Ya hace años, después de la visita a Etiopía,
el viajero insatisfecho escribía un ‘post’, en el que rememoraba el primer día en Addis
Abeba, donde “un grupo de asnos, cargados con sacos de
carbón vegetal, enfilaban la calle entre el ruido de los tubos de escape de los
coches. Bajaban de las montañas tapizadas de eucaliptos que rodeaban la ciudad,
según pudo saber. Hasta hacía no mucho la madera era el principal combustible
de la mayoría de la población. La introducción del eucalipto en Etiopía supuso
una catástrofe natural que evitó una catástrofe humana, pues su escasez hubiera
sido mortal”.
Y añadía, “este mochilero siempre criticará este árbol, que tanto daño ha hecho al
territorio ibérico”.
Hace unos días terminaba de leer el libro ‘Addis
Addis’, de Carlos Agulló, hombre experto en la capital etíope, Addis
Abeba. Y le llamó la atención, como no, el gran conocimiento que este
periodista demuestra sobre esta joven ciudad africana. El libro es una crónica,
en trece capítulos, a través de la observación personal y del testimonio de
once personajes, alguno de ellos conocido como el atleta Haile Gebreselassie o
el pintor Afeweerk Tekle. Por cierto, un interesantísimo libro que sin
pensárselo dos veces recomienda a pecho descubierto.
-Andamiaje de madera de eucaliptos en un edificio etíope-
Pero a lo que viene este ‘post’ es al hecho de que Agulló desgrana
esa ‘pasión (?)’ de los etíopes por el eucalipto que en su momento a este
mochilero ya le llamó la atención. Dice este periodista en el libro que -y cita
textualmente- “la correlación entre
economía y ecología tiene en lugares como Etiopía una traducción inequívoca: el
empobrecimiento de la población es letal para el medio ambiente. Porque la
necesidad de supervivencia empuja a la explotación desordenada de los recursos
naturales en una sociedad en la que la presión demográfica es cada vez mayor”.
Menelik II, rey etíope, que había creado
alrededor de su corte la ciudad de Addis Abeba, casi se ve obligado a
abandonarla. Y dice Carlos Agulló sobre este asunto que “la presión sobre la masa forestal fue tan grande en aquellos años
fundacionales que muy pronto el rey se vio en la necesidad de proyectar el
traslado de la ciudad a una localidad próxima […] Pero el proyecto se paralizó
cuando un asesor francés de Menelik, el ingeniero Mondo-Vidaillhet, introdujo
las primeras semillas de un árbol hasta entonces desconocido, resistente y de
crecimiento rápido: el eucalipto. Una especie que acabó por convertirse en la
más abundante del país, salvó de la muerte prematura a Addis Abeba en 1895 […] En Etiopía, el eucalipto proporcionó la
madera necesaria para consolidar Addis
Abeba como la capital del reino unificado y también tuvo otras aplicaciones
beneficiosas. Dicen -señala Agulló-
que contribuyó a eliminar la malaria en algunas áreas, pero como en España, la
proliferación del eucalipto tiene aquí sus detractores. Argumentan que es una
especie que puede acabar con los recursos hídricos subterráneos, que empobrece
los suelos y que contribuyó a modificar el paisaje”. Totalmente de acuerdo con estos últimos puntos.
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F.Tomé 2015
Totalmente de acuerdo contigo y con Agulló. Con el eucalipto no hay vuelta atrás. Me temo que es un buen símbolo de lo que este capitalismo globalizado está haciendo con el mundo: destruirlo con la complicidad inocente de los que poco se aprovechan de él.
ResponderEliminarGraacias y saludos.
Ay, amigo Blas! Esto del eucalipto es un asunto muy debatido...Mucho se habla de que est arbol acabo con los manzanos, cerezos y otros frutales en Cantabria...o seria que no les hacian mucho caso?
ResponderEliminarEn Auroville, aqui cerca, tambien plantaron miles de eucaliptos australianos para salvarse de la desertizacion...De momento todo parecen beneficios!
Besos
ESTE ES EL COMENTARIO QUE ME HACE "OUR EUROPE" / Emilio. El no lo puede insertar según me dice por correo:
ResponderEliminar"Tengo que decir de entrada, Blas, que flora y vegetación no son precisamente mis fuertes. Puedo compartir contigo que " una catástrofe natural evitó una catástrofe humana"...a corto plazo.
A largo plazo, comparto con Agulló que el empobrecimiento humano es letal para el medio ambiente.
Sin duda, todos estos cambios no tienen consecuencias inmediatas. Espero que hagan los cambios necesarios antes de que las consecuencias negativas sean irreparables.
Un abrazo!