Castillo de San Felipe Barajas, tomado desde la entrada
Aunque
Cartagena/vieja
era de por sí una fortaleza, había otras fuera de la ciudad, como era el caso
del Castillo
de San Felipe Barajas. Desde la ciudad, se veía a lo lejos, tampoco muy
retirado pero si era necesario atravesar un barrio hasta llegar a él. En esta
ocasión, el viajero insatisfecho y
su amiga decidieron visitarlo en un día de fuerte calor, con ‘un sol de
justicia’ (¡que expresión más majadera!, pero aún así no se resiste a utilizarla) cayendo
sobre sus cabezas. Habían comido en Bocagrande, aunque únicamente como
disculpa para conocer la zona playera, célebre en ciertos ambientes turísticos casi
añejos. En la sobremesa, con el sol plano, tomaron un taxi para acercarse al
lugar y realizar la visita.
Desde
la entrada, donde había que ‘aflojar el bolsillo’, hasta lo alto del castillo,
había un acceso de piedra, una subida limpia, sin sombras, terrorífica con el
sol pegando fuerte y más pareciera que los visitantes tuvieran ganas de padecer
un golpe de calor que realizar una tranquila excursión cultural.
Aquella
fortaleza databa del siglo XVII, aunque en el XVIII se acometió una gran
ampliación. No extrañaba, pues era el bastión más imponente jamás construido
por los españoles en todas sus colonias. “Realmente inexpugnable -decía el
libro/guía-, nunca fue conquistado a pesar de los numerosos intentos por
asaltarlo”. Ya veía, en la imaginación, al famoso corsario inglés Francis Drake intentándolo. Una
apreciación errónea pues el corsario por aquella época de su construcción ya
llevaba casi un siglo ‘criando malvas’.
El
complejo sistema de túneles, construidos para la distribución segura de
provisiones, era una de los elementos más conocidos del famoso castillo por lo
que entraba en todos los pronósticos el hecho de recorrerlos. Eran de fácil
acceso y sencillo recorrido, unos más cortos que otros, unos en diferente nivel
que otros, pero todos cumpliendo la misión de facilitar la comunicación
interior entre puntos estratégicos. Desde todos los emplazamientos se veía una
impresionante bandera colombiana que ondeaba, entonces, ayudada por la escasa
brisa. Y aún quedaban algunos cañones, antiguos cañones de defensa, repartidos
por todo el recorrido. Con ellos, la fortaleza parecía cumplir en aquel
instante la misión para la que había sido creada hacía siglos.
Al
mochilero, pertrechado como iba de su habitual gorra multiusos, no le pareció muy
agotadora la visita, una vez metido en ella. Desde la parte más alta se podía
contemplar la ciudad cartagenera en toda su amplitud; la bahía de las Ánimas
que llegaba hasta la misma puerta del Reloj; la entrada de Bocachica y el Fuerte de
San Fernando, e incluso la famosa zona playera de Bocagrande, un poco
abandonada, por cierto, aunque de predecible crecimiento en un cercano futuro.
Entre lo que desde allí
se veía y ese dejarse llevar por los sueños aventureros hacían más que
placentero aquel lugar. También, como no, una agradable brisa marina contribuía al bienestar corporal desde el observatorio donde estaban, en lo más alto del Castillo
de San Felipe Barajas.
Parte alta del Castillo de San Felipe Barajas
Copyright © By Blas F.Tomé 2018
Es raro verte disfrutar de "las piedras", pero no me extraña nada, porque el lugar y el camino para llegar hasta él lo merecen, además de que algunas de aquellas piedras no lo son, son corales.
ResponderEliminarSe me ha colado "el otro yo" que ya no uso.
ResponderEliminarPero vamos a ver, Blas: A quién se le ocurre, después de comer y con esa solitrana ponerse a subir cuestas y esas empinadas escaleras de la dichosa fortaleza que nos muestras en la foto 1 (A primera vista, creía que era un artefacto de esos que se usan en las minas). ¿No te podías haber quedado tranquilo en la playita y haber esperado un poco hasta que pasara el calorazo?
ResponderEliminarUn abrazo!
Ay, Tigre! Tantos recuerdos de esa Colombia inabarcable.
ResponderEliminarBesos
Si que impresiona. Fortaleza grande entre las grandes de pasado español. A mi si me gustó. LLegué el primero de la mañana y quitando gente haciendo trabajos de restauración no coincidí hasta que hice el descenso para salirme. Eso sí, el sol como dices pega lo suyo, y los tunelillos son un buen suspiro para escaparse de esa gran olla de piedra. En fín, que por lo que veo, el Viajero Insatisfecho se fue de Colombia bien servido de Naturaleza, Playa como la de Bocanegra y piedras como la de esta fortaleza. Variada si ha estado la cosa. Estaremos al tanto del siguiente capitulo colombiano que tanta enseñamza nos deja. Un saludote Blas
ResponderEliminarImaginando lo alto del castillo (que en alguno he estado y con las 'brasas del 'Lorenzo'también cayendo sobre las cabezas) y el 'sol de justicia' que, estabais sufriendo..., me estaban dando unas ganas tremendas de darme un buen chapuzón en la playa y sentir esa brisa marina refrescante no sólo en la cara... Uffff...
ResponderEliminar¡Buenas vistas, viajero!!
Besotessssss