Según este ya insistente y veterano blogger, Viajero insatisfecho, si un ‘post’ habla de viajes y libertad es en sí mismo una gran entrada. Una gran aportación al mundo y, sin pretender ser altanero, un sabroso broche de oro para el lector.
Este ‘post’ habla de un viaje a la libertad ¿hay algo más admirable y completo?
La historia arranca en un pequeño pero peligroso canal de regadío donde decenas, o centenares, de corzos encuentran su final al caer en él sin posibilidades de salir, ahogándose en sus aguas.
Uno de estos pequeños animales es recuperado, al borde de la extenuación, por un cercano (de familia) agricultor/ganadero local que, sin atender a sus elementales instintos pero sí sus sensibilidades, decide cuidarle con esmero. Aunque el pequeño corzo sigue asustado, dos o tres días de atenciones parecen suficientes para su completa recuperación.
Y ahí comienza el viaje a la libertad.
Carga al animal en su coche-furgón y en una explanada, al amparo milenario de unas piedras ya famosas (monasterio de San Miguel de Escalada), procede a cumplimentar su apuesta. Desata la cuerda, necesaria para el transporte, y deja al pequeño corzo sobre la hierba, bajo la oscura mirada de antiguas sombras de monjes y beatos. Continúa asustado; fuerte pero tembloroso. Ya sin ataduras, acecha tímido a su rescatador y cuidador que se encuentra cerca, a sus espaldas. No hace el más mínimo movimiento de escapar.
Pasan catorce minutos de adaptación, observación y espera.
De pronto, mueve sus músculos torácicos, yergue sus mustias orejas, ojea las cercanas piedras milenarias del famoso pórtico mozárabe y con un ágil salto inicia su carrera/viaje hacia la libertad.
Este ‘post’ habla de un viaje a la libertad ¿hay algo más admirable y completo?
La historia arranca en un pequeño pero peligroso canal de regadío donde decenas, o centenares, de corzos encuentran su final al caer en él sin posibilidades de salir, ahogándose en sus aguas.
Uno de estos pequeños animales es recuperado, al borde de la extenuación, por un cercano (de familia) agricultor/ganadero local que, sin atender a sus elementales instintos pero sí sus sensibilidades, decide cuidarle con esmero. Aunque el pequeño corzo sigue asustado, dos o tres días de atenciones parecen suficientes para su completa recuperación.
Y ahí comienza el viaje a la libertad.
Carga al animal en su coche-furgón y en una explanada, al amparo milenario de unas piedras ya famosas (monasterio de San Miguel de Escalada), procede a cumplimentar su apuesta. Desata la cuerda, necesaria para el transporte, y deja al pequeño corzo sobre la hierba, bajo la oscura mirada de antiguas sombras de monjes y beatos. Continúa asustado; fuerte pero tembloroso. Ya sin ataduras, acecha tímido a su rescatador y cuidador que se encuentra cerca, a sus espaldas. No hace el más mínimo movimiento de escapar.
Pasan catorce minutos de adaptación, observación y espera.
De pronto, mueve sus músculos torácicos, yergue sus mustias orejas, ojea las cercanas piedras milenarias del famoso pórtico mozárabe y con un ágil salto inicia su carrera/viaje hacia la libertad.
¡¡Bravo ‘Polito’!!
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