
Había salido en una moto (“de paquete”, por supuesto) de la ciudad de Mae Hong Son, al norte de Tailandia. El guía era como un pequeño forajido, medio salvaje, pero conducía de maravilla el singular vehículo, apropiado, por otra parte, al “numeroso tour” que había contratado: yo solo. Atravesamos un puente colgante, campos orientales con sabor oriental y pequeños ríos que con nuestr

Cero. Nulo turismo en el poblado de las “mujeres jirafa”, que era mi objetivo, pero la infraestructura montada: ticket de entrada, sonrisa del taquillero, breve reverencia de rigor, y levantamiento de la valla.
No salía de mi asombro. Le pregunté a mi loco guía si había alguna manera de evitar el trámite y colarnos por cualquier lado, no por el dinero, creedme, sino por no dar un revolcón a mis ilusiones, a mi imaginación, a mi espíritu viajero. Me lo pensé y…. ¡a tragar!.
Pose fotográfica con alguna de las mujeres, oferta de regalos artesanales, paseo por las casuchas y u

¿Lo mejor?: el paisaje de los alrededores.
¿Lo más lamentable?: la explotación y los viajeros, que ahí nos hemos convertido en indirectos, ¿o directos?, culpables.
Uhm, seguro que ninguna tiene papada...
ResponderEliminarEs verdad que muchas veces por "culpa" del turismo, convertimos ritos y costumbres ancestrales, en meros reclamos turísticos. ¿Cómo sobrevivían antes de ingresarse el dinero de aquellos ávidos de sacar la foto de turno?.
ResponderEliminarNunca sabes si haces bien ayudándoles con tu aportación o no.
Sobretodo porque esas mujeres están en Tailandia como "refugiadas" de la antigua Birmania, las autoridades han visto el filón, las tailandesas digo, y han recreado ahí un pequeño parque temático. Nosotros en su dia pasamos de ir a verlas. Hoy por hoy creo que el circo es peor.
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