21 de septiembre de 2009

No, no. Con fan

  • He dormido (es un decir) con el ventilador del techo a tope, calculando que ningún mosquito sería capaz de trabajar bajo su corriente, pero preocupado por la posibilidad de que se saliera de su eje y aterrizara dando vueltas sobre mi cuerpo desnudo”, escribía hace unos días Juan José Millás en un artículo-reportaje sobre Cachemira, problemática zona del norte de la India.

Y este viajero insatisfecho se identificó tanto con esa simplona situación que recordó al instante sus experiencias en habitaciones sucias y maltrechas, de luz tenue, insuficiente para leer y ventilador amenazante en el techo, por las que pasó a lo largo de sus viajes por la India o Tailandia, u otros.
¿Quiere la habitación con ‘aire acondicionado’?, preguntaba el muchacho de la recepción. No, no. Con fan (ventilador, en inglés), era la contestación. No sabe, ahora, si era masoquismo, puro misticismo leonés, ganas de imprimir dureza a su experiencia, deseos de enfrentamiento con lo imprevisto o estupidez juvenil (esto último no puede ser, pues continúa haciéndolo y, ahora, ya no podría calificarse de juvenil). El caso es que así se planteaba cada estancia nocturna en aquellos humildes hoteles donde, incluso, podría haber dormido cómodamente.
En otros peores, ni siquiera había esa posibilidad. No, no. Con fan. Sus giros rápidos, con sospechosos balanceos y su persistente ruido chirriante y molesto le convertían, aún más, en ventilador asesino. Pero el sueño le sobrevenía al viajero lentamente y se sobreponía a la inevitable y constante preocupación: el último y tal vez letal giro del aquel artilugio colgado del desconchado techo.

Copyright © By Blas F.Tomé 2009

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