¡Adelante!
La
primera etapa, con cambio de minibús en Maseru, salió según lo previsto. Se
trataba de alcanzar la población de Butha-Buthe, y dormir allí. Lo logró sin
problemas. Atravesó grandes montañas y extensas llanuras también elevadas; pequeños
pueblos con algunas de sus casas basuto
(paredes circulares de piedra y techo de hierba); campos cultivados y paisajes
de laderas con hierba y pasto. No muchos árboles, más bien escasos. En esta
parte, estaba haciendo el recorrido menos atractivo del plan previsto.
En Butha-Buthe tardó encontrar una guesthouse que se adaptase a su presupuesto. Todas eran bastante nuevas, con un servicio de B&B (cama y desayuno); ocupadas por ejecutivos y viajeros pudientes, y realmente bien cuidadas. Pero caras. Moroeroe Guesthouse estaba completa: un grupo de estos ejecutivos de la capital habían ocupado la mayoría de las pocas habitaciones. Otra, que estaba relativamente cerca, “se subía a la parra” con el precio. Echó el alto a un taxi-colectivo que pasaba por allí y se acercó a otra más céntrica, pero que estaba en lo alto de una cuesta, con una gran pendiente de subida. Se cansó de buscar, y allí se quedó. La joven recepcionista, además, se portó maravillosamente: le lavó la ropa, le informó sobre los hotelitos en Mokhotlong, próxima meta de etapa, y le regaló unos melocotones (pequeños, pero sabrosos) recogidos por ella (había muchos por los alrededores y, en general, en todo Lesoto). Los pequeños melocotonares y las casas circulares basuto eran un paisaje habitual en los pueblos que cruzaban. Butha-Buthe tenía pocos atractivos, por lo que decidió abandonarla al día siguiente.
El
trayecto a Mokhotlong lo encontró muy interesante. Ocupaba el asiento del
copiloto en el minibús y podía disfrutar de todo el paisaje nuevo y revelador.
Después de unos kilómetros, encontraron un bello y empinado puerto de montaña,
que tardaron más de una hora en ascender: el camión de grandes dimensiones que precedía
al minibús —transportaba una gran máquina de derrumbes— se veía obligado a
hacer peligrosas maniobras en las curvas en pendiente. Pero era un bello
paisaje montañoso lo que pudo disfrutar en las múltiples paradas. Arriba del
puerto, más llanuras de hierba y rocas, matojos y, por la altura, diminutos
matorrales. En esas extensiones pastaban pequeños rebaños de, también, pequeñas
ovejas con cuernos: típicas de aquella región. De trecho en trecho, grupos de
jóvenes pastores basuto, enfundados
en sus mantas y pasamontañas, vigilaban los rebaños. A un lado dejaron AfriSky,
la estación de esquí de Lesoto. El complejo operaba como un pueblo de
esquí al estilo europeo y proporcionaba todo lo que lo necesario para unas
vacaciones de esquí: el alojamiento, material de esquí, forfaits de nieve, escuela de esquí o comida, aunque en aquel
momento estaba desierto. Imprescindible, la nieve, y no era la época. Cruzaron por
el lateral de la mina de diamantes Letseng (le hubiera gustado visitarla), con
un poblado de humildes casas al otro lado de la carretera, casas de explotados
trabajadores —supuso—, y llegaron a Mokhotlong bien avanzada la tarde. En esta
población, situada en un amplísimo valle rodeado de montañas, se quejaban también
de la falta de lluvias, del cambio climático y de unos alrededores muy secos y,
así, poco atractivos.
Un día más en estos bellos parajes.
