “lo cantaban”. El día se pasó rápido.
Al siguiente, emprendería una empresa distinta. Temprano, después de un desayuno al lado del hotel —muy al estilo europeo, con café y bollería— concertó con un rickshaw, tirado a pedales, la visita a dos lagos ubicados en los alrededores. Sobre uno de ellos, el más alejado (a unos 20 kilómetros) había leído cosas de interés. Una vez finalizado la excursión llegó a la conclusión de que no había elegido el medio de transporte adecuado. Lo complicado de la ruta, con muchas pendientes, hizo que en multitud de tramos fuera necesario empujar el rickshaw. El mismo medio, pero motorizado, hubiera sido lo acertado.
El lago Andraikiba era una gran extensión de agua, circundado por una carretera y, en la parte más turística, plagado de puestos de venta, kioscos de comida y demás bagatelas. Estaba rodeado de una leyenda, en la que una mujer, aspirante a esposa, se había ahogado en competición con otra candidata. Desde ese día, se dice que el lago se llamó Andraikiba, que significa «el lugar donde murió una madre».
El
lago
Tritriva, mucho más distante, era un tanto original. Ocupaba un cráter en una región notable
por la presencia de aguas termales. Se asentaba en el respiradero de un cono
volcánico ovalado encerrado entre acantilados verticales. Una curiosidad: durante
las épocas de lluvia contenía poca agua; en cambio, en las épocas secas alcanzaba
su máximo. Al viajero insatisfecho
le costó llegar hasta allí, por aquel camino de tierra con gran cantidad de
pendientes y, por los alrededores, fincas fértiles de productos variados como
maíz, patatas o legumbres, y algún arrozal. Una total escasez de árboles,
únicamente visibles en los pequeños núcleos habitados. La electricidad no había
llegado aún a estas aldeas circundantes o de paso.
La
excusión le ocupó la jornada.
Eso, eso: lo primero comer. Como nos decía el profe en el insti: "Primum vivere, deinde..." (rellena los puntos suspensivos)
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que tu elección "a pedales" no fue muy afortunada, pero el resultado ha sido brillante: me gusta más el lago de Tritriva que el de Andraikiba.
Pero si tengo que elegir una foto me quedo con "vista general del territorio...
Un abrazo!
Sr. Tigre, necesito tu dirección de Madrid para enviarte el "Principito" prometido desde mi pueblo.
ResponderEliminarEspero.
Pero, bueno!!. ¿No me merezco una visita, a tu paso por Madrid? ¿Tan malo he sido contigo?.
EliminarTe pasaré la dirección por otro medio ¿te parece?.
Besotes.
Sr. Tigre, ya la tengo, pero habrá que esperar a que la gente se recupere de tanta Pascua, es decir el martes.
ResponderEliminarDe momento, como te decía, no me pasaré por Madrid.
Bsss