21 de octubre de 2024

Samarcanda / Uzbekistán


Estatua de Amir Temur o Tamerlán

Hay ciertos lugares evocadores que predisponen y llevan siglos inflamando el deseo del viajero en general: Isfahán, Zanzíbar, Tombuctú o Samarcanda. Sobre esta última, Amin Maalouf dijo: Samarcanda, el más bello rostro / que la tierra haya vuelto jamás hacia el sol. Asimismo, está envuelta en un halo de dos grandes e históricos viajeros: Marco Polo e Ibn Battuta. De Tombuctú, por otro lado, se dijo siempre “de aquí a Tombuctú”, frase que se ha utilizado para describir los largos y difíciles viajes a lo largo de la historia.
Por estas apreciaciones o por lo que fuera, el viajero insatisfecho siempre se sintió atraído por Samarcanda y podría decir —sin mentir— que por culpa de esta urbe inició su viaje a Uzbekistán. Pero —sin mentir, tampoco— podría decir que Samarcanda le decepcionó. No porque lo que viera allí —vio construcciones muy bellas y diferentes—, sino porque entendió que le faltaba esa esencia legendaria y ese simbolismo viajero. No apreció absolutamente nada que le infundiera ese espíritu.
Una vez dicho esto, comenzará a detallar recorrido por esta ciudad que se centró exclusivamente en la parte más monumental. El resto de la ciudad, era una expresión soviética, y desnaturalizada por los años de dominio de esta excesiva nación.

Mausoleo Gur-e-Amir

Desde el hotel donde se encontraba hasta la parte antigua, bajaría el primer día (y los dos siguientes) por una avenida, donde se emplazaba una gran estatua de Amir Temur o Tamerlan (o Temur el Cojo). Este personaje mítico, a pesar de una herida en la pierna, que recibió en una batalla —de ahí su apodo de Temur el Cojo—, poseía una fuerza excepcional y hasta sus últimos días participó personalmente en todas las campañas, que no fueron pocas.
A partir de este Tamerlán sentado (estatua), comenzaban unos jardines. En medio de ellos, un gran mausoleo (Mausoleo Gur-e-Amir), donde estaba enterrado este famoso guerrero, además de otros miembros de su familia, entre ellos, su nieto Ulugh Beg.

Tumba de Tamerlan, y familiares, en Mausoleo Gur-e-Amir

Una vez visto esto, y en los días siguientes, sería un continuo patear madrazas, mausoleos o mezquitas.

Pero si había un lugar famoso en Samarcanda era el Registán, continuando la avenida, a unos centenares de metros de la gran estatua. Este conjunto de madrazas, y el espacio o plaza entre ellas era el principal punto de interés de la ciudad. Sus tres majestuosos edificios figuraban entre las escuelas coránicas más antiguas y mejor conservadas del mundo. Desde un pequeño mirador, antes de tomar unas escaleras hacía la plaza, se podía apreciar el complejo a la perfección. Los tres edificios, con sus mosaicos de colores, aunque prevalecía el azul, conformaban un gran conjunto estético. Luego, había que pasar por caja, para visitar cada una de ellas.

[Aquí, el escuadrón de restauradores uzbekos, se había lucido. También, en otros monumentos].


Registan

Desde aquí, el gran paseo Thoshkent, peatonal y ajardinado, llevaba a otro conjunto muy tradicional Shah-i-Zinda. Este complejo, al que se accedía por unas empinadas escaleras, estaba compuesto de una pequeña avenida, a cuyos márgenes, se asentaban un gran número de mausoleos. Según citaba el libro-guía y este mochilero pudo comprobar, el más bello, con un frontal de azulejos azules, era la tumba Shodi Mulk Oko (1372) de una hermana y de una sobrina de Tamerlán.

Tumba Shodi Mulk Oko, en Shah-i-Zinda

Unos metros antes de llegar, entró en un cementerio —más moderno— con multitud de lápidas con las fotografías del finado, sobre fondos negros. Allí, encontró su cuerpo descanso (no definitivo), acompañado de una botella de agua: los calores ese día eran especialmente ofensivos.

Habría muchas más cosas que reseñar, pero creo que el lector con esto debería tener suficiente. Exigiría muchos nombres raros sobre todo de mezquitas y madrazas, que convertiría su lectura en una especie de tortura.

Podría añadir que, llegado el momento del cansancio de mosaicos, ni siquiera entró en todas.


Cementerio moderno, donde descansó el V(B)iajero Insatisfecho

VÍDEO
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3 comentarios:

  1. Pues sí, eso de Samarcanda evoca caravanas de camellos y bellas esclavas expertas en la danza del vientre, que no todo va a ser filósofos, exploradores y comerciantes avezados.
    Ese color azul turquesa me enamora

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  2. No me extraña tu decepción, Blas. Este centro histórico del que nos hablas y fotografías es muy "bonito", pero parece un museo. Y qué pasa cuando vamos a un museo? (por lo menos a mí): nos cansamos de ver juntas tantas obras de arte, no somos capaces de asimilar o de emocionarnos ante esa pintura que tanto nos emocionó cuando nos la explicaron en clase o nos interesamos por ella.
    De todas maneras, feliz tú que has realizado tantos viajes y puedes comparar tus impresiones con las vividas otras ciudades como Tombuctú...
    Abrzss!

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  3. Pues me pasa algo parecido a ti, querido viajero. Siempre me atrajo Samarcanda, no te puedo decir exactamente el porqué, sería por libros o películas, supongo...
    Imagino que encontrarse allí mismo (aunque te defraudase) debió ser algo especial.
    Ese frontal de la tumba, es espectacular.
    Y bueno, lo de que el viajero descansó en el cementerio, me ha sonado un poco "raro", pero, la verdad, es que estos lugares son para ello, pero de descanso eterno, claro. Menudo lugar elegiste para refrescarte la garganta...

    Besotes.

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