Una buena carretera, recientemente asfaltada, rompía la llanura y las laderas, al alejarse de esta pequeña ciudad. Por los alrededores se veían rebaños de ovejas que limaban el verde pasto, a trozos sombreado por las nubes. La ruta llevaba al Sani Pass. Allí, en lo alto, se hacían los trámites de salida del país. La frontera de Sudáfrica se encontraba después de descender el Sani Pass. Todo el zigzagueante y peligroso descenso se hacía por un camino de tierra y pedruscos, apto para 4x4 y muy complicado para el minibús en el que iban. Lentamente, rodando despacio el vehículo iba dejando atrás curvas y curvas, unas de giro a la derecha y otras a la izquierda. Bellas montañas arropaban a los pasajeros a ambos lados del peligroso paso y verdes laderas confluían formando el valle.
Un bonito espectáculo natural.
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He estado buscando la distancia de Semonkong a Sani Pass, pero el buscador no me da la respuesta. Como dices que serían tres o cuatro días de viaje, me imagino que habrán sido entre 1500 y 2000 kms. en minibús. Dices que para la última parte del trayecto, el minibus se las veía y se las deseaba: ¿no había posibilidad de alquiler compartido de un 4x4? Seguro que más caro, pero...
ResponderEliminarDe las fotos que publicas me quedo con las dos últimas y me quedo con las ganas de ver ese paisaje cubierto por la nieve. Me gusta que no te quejes de las dificultades del camino y que disfrutaras del paisaje.
Un abrazo
PD. "Lo mejor estaba en el camino..." Me ha recordado mi juvenil lectura de Kerouac. No me hizo un gran viajero, pero si hice mis primeros pinitos en autostop...
Emilio:
EliminarAl principio escribo la ruta: Semonkong—Maseru (ya lo conocía)—Butha-Buthe—Mokhotlong—Sani Pass.
No serían tantos kilómetros como dices, pero tienes que tener en cuenta las carreteras, los autobuses locales y el paso de fronteras. Teniendo que hacer cambios de transporte local, hay que esperar a que el minibus se llene (eso puede demorar horas).
El primer día: Semonkong—ButhaButhe, tuve que cambiar en Maseru, y demoré allí al menos dos horas. Dormí en ButhaButhe.
Segundo día: ButhaButhe—Mokhotlong. El puerto que tuvimos que subir fue muy lento, un gran camión que iba delante, ralentizó nuestra marcha (casi todo el día en el bus). Dormí en Mokhotlong.
Tercer día: Mokhotlong—Sani Pass (cruzar frontera, y posterior ida a una ciudad de Sudáfrica).
Tienes que darte cuenta de que no voy en un "tour", sino en transportes locales, y......
El transporte que había ese día para el paso del Sani Pass, era ese minibús "de línea" (lo tomas o lo dejas). Si alquilaba un 4x4, hubiera sido para mi solo, y te puedes imaginar que el precio se hubiera multiplicado por diez.
Son los inconvenientes de viajar así (en solitario), pero los asumo con filosofía y placer.
Un abrazote.
Bieeeeen!!!! Ese es nuestro Tigre de León. Nada de resort super super, 7 por 8, ni porteadores al uso...
ResponderEliminarAsí son los viajes de los sin "sponsors".
Me busco Lesotho
Querido Viajero, Insatisfecho y paciente (por lo del trayecto), me he hecho una idea exacta de ese camino que recorriste en el minibús ( por el mapa y tu comentario a Emilio), e imaginado tus cabezadas durante el trayecto, apoyada tu cabeza, quizás, en tu viajera mochila azul.
ResponderEliminarY, mirando a ese rebaño de ovejas compadeciéndote de esos pocos "brotes verdes" para comer... Qué gran contraste entre las fotos...
Tu manera de viajar es admirable..., solitaria, sin prisas, sin horarios, sin muchas expectativas, al encuentro de lo que surja a cada momento, etc, etc, y disfrutando de todo, incluso, de cada bache del camino... y, como debe ser, ligero de equipaje.
Y, lo más importante, llevándote experiencias y muchos aprendizajes.
No sé si será verdad un proverbio africano que dice:
"Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir lejos, ve acompañado." Desde luego, no es tu caso, eso no va contigo. :))
Besotes.