El mirador de la virgen y el cañón de Batopilas al fondo
(Como pareciera que esta describiendo su versión, añadiría que era una visión poco creíble).
Una gran parte de los tarahumara habitaban en cuevas, algunas explotadas turísticamente. No todas. Pero eso sí, todas ellas con sus paredes rocosas negras del humo de sus necesarios fuegos ante el frío nocturno que a veces hacía en aquella inhóspita sierra.
Interior de una cueva donde vivían los tarahumaras
Uno de los desprendimientos que cortaban la carretera
Cañón de Batopilas
Como
tenía ganas de una instantánea pausada, sin el incesante movimiento del motor, pidió
una parada al conductor. “Cuando entre el pasaje va algún extranjero suelo hacerla
en el mirador de la virgen”, le replicó. Así lo hizo. Una gran roca en medio de
la carretera, justo al lado del mirador, hizo más fácil justificar la parada
ante el resto del pasaje. Fascinante el cañón que se extendía en toda su
amplitud y ante sus ojos. Unas fotografías y, de nuevo, el autobús continuó con
su marcha. La vegetación que rodeaba la ruta iba cambiando con la temperatura,
cada vez más suave y tropical. Con el paso de los minutos de descenso, las
extensiones de pinos y otra vegetación montañosa se iban transformando en
plantas tropicales. Cerca de Batopilas se veían papayas, naranjos,
mangos,… Y calor, mucho calor. Un microclima en la región.
El origen de tan apartada población tenía que ver con los españoles colonizadores y con la plata que encontraron en sus alrededores. Visitó una de las minas abandonada hacía años, a la que accedió unos metros, después de ascender una pronunciada montaña entre cactus candelario; tomó unas cervezas con el que hizo de guía y con otro correligionario que apareció, y se retiró a descansar. En la pequeña pero coqueta plaza había un museo que enseñaba antiguas fotografías y utensilios mineros. Nada especial pero generaba, por su sencillez, ternura.
El origen de tan apartada población tenía que ver con los españoles colonizadores y con la plata que encontraron en sus alrededores. Visitó una de las minas abandonada hacía años, a la que accedió unos metros, después de ascender una pronunciada montaña entre cactus candelario; tomó unas cervezas con el que hizo de guía y con otro correligionario que apareció, y se retiró a descansar. En la pequeña pero coqueta plaza había un museo que enseñaba antiguas fotografías y utensilios mineros. Nada especial pero generaba, por su sencillez, ternura.
Al
viajero le gustó la temperatura de Batopilas, su emplazamiento en la
ribera del río del mismo nombre, la tranquilidad que despedía el valle y la
simpatía de la gente que se encontró.
Bonito regalo, aunque lo abandonó al día siguiente.
Ah!, y no se veían turistas.
Ni se les esperaba.
Bonito regalo, aunque lo abandonó al día siguiente.
Ah!, y no se veían turistas.
Ni se les esperaba.
El malecón al lado el río, en Batopilas, estirado pueblo que se divisaba al fondo
Copyright © By Blas F.Tomé 2016
Leyéndote se hace camino contigo hacia Batopilas y se sienten todas esas experiencias y emociones que cuentas y que parecen decir que aún queda un mundo real, además de atractivo, allá fuera.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Ay, Batopilaaaaaaaaaas! Hijo mio, que recuerdos! Es un pueblecito adormilado que despierta abruptamente al ritmo de las ametralladoras del ejercito a la busca y captura de los narcos, tan frecuentes por esas sierras.
ResponderEliminarDonde te quedaste a dormir? No fuiste andando rio arriba hasta la "catedral"?
Con que el Gobierno les da tantas ayudas!
Mejor seria que les devolviese sus tierras, las arables, no los penascos que le han adjudicado que solo producen lagartos y escorpiones.
Besos
Impresiona el cañón de Batopilas, Blas. En concreto, más en la foto nº 3. Por muy despacio que fuese el autobús, me pregunto cómo pudo atravesar esos desprendimientos ya que no parece que haya mucho espacio para pasar...a no ser que se trate de un "bus-oruga". Me gusta también la parte final en la que hablas de la tranquilidad del lugar y de la simpatía de la gente, pero sobre todo que no estuviera contaminado por el turismo masivo.
ResponderEliminarUn abrazo: emilio
PD. el otro día me acordé de tí. Ponían en La 2 un documental sobre el río Orange y me dije: "Por aquí ha debido andurriar el viajero insatisfecho en más de una ocasión: ¿me equivoco?
Pues pasamos, Emilio. El autobus se inclinó bastante pero triunfó.
EliminarMe alegra que te acordaras de mi. Por el rio Orange solo estuve una vez, pero nada especial. Supongo que el reportaje sería bueno y contaría su historia. Interesante.